Lo peor de todas estas estúpidas y estériles controversias sobre la diputada que se lleva el niño al Congreso, el uso del lenguaje no sexista, la mujer-mujer, lo feas o guapas que sean las políticas de turno o la idoneidad de ser actriz post-porno y activista para trabajar en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal; lo peor digo, es la tremenda banalización a la que se ve sometida la lucha real por la igualdad de trato, derechos y oportunidades de las mujeres.
Lo siento señores pero a mí me ofenden terriblemente los ríos de tinta que le han dedicado a esta señora, las miles de palabras, tanto a favor como en contra, de todas las tertulias. Me ofende que se hagan eco de las “jocosas” pamplinas del Sr. Burgos, de las meteduras de pata tipo “miembra” y demás femeninos inventados. Me matan todas esas exhibiciones impúdicas para reivindicar nuestro lugar en el mundo.
Y me ofende porque según la Organización Mundial de la Salud, la violencia contra las mujeres y las niñas se considera una “Pandemia Mundial”. Son víctimas de violencia en todas las regiones y países. Sin excepción.
Pero lo importante es que una privilegiada, con babysitter y guardería en el centro de trabajo, se lleve al niño al escaño. Si las políticas catalanas son feas o son monas y si algunos le dan patadas al idioma.
A mí me da la impresión de que nos hemos vuelto todos tontos. Me parece que nos perdemos en la superficie sin importar las consecuencias. El debate es pueril, es de forma y no de fondo. Se habla de vestimentas cuando debería hablarse de respeto, se acude al Congreso de los Diputados con una fanfarria y a todo el mundo le parece normal. No es de locos, es de idiotas, perdónenme que les diga.
No digo que no se pueda hacer una chanza de cualquier cosa, reírse es sano y más de nosotros mismos. Lo que intento explicar es que una cosa es una broma y otra elevar a categoría de asunto de Estado una solemne estupidez.
Tal vez seamos una sociedad enferma de inmadurez y sólo tengamos lo que nos merecemos. Posiblemente nos estén pasando factura las diversas y pésimas leyes de enseñanza que en el mundo han sido y tanto programa basura en el que todo vale.
Me temo, y muy mucho, que si hoy preguntamos a sus señorías y a muchos compatriotas, nos contestaran entre lágrimas emocionadas, a la puerta del Congreso unos, en el despacho del Ayuntamiento otros, en las sesudas tertulias y en las redes sociales los de más allá; que su mayor deseo es la paz mundial. DIARIO Bahía de Cádiz