Este artículo nace de la casualidad. Una conversación vía whatsapp que acaba en la propuesta de utilizar una etiqueta (hashtag si lo prefieres) como #LaHamburguesaMásCaradelMundo.
La cosa es que el asunto me ha dado para pensar cómo sería esta hamburguesa –que bien podría extrapolarse a otro plato– por la que valdría la pena pagar un precio elevado y se entiende que justo.
No sé qué pensarás tú, pero para mí tendría que ser especial, partiendo de que tendría que satisfacer mis expectativas. No es lo mismo ir a una multinacional de comida rápida, a un burger modesto pero resultón o a un establecimiento que buscar ser la casa de la hamburguesa.
Por supuesto, otro aspecto muy valorable sería la personalización del producto a mis gustos, un paladar capaz de atreverse a degustar una hamburguesa sin kétchup. ¿Todo un valiente, verdad? Por eso apostaría por carne de calidad, no resultado de sobrantes, por ejemplo. Y si es exclusiva, mejor, porque hoy está muy de moda comprar o consumir gourmet.
A esto uniría, hasta el punto de casi exigirlo como elemento indispensable, un trato correcto, educado y amable en el servicio y la atención. Y, no puede faltar, el contar con un establecimiento capaz de crear un ambiente en el que puedas saborear la propuesta culinaria en armonía, tranquilidad y con una conversación en la que no sea necesario tener que gritar para comunicarte con quien te acompañe.
No sé si tú, que estás leyendo esto, coincides en mis condiciones. Tal vez únicamente contemples algunas, e incluso puede que tengas muchas otras, bien distintas.
En realidad, poco importa, porque en lo que sí estaremos de acuerdo es en que no todo el mundo podrá satisfacer eso que pides y por lo que estás dispuesto a pagar el precio justo. Quizás muchas personas sean las que lo intenten, pero no todas serán capaz de hacer que aceptes el acuerdo comercial, que es de lo que se trata al fin y al cabo.
Pues lo mismo ocurre o, mejor dicho, tendría que ocurrir, cuando hablamos del periodismo en particular y de la comunicación (con todas sus facetas, comunidades virtuales incluidas) en general. Un producto y servicio de calidad hay que pagarlo, porque sólo así puedes garantizarte profesionalidad. Los conocimientos, la formación y la experiencia no son gratis, son ingredientes que se consiguen a base de esfuerzo, dedicación, dinero y tiempo. Tiempo, palabra fundamental, porque no vuelve y porque, imagino, tú, que te dediques a la hostelería, al comercio, la peluquería, la venta de inmuebles, la abogacía o a lo que quieras, como yo lo hago a la comunicación y al periodismo, lo cedes a cambio de un precio justo, sea o no el más caro del mundo. DIARIO Bahía de Cádiz