El académico Félix de Azúa le dice a la alcaldesa Ada Colau que en vez de regir Barcelona debería estar vendiendo pescado y, hala, se formó la gresca. El académico no sólo debe pedir perdón de rodillas y a ser posible autoflagelarse sino que la Academia de la Lengua lo debe echar a la calle por deslenguado o, sea, por tener una lengua como los lenguados que, en opinión del académico, debería vender la alcaldesa.
Por supuesto, la regidora acude a su diccionario de tópicas reacciones para estos casos y lee en él que debe acusarlo de machista y clasista. Qué aburrimiento, siempre lo mismo, esto se parece demasiado al franquismo, se era masón o comunista al expresarse de determinada manera (hoy equivale a ser populista, leninista 3.0, terrorista o fascista). Franco tenía todo un régimen a su servicio y ahora se tiene el artículo 510 del código penal que sirve lo mismo para un roto que para un descosido y te puede llevar ante un juez por machista o por incitar al odio contra los jugadores de ajedrez, pongamos por caso. Qué país tan previsible, cuando Alberti se meó en honor de la Academia o Cela decía tacos era más divertido y ahora lo es cuando personalidades del libre pensamiento como Pérez Reverte hablan desde sus atalayas y todo el neopuritanismo de las redes sociales reacciona al unísono cual rebaño de cuatro patas pero con pelajes ligeramente distintos. Todos adoctrinados por eso que se llamó posmodernismo y por una crianza doméstica consentidora y aduladora donde los padres buscan el aprobado de los hijos y no al revés.
Adiós a nuestro tradicional sentido del humor y a nuestra agudeza mental que nos llegó desde el Siglo de Oro. Ahora si Quevedo escribiera un libro como el que tituló Gracias y desgracias del ojo del culo no sabe uno dónde acabaría, acaso ante el tribunal internacional de La Haya por ofender la anatomía humana y de paso los agujeros negros de Hawkins, un hombre que tiene más sentido del humor y es más revolucionario que nuestros neopuritanos a pesar de estar desde hace años postrado en su silla de ruedas sin apenas poderse mover.
Digan lo que digan, una pescadera o un pescadero se supone que no tienen las mismas cualidades para comandar en un ayuntamiento que alguien ducho en el asunto y por eso no deben avergonzarse de nada. Yo mismo no soy tan listo como Ada Colau o como Susana Díaz –ahí está, esperando que pase el cadáver de su enemigo- y no me indigno por eso porque no ofende quien quiere sino quien puede. En diversas series de dibujos animados que en estos momentos están viendo los niños, el padre de familia siempre aparece como un inútil o un idiota total y aquí estamos, aguantando como buenos machos para que estén contentas las hembras y las hembristas, es la libertad de expresión que, como madre (especie en extinción en occidente), no hay más que una. Ramón Reig DIARIO Bahía de Cádiz