Circular con un automóvil o en cualquier otro tipo de vehículo a motor ya sea por la ciudad o por la carretera, cuanto menos, representa una aventura.
Y es que por lo general se ha perdido el respeto a las normas del código de circulación hacia los demás conductores y en consecuencias: tal vez a nosotros mismos.
Conducir hoy un vehículo a motor constituye una gran responsabilidad para la que hay que estar suficientemente preparado. Un automóvil no es un juguete, sino que en un momento determinado puede convertirse en una máquina muy peligrosa con resultado de heridos o incluso de muertes.
Por lo general los intermitentes no se utilizan con el perjuicio y la incertidumbre que esto evidentemente supone. Rodear o cruzar una rotonda, significa introducirse en un laberinto de gran riesgo donde hay que adivinar qué dirección toman cada uno de los vehículos que la circundan además de la velocidad que se emplea en una zona tan comprometida.
La señal de ceda el paso no se respeta o parece que no existe. Y a veces sirve más para establecer una competición cuando un vehículo pretende pasar primero sin importarle quién tiene la preferencia. Situación que aumenta más su peligrosidad cuando se trata de incorporarse a una carretera principal viniendo de una secundaria.
Las velocidades no se reducen ni se ajustan a la permitida tanto en la ciudad como en la carretera. Circular en carreteras de dos vías por la zona de la izquierda permanentemente es habitual interrumpiéndole el paso a los vehículos que lo solicita, obligándoles a que adelante por la derecha en su caso. Otro caso es adelantar por la derecha inopinadamente sin causa que lo justifique. O Circular muy ajustados al vehículo que se precede tanto circulando detrás de él o cuando se le adelanta. Esta es una práctica constante y peligrosa. Y la peor es cuando se trata de adelantar a otro vehículo, éste aumenta la velocidad que mantenía. Así como un larguísimo etcétera.
Por eso una buena -educación vial- que supuestamente se debe poseer y no se practica, reduciría sin duda las anteriores infracciones. Pero lo más significativo de este tremendo caos, es que nadie trata de evitarlo y menos aún admitir un consejo o una sugerencia en pos de una dócil, cómoda y fluida circulación que beneficie a todos en general. Y sin embargo el resultado no es otro, que hasta los más educados pierden el control y la compostura al volante.
La actitud de la conducción se ha generalizado llegando ya a cotas de tanta indiferencia que hasta muchos de los profesionales del volante, incluidos algunos profesores de autoescuelas, que sorprendentemente no prestan atención -a pesar de la responsabilidad que tienen en la instrucción de esta enseñanza- al uso de los intermitentes cuya práctica que se sepa sigue vigente en el código de circulación. Y su aplicación no cuesta nada para lo mucho y grave que puede provocar. Sólo cuesta ‘la molestia’ de mover un solo dedo.
Por otra parte, solamente se respeta y no deja de ser lamentable, cuando se prevé la inminencia de una sanción o cuando advertimos o se impone la presencia de la autoridad competente de turno.
Sin embargo ésta es una cuestión tan seria que bien merece el ejercicio de una profunda meditación, que nos lleve a -reconducirnos- nunca mejor dicho tratándose de ‘conducción’ porque va en ello implícita, nada más y nada menos que la vida de las personas incluso la nuestra, la de un familiar o un amigo. Y solamente se trata de respetar el código de circulación que todos hemos estudiado, pero para cumplirlo. DIARIO Bahía de Cádiz