Ahora que tanto se habla de la baja calidad de la enseñanza, de los deficientes resultados de los alumnos, del lugar que ocupa ésta en el ranking europeo e incluso en el internacional; creo que resulta conveniente salvando las distancias, hacer diversas consideraciones.
Pero antes de entrar en detalles, salgo al paso por lo que pueda representar mi opinión ante la eventualidad que se la pueda considerar o tildar de romántica o trasnochada y seguramente tendrán razón, pero no obstante voy a tratar de exponerla humildemente, según mis propias convicciones y experiencias.
Y como consecuencia y por centrar una fecha, he elegido la que aparece en el título y en una ciudad como puede ser la nuestra, que en realidad no será muy distinta a la del resto de toda nuestra amplia y variada geografía.
Geografía que por cierto hoy no se estudia básicamente (pero claro están los ordenadores), por citar un ejemplo rápido, enlazando con la última palabra del párrafo anterior. Y así podría continuar con otras disciplinas y materias, sin menospreciar los ‘efectos positivos’ que el buen uso de los citados ordenadores, representan en la sociedad actual cuando estos son -utilizados convenientemente- en pos del bien común.
Ciertamente en los años 50 la enseñanza no disponía de ordenadores, ni de tantos libros que hoy se necesitan para ser transportados en pesadas mochilas o en carritos para aliviar su peso. Y pregunto ¿para qué?
En aquel entonces sólo existía un sólo libro -la enciclopedia- en sus distintos grados que era el compendio de todas las materias y asignaturas objeto de aprender. Un libro de lectura, unas caligrafías, unos cuadernos y poco más en cuanto a material didáctico y escolar.
Y en cuanto al orden y a la disciplina se desarrollaba a través de las normas y los idearios de la escuela de entonces: saludos, cantos, rezos, recreos, premios y correcciones o castigos (qué palabra). Y la jornada escolar era completa, dedicando una tarde a la semana a descansar, que en la mayoría de los colegios, solían ser los jueves y en los menos los sábados.
Los maestros sólidamente preparados, se preocupaban no sólo de enseñar, sino de perfeccionar la lectura, la caligrafía y la ortografía, mediante prácticas diarias. La lectura con repeticiones, corrigiendo su dicción igual que la caligrafía en la que se pasaba de cuadernos numerados hasta llegar al máximo, y la ortografía se corregía a base de repetir unas 20 veces o más las palabras en las cuales se habían cometido la falta, pero ya bien escrita para recordarla y así evitar un futuro error ortográfico.
Las enciclopedias contenían gramática, aritmética, geografía, ciencias, historia de España e historia Sagrada, que a medida que se pasaba de curso incrementaba y abundaba en sus programas y en sus conocimientos. Hoy no sólo se ha obviado en los textos parte de nuestra historia, sino que además algunas disciplinas han sido eliminadas.
Y existía lo que se llamaba -tarea de casa- (qué horror) que generalmente consistía en realizar unas sumas, restas, multiplicaciones o divisiones según los grados que se hacían en unos cuadernos de cuadritos, tratando de introducir los números en ellos. Así como en otros de pautas rayadas sobre las cuales se escribía lo que se copiaba de una determinada página que se señalaba del correspondiente libro de lectura. Amén de algunas grecas y dibujos, cuyos resultados incidían en el orden, la limpieza y en la disciplina.
Se pasaba listas y notas diarias y a los alumnos que se distinguían se les premiaba generalmente con unos vales, unos caramelos o una barrita de regaliz y sus nombres figuraban en el cuadro de honor del colegio al final del Curso. Y a los que no, se les hacía repetir las tareas deficientes fuera del horario escolar y si ustedes quieren a modo de castigo, pero que desde luego constituía un eficaz remedio de estímulo, rectificación y recuperación, que más tarde les servían a los alumnos para su educación, el comportamiento y el desarrollo de su vida adulta y futura.
Las tablas aritméticas, el catecismo y el mapa se aprendían cantando y constituía un -bendito anticuado método pedagógico- que por tan anticuado ha permitido que todos los qué practicaron el sistema, todavía lo recuerdan sin necesidad de ordenadores.
Conclusiones: ¿qué hemos conseguido, qué hemos avanzado en nivel educativo, existencial y formativo del niño que es lo que realmente debe importar en la moderna escuela? Sí, se ha ganado tal vez en medios, en comodidad, etcétera, pero no en enseñar los conocimientos básicos y elementales, mínimos e indispensables para la formación integral de los niños, que serán en definitiva los hombres del mañana y los que nos gobernarán. Y será por eso quizás, la decrepitud y la insolvencia que se oye decir que padece nuestra enseñanza actual pese a los modernos medios y métodos actuales.
Y sin entrar en otros detalles más profundos, como los planes de estudios, la formación del profesorado, los idearios, la diferencia que existe de la misma enseñanza en cada Comunidad. La aparición de móviles y ordenadores que si bien permite consultarlo todo sin estudiar y comunicarnos con el mundo entero en segundos.
Por otra nos aísla de la comunicación íntima y personal, y del contacto del calor humano, que es fundamental y necesario para el enriquecimiento de nuestro espíritu, de nuestros sentimientos y de nuestro intelecto.
Incluso fuera de la vida escolar, es frecuente contemplar la estampa de varios amigos sentados sin hablar de viva voz entre sí, pero en cambio sí comunicándose a través del móvil aún estando al lado. O a las familias enteras que sentados en una terraza, cada miembro están inhibidos utilizando el suyo.
Cuento una anécdota reciente oída de una madre indignada en ocasión de su protesta ante el tutor de su hijo, quejándose del poco avance que este recibía en materia de enseñanza. La respuesta del tutor, fue la siguiente: ‘señora su hijo viene a socializarse no a aprender’. Júzguenlo.
Y volviendo a la enseñanza tal como está planteada en la actualidad -perdónenme ustedes- pero desde luego me quedo con la vieja escuela y su antiguo método de enseñanza romántico y trasnochado. DIARIO Bahía de Cádiz