Después de la feria de todas las ferias -como la de Abril en Sevilla- se suceden en cadena y de inmediato todas las demás alrededor de nuestro entorno: Jerez, Puerto Real, Puerto de Santa María, El Colorado, Chiclana, Algeciras, San Fernando, etcétera. Y ya más alejada, Málaga en pleno mes de agosto. Y también Almería.
Cada una de ellas, tiene como no, sus propias connotaciones; cuyas características, generalmente van de acuerdo con la idiosincrasia de los habitantes de cada lugar y de sus costumbres. En todas, incluso en la de Málaga y Almería (en agosto), el ambiente festero comienza desde la mañana, excepto en la nuestra, refiriéndome a una participación más generosa de la ciudadanía, que no acaba de arrancar.
Y fijándome en la nuestra, aunque haya transcurridos poco más de dos meses de su finalización; se observa que su fiesta en general siempre fue atípica. Y habría que remontarse a los años cuarenta o cincuenta, cuando su instalación ocupaba el centro de la Ciudad de modo intermitente o fraccionado. Es decir, se iniciaba al partir de la Alameda y terminaba en la Plaza Font de Mora; pasando por la Plaza del Rey y de la Iglesia. Posteriormente, pasó al parque Almirante Laulhé. Y brevemente también se instaló en Madariaga, ocupando la parcela que después fue, el asentamiento de aquel espacioso -Cine de Verano- de feliz recuerdo supongo, para todos aquellos que tuvieron la suerte de disfrutarlo, hasta su última ubicación en la Magdalena tal como la conocemos hoy, aunque ya existen rumores de su traslado a otro lugar.
Sus denominaciones han sido diversas también: Velada del Carmen que duraba desde el mismo día de la Festividad de la Virgen hasta el día de Santiago. Y su instalación se efectuaba en el citado Parque durante cierto tiempo. Después con el paso de los años, pasó a llamarse -Feria- Feria del Carmen y Feria del Carmen y de la Sal, por cierto del Carmen (aunque la Virgen no salga en procesión como antaño, refiriéndome a la Patrona) y de la Sal (de salinas que nada o poca sal producen). Sin que estas apreciaciones vayan más allá de otra crítica, que no sea la constructiva y de paso, también, la de la nostalgia.
En cuanto a la loable intención y a los buenos propósitos de fomentar la Feria de día como ocurre en otros lugares. En mi opinión y respetando todas las demás opiniones, creo que no deja de ser un vano y baldío esfuerzo en conseguirlo. No sólo en el recinto del ferial, sino en el centro de la Ciudad. Véase los resultados de este mismo año. En San Fernando, en pleno mes de Julio, las calles -de una a seis de la tarde- incluso más avanzada la hora -están vacías- desiertas y el público en la playa. Para eso, habría que cambiarla de fecha. Y creo que aun así, supondría una garantía incierta.
Y no nos engañemos de esta realidad y de la actitud pasiva, en su mayoría, de los ciudadanos. Actitud que según los autóctonos y más veteranos del lugar, suele ser por lo general de falsa apariencia o de indiferencia. Y por tanto; carente de la colaboración participativa deseada. A esta realidad además del calor, hay que añadirle otra razón que va acompañada de los hechos como así se demuestra, no sólo en esta ocasión, sino también en otros eventos que se organizan. Porque la costumbre, pasa por reaccionar primero con el reparo o la abulia, aunque después llegue la participación y se admita el éxito en el caso de que se consiga.
Es por eso que este comportamiento, tal vez se contemple como un fenómeno digno de mención, basándose en la identidad y en la raíz de pueblo que sí existe en otras localidades próximas, que tal vez, no tengamos nosotros o no hemos alcanzado ese grado todavía, pese a nuestra mayoría de edad. Y éstos sentimientos son los que verdaderamente involucran al ciudadano y lo hace sentirse participe, colaborador y defensor a ultranza de lo suyo sin paliativos. El refranero español es muy sabio y nos aconseja ¡a lo tuyo con razón o sin ella!
Refrán aparte, pienso equivocadamente o no, que en La Isla no se dan estas condiciones ni las mismas circunstancias. Y la razón creo a mi modo de ver y en mi modesta opinión, que la podemos encontrar desde sus orígenes; cuando nuestra Ciudad era un espacio de ocio y recreo para los habitantes de Cádiz. Después ha tenido quizás bastante importancia también, la incorporación de personas llegadas de otras ciudades y lugares de nuestra extensa geografía debido al asentamiento militar, que en aquel entonces se disponía.
San Fernando por su situación y cercanía a la capital, ha sufrido siempre por así decirlo, unas influencias de apariencias indiscriminadas en cuanto a su titularidad. Véase el sólo hecho de llamarse departamento marítimo de Cádiz a Cádiz; cuando en realidad -la Capitanía General- se encontraba físicamente aquí en La Isla. Y comparativamente, véase también, la simple pero lógica denominación de los otros dos departamentos existentes: departamento marítimo de Cartagena -no Murcia- o departamento marítimo de El Ferrol -no La o A Coruña- ¿Y preguntaría? ¿Por qué -la ilógica- de no llamar departamento marítimo de San Fernando, al nuestro en igualdad de condiciones?
Otras situaciones aparentemente insignificantes, pero que refuerzan igualmente las consecuencias descritas, han contribuido tal vez, a la desautorización de esa referida titularidad. Cito otros ejemplos que a mí juicio, también lo avalan. Y fueron los medios de Cádiz: prensa y radio de entonces, los que nunca dijeron en sus crónicas -el torero de la Isla- sino el torero gaditano, refiriéndose a Rafael Ortega convertido en un gran matador de toros de la época. O cuando el boxeador isleño Juan Escolar Barrios, fue al campeonato de boxeo americano. Esa misma prensa capitalina incidía en la identidad ‘gaditana’ del boxeador cuando se trasladó. Pero al regresar noqueado, era ‘el boxeador de la Isla’. Otros ejemplos, estos más reciente fue el de Renfe/Adif cuando pretendió silenciar el nombre de San Fernando a la nueva Estación que construyó para nuestra Ciudad; denominándola en principio sólo Bahía Sur, para añadirle luego: ‘San Fernando-Bahía Sur’ ante la protesta oficial y colegiada del municipio y de sus ciudadanos. Y por último y más recientemente todavía, se sigue adjudicándoles entre otros, a nuestro destacado periodista Isleño, José Oneto, este gentilicio. Y qué decir en ese mismo sentido de la ya célebre y espectacular bailadora Sara Baras, que al parecer también es gaditana, cuando se sabe, según los lugareños, que nació en La Isla y en el antiguo Hospital Naval de San Carlos.
No obstante, a pesar de estos pequeños desaguisados, aun suponiéndolos carentes de intencionalidad por parte de algunas de las mentes de aquella época. Indudablemente creó un caldo de cultivo, que no representa a la generalidad del sentir del pueblo gaditano ni el de sus continuadores en las tareas informativas. Pero si, han incidido en estas insignificantes irregularidades, que suelen pasar desapercibidas o enmascaradas. Y son las que con el paso del tiempo, llegan a enquistarse y resultan ya imposibles de erradicar; porque quedan como si estuviesen clavadas y así permanecen inalterables en el tiempo, sin que nadie opté por desclavarlas. Sin embargo, y a pesar de estas circunstancias, los isleños en un alto porcentaje, cuando salen afuera y les preguntan de dónde son: responden orgullosos ’de Cádiz’ cuando un chiclanero, un conileño o un jerezano, dirá siempre sin dudarlo -y hacen bien- el nombre de su ciudad natal: de Jerez, de Conil o de Chiclana ¡Y créanme que ésta puede ser la diferencia! DIARIO Bahía de Cádiz