Este domingo, en Europa, más que elecciones han tenido lugar no elecciones. Los europeos, en su mayoría, han decidido quedarse en casa antes que ir a las urnas. Las elecciones, por tanto, serán legales pero no legítimas si hacemos caso a la tercera acepción de la definición del concepto: “cierto, genuino y verdadero en cualquier línea”. Las elecciones no han sido realmente ciertas porque el demos –que es quien le da sentido a unos comicios- se ha negado a votar en su mayor parte, de ahí se deduce que, en buena lógica, no son válidas aunque sean legales. ¿A quién representan los elegidos? Sus decisiones en el futuro, ¿qué respaldo popular tienen?
Han sido además las elecciones del encabronamiento, del voto fascista y del voto a la izquierda en Grecia, ahora que los griegos saben que no hay peligro de que les arrebaten sus miserias es cuando votan a la izquierda en lugar de haberlo hecho cuando se desarrollaron elecciones en su país, entonces apareció el fantasma comunista y prefirieron de nuevo malo conocido a bueno por conocer y que con su voto se unieran las dos derechas, la neoliberal y la socialdemócrata. Pasaba algo parecido en la Italia de otras décadas. Entonces, en las elecciones que la gente juzgaba menos relevantes se votaba por mayoría a los comunistas pero luego, si las elecciones se estimaban de mayor calado, era la Democracia Cristiana la elegida pero como no obtenía mayoría absoluta, pactaba con los socialistas, con los pintorescos radicales, con quien fuera para que el comunismo no llegara al poder, lo tenía prohibido Estados Unidos.
Los medios de comunicación y las corrientes llamadas progresistas alertan sobre el peligro del voto a favor de los partidos xenófobos, racistas, machistas. Elena Valenciano, en España, pretendía que le dieran el voto sólo para que no se lo llevara el “machista” de Arias Cañete, un gran argumento de entrepierna, sin duda, pero aún no le he oído ni a su partido ni a su corriente socialdemócrata qué van a hacer exactamente para acabar con el mercado salvaje, es decir: medida uno, ésta; medida, dos, esta otra, medida tres… Y que no sean las monsergas de siempre, las posturas típicas del socialismo traidor a su clase que cuando está en la oposición parece que se ha hecho amigo de Lenin y cuando gobierna se acuesta con Milton Friedman. Porque la pregunta es ésta: ¿pueden decirme algo que vayan a hacer ustedes que no haya hecho ya la derecha clásica o algún defecto o acción de esa derecha que no hayan hecho ustedes cuando estaban en el poder?
La gente no ha ido a votar porque no tiene ilusión ni esperanza, dos estímulos imprescindibles que no son asunto de los que mandan sino de los que dicen que otro mundo es posible. Por tanto, sigo sosteniendo que, como esa ilusión y esa esperanza no existen, los culpables inmediatos de la gravísima situación socioeconómica en la que se encuentra Europa son quienes afirman que otro mundo es posible pero luego no saben ni quieren unirse para exponer en qué consiste ese mundo –a partir de lo que existe y no de fantasías- sino que prefieren pactar o convivir con los que han creado los problemas a base de egoísmos y codicias sin límite (¿quién va a poner ese límite?) y seguir viviendo de la mamela pública en forma de casta política que ha prostituido a la política como forma de entendimiento entre los seres humanos.
Entonces ha llegado el voto encabronado de la gente y la abstención. En lugar de acusar de xenofobia, etc., a los partidos fascistas hay que averiguar por qué existe la xenofobia y gente que la apoya. En lugar de lamentarse por la abstención hay que interrogarse a qué se debe. En lugar de lamentarse y echarle siempre la culpa de todo al neoliberalismo hay que saber por qué ha podido escalar peldaños hasta situarse en lo más alto, por qué desde que se hundió el comunismo nadie acojona a esa gente en cuyas mentes no existe otra cosa que una caja registradora y un fusil.
Eh, eh, partidos, partiditos, tiendas, quioscos, chiringuitos y demás montajes “progresistas”. Eh, todos ustedes, los que se llaman de izquierdas a sí mismos: dígannos de una vez adónde van y lo que pretenden o quédense en sus casas con sus “picos de oro”, no jodan más porque tenemos prisa y no podemos apoyar sus reinos taifas del mambo por más tiempo. Si no saben adónde ir, permitan al menos que nos muramos en casa pero no nos pidan encima el voto para luego proseguir con el eterno debate y la eterna crítica que todo lo destruye y nada levanta.