El presente artículo está dedicado a D. Luis Espósito Rubio con motivo de haber leído recientemente en los medios que se le va a conceder, promovido por sus alumnos, un merecido homenaje por parte del municipio a la Maestra Matilde Vez García por su labor docente en el Colegio de Huérfanos de la Armada, además de su ingente labor humanitaria de socorro y ayuda a los necesitados desarrollada en la ciudad. Y saliendo al paso del mismo, sin desmerecer ni restarle importancia a dicha concesión, al contrario, desde estas líneas la aplaudo efusivamente por considerarla de justicia.
Sin embargo he de recordar que finalizada la contienda nacional, que nunca debió de existir. El país quedó debilitado y el Estado no podía soportar solo, la carga de escolarizar a los niños (bastantes) ávidos entonces de enseñanzas en los colegios públicos existentes, que ciertamente no sólo eran escasos y deficientes para escolarizarlos, sino que aquí en la Isla se reducían a la Placilla, Quintanilla, el popularmente llamado -de los moros- alguna que otra escuela unitaria y poco más, además de las migas, hoy jardines de infancia.
Y como consecuencias de estas carencias, surgieron los colegios privados: Maura, Dueñas, Ramos, Vieytes, Rivero, Centro Obrero, Bravo, Espósito, O’dogherty, Camoyano y tal vez algunos más en cuyo caso, vaya mis disculpas anticipadas si los hubo y no los menciono por olvido involuntario en el recuerdo y no por ninguna otra razón. Así como los religiosos de los Hermanos de la Doctrina Cristiana de la Salle (los hermanitos), las Carmelitas de la calle Colón, la Compañía de María y el Liceo. Y en el plano militar, el de Huérfanos de Marina o de la Armada, como lo prefieran.
Esta evidente e importante carencia que se le planteaba al municipio, se resolvía suficiente, eficiente y con absoluta solvencia, gracias a la existencia de los colegios citados anteriormente. Y una gran mayoría de ciudadanos que conformaron y conforman todavía nuestra ciudad; recibieron una sólida enseñanza en dichos colegios.
Sin embargo, llegados los años 70/75, este mismo Estado se consideró ya fuerte y preparado y como resultado un buen día, apareció en el Boletín Oficial del Estado (BOE) una Ley del Ministerio de Educación Nacional en donde establecía, que -los colegios privados- para continuar impartiendo sus enseñanzas, tenían que disponer obligatoriamente de una serie de condicionantes respecto a sus instalaciones, seguramente lógicas, precisas y necesarias, pero imposibles de adaptarlas en aquellas casas viejas habilitadas para colegios. Esta circunstancia provocó prácticamente, que todos estos colegios fueran poco a poco cerrando y desapareciendo tristemente.
Sencillamente creo que aquella ley, fue la forma encubierta menos acertada e inesperada, que además de no facilitar los más mínimos recursos para llevar a cabo las reformas necesarias, que imponía la citada ley. Y creo que indudablemente era la peor mejor manera de comunicar -entre líneas- y sutilmente sus definitivos cierres. En cambio, esta ley no afectaba en la misma proporción y medida al de Huérfanos de la Armada ni a los religiosos -no por religiosos- precisamente, sino uno y otros por sus propias y adaptables instalaciones de las que disponían, más acordes con la ley en cuestión, a diferencias de los otros.
No obstante más tarde, nuestro municipio movido por las peticiones y recogidas de firmas por parte de los alumnados de algunos de aquellos colegios, accedió a sus peticiones, no exentas de dificultades para los grupos de alumnos de esos colegios, que promovieron las correspondientes firmas de adhesiones en solicitud de rotular ciertas calles con los nombres de los respectivos colegios o en su lugar, los nombres de los propietarios o directores como reconocimientos a su labor -y qué labor- en la que hubo sus salvedades para algunos, sus ventajas para otros como también la ignorancia absoluta para los más desafortunados en el olvido.
Por eso, no puedo entender que D. Luis Espósito Rubio, que tan excelente y buen profesor fue, qué a tantos alumnos enseñó, primero en la Academia Ramos, luego y en la misma, a los adultos, que preparó para acceder a sus respectivas profesiones. Y posteriormente en su propio colegio, San Luís Gonzaga, preparándolos para aprobar aquel examen de ingreso en el Instituto Columela de Cádiz, necesario e imprescindible para cursar el bachillerato ¡No tenga a la sazón el reconocimiento de tener rotulado una calle a su nombre por su labor y sus méritos contraídos a favor de la enseñanza!
Y por eso recogiendo las voces no sólo de sus alumnos y la mía propia, que desde aquí otra vez reivindico, sino también las que en el mismo sentido se pronuncian en las redes sociales.
O que la calle 18 de julio se sustituyera por Pintor Pepiño, cuando más abajo y muy cerquita, estuvo el Colegio de Huérfanos de la Armada (el mismo precisamente donde desarrolló toda su labor docente Matilde Vez García, tampoco tenga nombre de calle). Y menos aún, se justifica la rotulación de la calle Colegio Naval Sacramento, que nunca fue naval ni hubo colegio, ni fue sacramento.
Finalmente a la vista de todo lo narrado y sólo como anécdota curiosa, hago referencia de la academia de mi padre, que estuvo situada en la calle San José y San Antonio 4 y Patrón, 27. Y recogiendo la masa de alumnos de toda aquella extensa zona de la Casería, Estación, Glorieta, San Carlos, etcétera, la rotularon con su propio nombre y no con el de -Academia- como así la solicitaron sus propios alumnos, situándola además detrás del patio Cambiazo en una de las bocacalles de la calle San Juan de la Cruz No obstante, hacerlo tan lejos de su entorno y en tan corta calle de no más de dos casas, no ha evitado sin embargo, que en una de ellas, viva un alumno suyo: ¡paradoja de la vida!.
Y estos son los episodios innecesarios, que a veces suceden, que enrarecen y desvirtúan la realidad, el encanto y el romanticismo de nuestras vivencias más íntimas y recónditas ancladas en el pasado de nuestro ser. Ojalá alguna vez, tengamos que decir lo contrario. Y entonces invertiré el título de este artículo -La injusticia de lo justo- por ¡lo justo de la injusticia! DIARIO Bahía de Cádiz