Todas las buenas maneras tienen que comenzar siendo poesía. Avivemos el verso y la palabra, el libre movimiento de ideas, hagamos el corazón y recreémonos en la creatividad de lo que nos circunda, y en nuestros modos y maneras de percibir e interpretar aquello que nos armoniza. Ante esta realidad tan plural hay que dejarse conocerse y reconocerse en todos, pues cada existencia es única y la vida es para vivirla en sociedad. Bajo este despertar a la belleza hemos de despojarnos de toda maldad, buscar lo justo, y aprender a amarnos. Quizás tengamos que volver más a nuestro interior, que es donde se encuentra el auténtico verso del alma, la verdad más profunda de nuestro expresar y concebir. Por ello, es primordial comprenderse y entender que todo requiere tesón y valentía, sobre todo para alejarse de la vulgaridad y aprender con humildad a dejarse cautivar de la sencillez de un latido. Ojalá durante este mes, y los venideros, se activara en los medios de comunicación el arte de la poética, la expresión del color, la música y la danza, como óptica y aritmética de nuestros distintivos caminos.
El mundo no puede decaer, tenemos que volver a entusiasmarnos los unos por los otros. No importan los lenguajes, sino la verdad que es la que nos va a hacer libres, en la medida en que lo hagamos con hondura y amplitud de miras. No cabe duda que cada día tenemos que ser más exigentes en esa indagación por lo auténtico. También durante este mes de marzo, tan bucólico como reivindicativo, se respira por todo el planeta una sensación de recuerdos, de homenaje a la memoria de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado en el Salvador sobre estas fechas, en 1980, un hombre de nervio y verbo que dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos y a la promoción de la dignidad humana. En este sentido, nos alegra que Naciones Unidas y otros agentes internacionales apoyen los mecanismos de búsqueda de la verdad, como, por ejemplo, las Comisiones de la Verdad, para promover la justicia, proponer reparaciones y recomendar reformas de instituciones abusivas.
La antorcha de lo verídico siempre resplandece al final. Deberíamos saberlo para no eclipsarla con una falsedad emocionante. No obstante, también hemos consagrado de manera expresa el derecho a la verdad, concretamente en la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, que entró en vigor en diciembre de 2010. También reconocen ese derecho otros instrumentos internacionales, así como leyes nacionales, la jurisprudencia y las resoluciones de órganos intergubernamentales. Desde luego, lo menos que se puede ofrecer a las víctimas y a sus familiares es la exactitud de unos hechos a una existencia única, cuando menos para poner un punto final, recuperar la dignidad y aliviar en cierta manera el dolor por las pérdidas sufridas. Sin duda, toda la especie pensante, debería reconocer la indispensable función de la verdad en la defensa de los derechos humanos. No olvidemos que el mismo orden poético es de naturaleza espiritual. Con razón el mejor poema es aquel que aglutina autenticidad, belleza e ingenio.
Volviendo a nuestra existencia única, lo que nos exige disfrutar en convivencia del justo placer de la belleza en todas sus manifestaciones; y, por ende, ha de ajustarse a una igualdad cada día más lírica e inspirada, que es lo que verdaderamente nos sacia y satisface. Indudablemente, soy de los que pienso que no existe mejor prueba de avance de una civilización que la del progreso de la colaboración- cooperación como concepto general de acción recíproca. Ya en su tiempo lo decía el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset (1883-1995), de que todo era resultado de un esfuerzo. Una vez más hay que subrayar en esto el referente de la Unión Europea, empeñada ahora de que 2017 sea un año decisivo para la asociación entre Europa y África, empeñados sus dirigentes de la Unión Africana en reforzar un trabajo en común sobre los retos globales, desde la paz y la estabilidad a la inversión en la juventud y la cooperación en materia de migración.
En consecuencia, hoy más que nunca hacen falta Quijotes en medio de tantos molinos que todo lo trituran como desecho, incluida la propia vida humana. Naturalmente nuestro proceder sin energía es una vida mediocre, que nada aporta y poco dice. Ahí está la labor callada del agua, poderosa siempre y continuamente cristalina, atravesando los desiertos del globo, infundiendo el principio de las cosas, impulsando la fortaleza de la vida, propagando poemas interminables, o célebres frases como la pronunciada por Miguel de Cervantes Saavedra, máxima figura de la literatura universal:»La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua». Cuánta sabiduría en ello y cuánta inspiración generada, fruto de un entorno tan variado como semejante. Sea como fuere, el acceso al agua potable y al saneamiento es esencial para los derechos humanos, la dignidad y la supervivencia del linaje, en especial los más desfavorecidos. Del mismo modo, es decisivo para avanzar en la consecución de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en su conjunto, puesto que el agua es un hilo conductor, como no podía ser de otra manera, de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas interrelacionadas.
En vista de lo acontecido, sabemos que este contexto, aunque complejo, es generador de existencias únicas e irrepetibles, lo que requiere de esta incolora, inodora e insípida fuente, para la supervivencia de todas las formas conocidas de vida. Lo cruel de esto es que la mayoría de las actividades humanas producen aguas residuales, y que más del 80% de estas aguas se vierten en el medio ambiente sin tratamiento alguno. Esta situación no puede continuar, como apunta el último Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los Recursos Hídricos. Un reciente mensaje de la Directora General de la Unesco, con motivo del Día Mundial del Agua (22 de marzo), indica que las aguas residuales pueden constituir una alternativa fiable como fuente de abastecimiento de agua; para ello es preciso cambiar el paradigma de la gestión de las aguas residuales, pasando de “tratar y desechar” a “reducir, reutilizar, reciclar y recuperar”. Al fin y al cabo, se trata de concurrir toda la humanidad en un empeño, en logar un equilibrio entre el desarrollo y la protección y el uso sostenible de los recursos naturales.
Como quiera que a la placidez se llega por los caminos de lo genuino, ella (la poética) es a mi juicio la que ilumina toda nuestra existencia. Porque una luz tan profunda, con una corriente de agua tan necesaria, ha de venir de lo alto, del encuentro de todos con todos, de esa transcendencia de amor rociada que nos abre la mirada al futuro. Cierto. El porvenir es nuestro. Para ello, hemos de volver a la bondad del verso, aquel que nace porque sí, y se eterniza en nosotros con la fecunda inspiración de un silencio naciente en latidos, que lleva a su plenitud el modo humano de versar internamente. Definitivamente, no nos dejemos robar los valores humanos, la esperanza de vida, no permitamos que nos comercien y fragmenten. Retornemos a la poesía de la que todos hablan (por hablar), y pocos la escuchan y reflexionan. Hagámosla diario en nuestro ser y saber estar. No se nota, pero se siente; es la estrella que nos permite divisar y ver, para no estrellarnos en nuestra individual e innata coexistencia de familia humana. DIARIO Bahía de Cádiz