Se ha encontrado un bebé en una planta de residuos. No resucitará ni será premiado con el amor de una madre, porque lo han dejado yermo y seco, a la espera de reciclaje.
No sé cuántos mensajes recibo de un grupo de face que busca desesperadamente hij@, sano o no, aunque tengan que cabalgar para ello miles de kilómetros de incertidumbre y penitencias.
Es la adopción meta imposible de muchos, trastabillado el sistema por funcionarios o contratados que acumulan expedientes como cromos, esperando una joya que saque de la dependencia niños que son incunables, porque los propios papeleos de la Administración los han puesto en ese situación.
Este niño estrellado, por ejemplo, podría haberse salvado y ser rescatado a tiempo, recogido por menores y clasificado. Sería llevado a un hogar de urgencia donde lo tendrían como máximo seis meses legales, que en la practica real se alargan hasta dos años, convirtiendo los vínculos en murallas, dejado a los acogedores mas tocados que una uva pasa cuando la criatura se va. Pero da igual porque lo importante es el niño, que no se da en adopción hasta que no se soluciona el papeleo y por muchas cruces que hagan los que han pasado por cursillos, por preguntas insidiosas, por destapar su privacidad como si fueran colaboradores del ‘Sálvame’, solo se da la adopción cuando un funcionario cuadra papeles y te llega el ansiado turno.
La gente se machaca por años, machaca los tiempos en calendarios crucificados en rojo, se los sufre en las carnes, porque para ellos ese niño que no ha sobrevivido a la hijoputez que es que te rechacen sin haber dado dos bocanadas de vida, es toda la esperanza que tienen de ser padreas. No han elegido no poder parir, no poder fecundar, no poder tener lo que cualquiera con un poco de biología y los bajos calenturientos, tiene, por ejemplo esta mal nacida que lo ha arrojado al reciclaje cárnico de ser considerado residuo sin valor alguno.
El sistema está mal, las adopciones de pena, y la gente penitenciando como el crío que solo es una eslabón roto de una cadena. No importa la causa de la muerte, no importa si no nació vivo, la muy desgraciada lo asfixio con sus propias manos o lo metió en una bolsa negra y lo arrojó a la boca impertérrita de un contenedor de basuras. No importa una mierda. Solo que no llora y no es mecido, que no toma teta, que no importa la fecha porque esta muerto y ha sido encontrado por un operario, para desgracia de ambos que se encontrarán una y otra vez, en los sueños maldito de una noche en vela.
Sería trágico pensar que el operario fuera posible adoptante, porque los hay a miles, no se asombren, “lo que no hay son niños”, dijo una funcionaria delante mía. “No hay niños, adiós gracias”, repitió con jactancia, sin que yo pudiera dejar de pensar en esas familias que no tienen a quien abrazar por mucho que lo deseen, con sueños incumplidos, con deseos frustrados, con tanto amor por dentro que se desesperan y deshojan por años. Sí hay niños en los centros, en acogimientos encubiertos como adopciones que no han pasado controles, que se llevan años enteros con la Administración muy tranquila sin pagar nada o pagando mínimos, mientras gente que ha pasado pruebas, controles y todo lo que le han pedido para adoptar, se va habiendo mayores, perdiendo la esperanza de ser padres en listas interminables que no salen jamás en la lotería que es que te toque niño.
Este niño que ha muerto, mata la esperanza de muchos, mata las ilusiones de los que esperan y mata la fe en la humanidad de la que ya me quedaba muy poca.
No sé su color, ni su raza, no sé si estaba sano o enfermo, solo sé que lo esperaban con los brazos abiertos. Fue hallado por un operador, en una planta de residuos, mal día para él y los compañeros que llegaron cuando se dio cuenta de lo que pasaba, cuando gritó a pulmón desgajado por esa muerte tan absurda, por ese enterramiento miserable, por tratar a la esperanza y el futuro como una basura. DIARIO Bahía de Cádiz