Afortunadamente la Semana Santa en La Isla crece cada año y son sus ciudadanos -lo cual es de agradecer- los que hacen posible este hecho, participando devota y mayoritariamente en ella.
Asimismo ocurre con el colectivo cofrade. Colectivo éste tan numeroso como complejo. Y que hoy generalmente está formado en su inmensa mayoría por jóvenes promesas de ilusionados cofrades isleños.
A unos, hay que informarlos objetivamente. Y a otros oírlos, apoyarlos y orientarlos. Pero en ningún caso, desestimarlos o confundirlos, sino animarlos y ayudarlos en su difícil tarea participativa para la que se necesita vocación y estar preparado.
Acceder al mundo cofrade es relativamente fácil. Llegar a él convenientemente preparado en la espiritualidad y en el compromiso: menos. Encontrar hoy personas formadas capaces de asumir responsabilidades serias y consecuentes: pocas. Escuchar o seguir a los críticos sensatos en sus calificaciones: algunos. Y a los descalificadores aunque respetándolos: ¡Cuidado! Que los hay y deben ser escuchados en sus conclusiones, para luego opinar sobre las mismas.
En esta parcela donde la unión de sentimientos comunes debe ser esencialmente pieza clave y fundamental, que nos distinga como hermanos y cristianos en la práctica del amor, del entendimiento y la comprensión. A veces sucede justamente lo contrario. Basta mirar a nuestro alrededor o incluso en otras localidades próximas para comprobar las desavenencias, los inconformismos y las discrepancias.
A veces nos perdemos en situaciones innecesarias y sin sentido ante los ojos de nuestro hermano mayor, llevados por posiciones egocéntricas y discrepantes que no conducen a ninguna parte, que no sea la de crear un malestar infundado del cual sólo se obtiene, tensiones y contrasentidos a los que no ha lugar en el seno de un colectivo como este, donde debe primar sobre todo el espíritu de la humildad, el amor, la obediencia y la sencillez.
Y en general que suceda esto no resulta bueno ni agradable. Y es preciso acabar pronto con ello en el ámbito precisamente de un colectivo como este que se denomina -hermandad- Por eso, no podemos caer en la tentación de poner en entredichos nuestra credibilidad y seriedad, haciéndole un flaco favor de servicio a la Semana Santa de esta querida Ciudad nuestra, que goza ya de una fama y un prestigio, que ha transcendido manifiestamente afuera de nuestra localidad.
Por eso a todo el compendio que integra este movimiento espiritual, religioso y cofrade, les compete su defensa y de manera muy especial a las hermandades y cofradías y a las asociaciones cofrades que entre sí deben ser eso: hermandades y no des-hermandades, porque todas sin excepción alguna, tienen un mismo objetivo.
Así como también tienen un único protagonista, un solo hermano mayor: que no es otro que el propio -Jesucristo- y una sola Madre: -María Santísima- que bajo sus distintas advocaciones nos conexionan en perfecta comunión, siguiéndolos en el camino de la fe, de los evangelios y de sus ejemplos.
De ahí la importancia de la participación en los cultos sagrados, tanto internos como externos, con toda la dignidad que se merecen. Y que los cofrades saben cómo cuidar y los ciudadanos de la Isla como entender, aceptar, colaborar y participar.
Así pues, utilizar a las hermandades y cofradías como medios encubiertos de escalar ciertos posicionamientos sociales, representatividad, protagonismo y otros fines apartados de la causa real, del ideal y de su fundamento, sería empobrecerlas y desvirtuarlas.
Pero si cada uno de nosotros -cofrades y ciudadanos- desde sus propias perspectivas y responsabilidades, aunque con las diferencias lógicas y razonadas, coinciden y permanecen unidos en lo común y esencial. Estaremos colaborando a construir y a enriquecer a nuestra Semana Santa y a prestigiar a nuestra ciudad que en definitiva es únicamente de lo que verdaderamente se trata. DIARIO Bahía de Cádiz