Tengo una buena amiga a la que, de forma cariñosa, llamo “la tonta de las listas”, porque no hay nada que le guste más que un ranking, una lista de éxitos, un puñado de “favoritos”, enumerados por preferencia. Da igual si son discos, marcas de colonia de baño, crema hidratante, videojuegos, y sí, ¡horror!: libros.
En los días en que el año ya está en sus últimos estertores, se reproducen, sin control, como gremlins mojados, las listas en todos los medios de comunicación. Los más vendidos, los más deseados, los más puteados, las diez mejores imágenes del año, los más, los más,…
Y mientras mi amiga se relame de gusto, yo me muero de ansiedad. Siempre me ha pasado. No es nuevo. Será que soy muy intensa. Sí, eso será. Pero es que una lista de “lo más”, para mí, es un recordatorio de todo lo que no he hecho, lo que no he leído, lo que no he escuchado, lo que no he olido, lo que no he vivido. ¡Ay!
Siempre evoco la lista de las listas, la que elabora para recuperar la paz y el buen karma, Earl, de la grandiosa serie “Me llamo Earl”.
Para colmo, desde que me metí a poeta (eso dicen), experimento más ansiedad aún, porque el año que sale a la luz algún libro, siempre me pregunto si en un golpe de suerte, habré caído en gracia al crítico de turno, al que visualizo muy feroz, agrio y bigotudo.
Alguna vez sí que he estado en alguna lista, y mi amiga, que siempre está pendiente de esas cosas, me ha traído el recorte del periódico donde me citan entre “las más”. Recuerdo, aquella vez en que Daniel Pérez, mi amigo ahora, pero al que por aquel entonces, hace años, aún no conocía en persona, tuvo a bien recomendar uno de mis títulos para las compras navideñas, en un gaditano periódico en papel. Aún tiene mi madre ese recorte enmarcado en la cocina. Sí. Un recorte con sustancia.
Pero si algún año (como este), mi obra literaria pasa sin pena ni gloria, y no me ponen una calle céntrica, o no me sacan en un ranking, es la muerte a pellizcos, aunque confieso que mi amiga sufre más que yo, de veras. En facebook y en el twitter, me etiqueta sin cesar en todos las listas que van saliendo, y acompaña la etiqueta con muchos emoticonos de estupor e indignación, porque no sale mi nombre. A mí ya me va dando igual, y no sufro de ansiedades ególatras.
Quise escribir, y escribo, lo que puedo y cuando puedo. Y cuando comencé en esto, nunca pensé en hacerlo para salir en ninguna lista. Me parece una estupidez. Sí que es verdad que le viene bien al caché, al nombre, al éxito, a la gloria, a las calles céntricas o a la placa que pondrán en mi casa (si la presidenta de mi comunidad, que es muy cabrona, lo permite), en la que rece: “Rosario Troncoso, la amiga de la ‘tonta de las listas’, vivió aquí, y veía series por las noches”. Anda ya.
Feliz Año Nuevo, y para 2016, pongan entre sus propósitos: fluir, sin listas. Eso tiene que ir, en el número uno, por lo menos. DIARIO Bahía de Cádiz