El próximo 15 de noviembre, sábado, a las 19:00 horas, presentaré en el FNAC del Paseo de la Castellana, en Madrid, El Interrogatorio; se lo digo por si alguno de ustedes está por allí y quiere acercarse a charlar un rato. Este es el título con el que se ha publicado, en la editorial Palabras de Agua, mi novela Me Despertaron unos Golpes en la Puerta, con la que quedé entre los finalistas del Premio Planeta en 1994.
Han pasado más de veinte años desde el día en que recibí en mi buzón la carta en la que Editorial Planeta informaba a los medios de comunicación, y a los que habíamos participado en el concurso, de los títulos de las novelas que habían quedado finalistas y de los nombres de los autores. Mientras subía la escalera de mi casa, abrí impaciente el sobre y leí y releí una y otra vez lo que figuraba en aquel papel; no me lo podía creer.
La cena del premio fue un momento memorable, que compartí con mi hermano. En fin, veinte años no es nada, como decía la canción, y andando el tiempo he tenido la alegría de ver esta obra publicada… Pero el objeto de mi artículo de hoy era hacerles algunas recomendaciones de lectura, basándome en los títulos que yo mismo estoy leyendo ahora mismo, y a eso voy.
Comencemos por una novelilla curiosa, que se lee con agrado (estoy por la mitad): El Diario de Bridget Jones, de Helen Fielding. Me sucede con ella lo mismo que me pasó con El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco: como había visto antes la película, al leer la novela no podía dejar de ver mentalmente a Guillermo de Baskerville con el rostro de Sean Connery. Y ahora me pasa lo mismo con Bridget Jones, que me la imagino ineludiblemente con la apariencia de Renée Zellweger (la antigua RZ, claro). La mente es una máquina perezosa; se agarra a lo primero que tiene a mano y ya no lo suelta. A mí, particularmente, me gusta más Renée Zellweger tal y como está ahora.
Luego tengo una interesante y poco conocida novela sobre la época de la guerra civil española, que acabo de empezar: El Diario de Hamlet García, de Paulino Masip. Publicada en 1944 en Méjico, adonde Masip se exilió, no fue reeditada en nuestro país hasta 1987. Sólo recientemente tuve noticia de esta obra; y me pregunto cuantas otras quedarán aún por descubrirse, pertenecientes a la Generación del 27. Hamlet García encarna la falta de decisión y la astenia que acecha en todos nosotros. Los psiquiatras y los neurólogos suelen referirse a este rasgo del carácter con el término de abulia (del griego αβουλία, es decir “sin voluntad”). El modelo de la duda existencial lo constituye el personaje de Shakespeare de donde Masip saca el nombre para el suyo.
En cuanto a la economía, estoy leyendo el libro de la periodista canadiense Naomi Klein La Doctrina del Shock, cuya tesis consiste en que el neoliberalismo se vale de las catástrofes para implantar las políticas defendidas por el premio Nobel Milton Friedman y la Escuela de Chicago; cuando estos desastres ocurren de forma natural se aprovecha el estado de choque —que es como el Diccionario de la Real Academia Española admite el anglicismo shock— de la población para rebajar los niveles salariales y las reclamaciones laborales hechas por los sindicatos, y cuando no hay terremotos, tsunamis o huracanes, entonces se provocan las guerras y los golpes de estado, como forma de infundir el miedo entre los trabajadores, un sentimiento contagioso que lleva a la indefensión de grandes masas de gente, para beneficio de los neocons. Aunque algunos razonamientos pueden ser discutibles, el ensayo está bien documentado y resulta difícil no estar de acuerdo con muchas de sus conclusiones. Ya tengo en lista de espera, para leerlo después de este, un libro anterior de Klein, No Logo.
De David Foster Wallace estoy leyendo la antología Entrevistas Breves con Hombres Repulsivos, una colección de relatos divertidos y difíciles de clasificar que se puede leer en un plazo de tiempo razonable. He leído de este autor una monumental novela, divertida a ratos, que se titula La Broma Infinita y que se extiende a lo largo de más de mil páginas; hace falta disponer de un verano libre para acabarla. Foster Wallace es un escritor bastante original que, aquejado por depresiones periódicas, acabó con su vida ahorcándose en 2008.
De lectura fácil y entretenida es el libro de memorias Érase una vez en la URSS, en la que Dominique Lapierre, periodista de Paris Match, junto con el fotógrafo Jean Pierre Pedrazzini y las esposas de ambos recorren el territorio bolchevique a bordo de un coche Simca Marly amarillo y negro, que sufre constantes averías por circular a través de las carreteras enfangadas de la Unión Soviética y por repostar la gasolina que empleaban los vehículos de aquel país. Era la época de la distensión entre los dos bloques y de las denuncias que Khruschev hizo de los crímenes y del culto a la personalidad del camarada Stalin, y a ratos te parece que estés leyendo una de las aventuras de Tintín en letra impresa.
Y por último, en este rápido repaso a la lectura que tengo entre manos, les recomiendo también otro libro de memorias, en particular para aquellos de ustedes que también sientan, de vez en cuando, la necesidad imperiosa de sentarse a juntar palabras para formar un texto: Escribir Es Vivir, de José Luis Sampedro. Y para hablar de lo uno y de lo otro estaré, como les dije al comienzo, en el FNAC de Castellana, donde les espero a todos ustedes. DIARIO Bahía de Cádiz