“A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja”. Un Oficial inglés.
Una noticia hurtada al pueblo, un tema incómodo para las autoridades, un suceso imprevisto lleno de simbolismo, un asunto que se quiere silenciar por la prensa, comprada por comunistas y separatistas; un tema relegado a las páginas interiores de los periódicos y omitido en los informativos de las radios locales, excluido de las TV catalanas, sectarias, temerosas, cobardes y pusilánimes, que han preferido no publicar ni una sola imagen de esta salida a las calles de un grupo de soldados españoles valientes y aguerridos que, por fin, han sabido demostrar no tener miedo alguno a poderse expresar, sin contención alguna, para exponer lo que opinan sobre la podredumbre que se ha apoderado de esta ciudad en manos de anarquistas, separatistas, antisistemas y podemitas.
Lo cierto es que, en Cataluña, se había extendido la sensación de que en España ya nadie tenía el valor para enfrentarse a sus proyectos nacionalistas, sus intentos subversivos, su desprecio por las leyes patrias, su enfrentamiento a la Constitución y al TC, su convencimiento de que tenían el poder de saltarse a la torera la legislación española y declarar la independencia de Cataluña, sin que nadie fuera capaz de oponerse a ello. Unos que se hacían la ilusión de poder tener atenazados a los millones de españoles que residen en la autonomía catalana, que son catalanes, por nacimiento o por estar empadronados en sus ciudades, privándoles de sus libertades, impidiéndoles ejercer sus derechos constitucionales o coartando el poder manifestarse como españoles, escribir en castellano e impartir y recibir, si es lo que desean, enseñanza en el idioma que, la Constitución, ha declarado como obligatorio en todo el territorio nacional.
La realidad es que son demasiadas las ocasiones en que, los españoles que residimos en estas tierras catalanas, somos sometidos a trágalas por parte de los intolerantes, aquellos que pretenden imponernos una lengua única y someternos a sus intentos de convertir a esta autonomía en una nación independiente de España, aunque no estemos dispuestos a que ello pueda suceder. Últimamente, la ciudad se ha convertido en un lugar en el que campan por sus respetos bandas de revolucionarios, grupos de terroristas urbanos y antisistema, subvencionados y dirigidos por la extrema izquierda, dedicados amedrentar a los ciudadanos, desobedecer las normas de convivencia, enfrentarse a las fuerzas del orden con toda clase de armas improvisadas y provistos de escudos, bombas de fuego etc. con las que, impunemente, rompen escaparates, asaltan bancos, destruyen mobiliario urbano y se hacen los machos ante pobres personas incapaces de levantar una mano para defenderse, dominados por el pánico, sabiendo que, la permisividad de las autoridades, impide que la policía pueda actuar par detener a los delincuentes y restablecer la paz rota por los insurrectos.
Ante una situación como la descrita, el hecho refrescante de la salida a las calles de la Ciudad Condal de un grupo de legionarios, de valientes soldados jubilados, pertenecientes a la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios, con sus uniformes verdes, sus cruces en el pecho, sus gorros tirados “p’alante”, sus fornidos brazos y musculados torsos, asomando por las mangas arremangadas y pecheras abiertas de sus camisas; cantando canciones patrióticas y esgrimiendo banderas constitucionales y símbolos patrios, ha sido, permítanme que lo exprese con estas palabras: una verdadera inyección de optimismo para aquellos españoles catalanes, que estábamos deseando que hubiera alguien con los suficientes “bemoles”, capaz de poner en su sitio a estas bandas de sinvergüenzas, matones, vagos, esbirros de las mafias políticas y sicarios de aquellos partidos que se valen de ellos para conseguir crear una atmósfera de inseguridad, miedo, intranquilidad y descontento, en una sociedad civil que ya está harta de que los políticos mantengan sus particulares batallas entre ellos, mientras los extremistas sacan el fruto, del desorden y falta de autoridad, en las calles de las ciudades dominadas por este lumpen revolucionario.
El sábado pasado, en Barcelona, tuvimos ocasión de presenciar como, en la misma Plaza de San Jaime, ante el Ayuntamiento de la Ciudad y la misma Generalitat, este grupo de legionarios no tuvieron ningún miedo de exhibir las banderas de España, de cantar canciones legionarias o de tocar la Marcha Real sin que, nadie y cuando digo nadie, me refiero a que ningún policía, mosso de escuadra o miembros de la CUP o de B. en Comú, ni, por supuesto, la señora alcaldesa, seguramente recluida en su despacho intentando contener sus esfínteres, se atreviera a decir “mu”, ante una manifestación tan alegre, pacífica y contundente, como aquella que tenía lugar ante los balcones de la alcaldía..
Previamente, la manifestación que agrupó a más de tres mil personas, se detuvo ante la comisaría de policía sita en la Vía Layetana, donde cantaron el himno y departieron animadamente con los policías nacionales, a los que les dieron ánimos y felicitaron por su trabajo. Uno de los motivos de la manifestación era reclamar, a la alcaldesa, el haberles privado de su lugar de reunión en los cuarteles de San Andrés de los que los quiere desalojar. Recordemos que estos cuarteles fueron los que, en julio de l936, las milicias antifascistas de Barcelona fueron repartiendo armas, a la plebe insurrecta, del depósito que el Ejército mantenía en aquella localización. Hubo parlamentos de distintos militares criticando la situación de Cataluña y de los legionarios quejándose de que los alcaldes de Hospitales y Palafolls (ambos socialistas) hubieran impedido que los legionarios, como tradicionalmente venían haciendo, sacaran a Santo Cristo de la Iglesia para llevarlo en procesión por aquellas ciudades.
Lo más señalado y lo más demostrativo de las pocas ganas que, los matones que han estado atacando y manteniendo en jaque a los vecinos indefensos de Gracia, destrozando sus casas, sus coches, sus motos y sus escaparates y mobiliario urbano, ha sido que, teniendo ocasión ( habían pedido hacer una contra-manifestación para impedir el normal desarrollo de la de la Legión) de enfrentarse a los militares procedentes de distintos cuerpos de las FFAA y de distintas procedencias para asistir al acto al que, como nota curiosa, hasta estuvo presente la cabra, la mascota de la Legión enjaezada para la ocasión. Evidentemente el sentido común se impuso al deseo de los revolucionarios e independentistas que, sin duda, de haberse tratado de una manifestación de señoras o de niños no hubieran tenido reparo en reventarla de malas maneras pero, señores, ante un grupo numeroso y fornido de antiguos legionarios, no parece que estos “valientes” representantes del comunismo, el separatismo y el anarquismo, tengan suficientes redaños para enfrentarse, de tú a tú, con ellos.
En definitiva, una noticia que, aunque se ha intentado taparla para que no tuviera la difusión que debía tener; no deja de ser reconfortante para todos los españoles que seguimos estando orgullosos de serlo y que, llevamos años viendo como en Cataluña, cada vez son más los inconvenientes de manifestarse como tales e, incluso de poder escribir o rotular en este idioma lo que, como ya es sabido, puede suponer el ser multado por ello. Por otra parte, y recordemos lo que sucedió con los “machotes” y “aguerridos” miembros de las izquierdas en aquel famoso 23F del año 1981, cuando el Parlamento fue asaltado por un grupo de la Guardia Civil al mando del teniente coronel Tejero. En las pocas horas que se tardó en acabar con aquel fracasado golpe de Estado, fueron cientos los cabecillas comunistas y socialistas que hicieron sus maletas para dirigirse a la frontera con Francia.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no hemos podido más que sentir una agradable sensación de bienestar, como si percibiéramos la frescura de la brisa marina en nuestros rostros, al comprobar como todavía quedan, en España, personas capaces de luchar por nuestros valores, por nuestra civilización, por nuestra democracia y por nuestras libertades como miembros de la comunidad española, que queremos vivir en una nación en la que nadie nos pueda imponer su adoctrinamiento ni obligarnos a renunciar a nuestros derechos y sentimientos, como ciudadanos de la nación española. DIARIO Bahía de Cádiz