La muchacha cogió la flor para adornar su pelo.
El farmacéutico cogió la flor para fabricar un remedio.
El botánico cogió la flor para contar sus pétalos y estambres.
El maestro cogió la flor para enseñársela a sus alumnos.
El arquitecto cogió la flor para inspirarse en sus proporciones.
El agricultor cogió la flor para que engordaran más sus frutos.
El banquero cogió la flor para adornar su despacho
El senderista cogió la flor para tenerla de recuerdo.
El filósofo cogió la flor para evocar un proverbio japonés que dice
“Todo cambia en este mundo, pero las flores se abren cada primavera, como siempre”.
Y la escritora cogió la flor para crear este cuento que acaba por decirte:
“Todo cambia en esta vida, pero la alegría está siempre dentro de ti, aguardando a que cada día tú crees su primavera para poder florecer”.
Raquel Cánovas Molina DIARIO Bahía de Cádiz
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