No se va a levantar la economía porque los ancianos trabajen, aun cotizando por ello. No va a cobrar una abuela por hacer cuerpo de casa a uno de sus hijos o por convertirse en el aviadero de recoger a niños en el colegio, darles de comer y llevarlos a las extraescolares. No va a cobrar un abuelo por hacer mandados, llevar encargos en su camioneta o estar disponible 24 horas para lo que quieran sus hijos. Eso sí, seguro que habrá quien piense en explotar a los jubilados diciéndoles que la pensión aumentará y encima se distraen. Hay gente para todo, como dijo el Gallo, hasta para puñetear o matar a sus hijos como el presunto de Ubrique que se cree que arremetió puñaladas como si le fuera la mala sangre en ello.
Ya se ha abierto la escenificación de las extraescolares y junto al inglés, rasuradito, y el apoyo escolar, están los deportes, que ya saben que algunos les hace ir a degüello.
Hay gente que quiere más que nadie a sus hijos, porque no les han salido de las gónadas como a todos sino del hálito de los dioses, siendo la perfección en persona. Ya les he hablado antes de éstos que se pelean hasta con Job por salirse con la suya. Los hay y los vemos, los sufrimos y encima les tenemos que aguantar que disimulen haciéndose los indiferentes. Luego sacan la navaja y te la cavan en mitad de la espalda. Tampoco es tan inusual, porque si van a fiestas de cumpleaños o reuniones ya verán que son Gran Hermano en día de gala, luego en petit comité hay confesionario y te dicen en la oreja trasera todas las imperfecciones anímicas del más amigo suyo.
Mi padre dice que soy una ingenua, pero no, es que me parece que la historia de nuestros orígenes como clan debería servir para algo, no solo para hacerme dormir una noche en que pienso desesperadamente en lo que perdí, sin estar todavía preparada para superarlo.
El dolor es así, se te clava por los resquicios y te hace malo, no por pura maldad, sino por amargura de no poder tener lo que era tan tuyo.
No envidio a quien es feliz, ni pienso en que ojalá todo le fuera mal para igualarnos en desgracias. No soporto a la gente que es así, y me joroba en extremo que se mire a los demás para criticar lo más mínimo sin ser capaz de hacer autocrítica o mirar cómo sacar cabeza de tanta basura epitelial.
No es envidia lo que socava la pena, es el cuerpo físico que le lo comprime y el espíritu que te lo deja roto, sin ganas de entablar pelea.
Lo mismo es cierto lo que me dijeron el otro día y los buitres huelen la carroña, pero tampoco me importa demasiado, sigo dando pedales desde mi incomoda bicicleta para no alterar el paso y les miro y me sorprendo, no por ingenuidad, sino por incredulidad que saben que de ésa sí gozo en abundancia.
Hay gente para matar a sus hijos y para morir por ellos, hay gente que se levanta por la mañana pensando a quién le va a fastidiar el día y gente que es más falsa que una moneda de dos pesetas. Y no por los interneses, no se me escancien, que hay quien está a tu lado virtualmente, frente a gente que conoces de toda la vida y que solo te salta al cuello.
Porque hay gente que acuchilla a sus hijos, se acuesta con las amigas de su mujer y que secuestra a una niña china de cinco años para satisfacer su miseria y personas que te echan un cable aunque sea escuchándote decir que hay gente muy miserable. Personas que están ahí invisibles y cotidianas, miradas sentidas y risas apaciguadas porque no hay que preguntar a un dolido cómo te sientes, para vérselo en la cara.
No hay que preguntar dónde vas a estar en Halloween, para pasarse por tu casa, cuando tienes el alma machacada, solo entender que el mundo no es tu ombligo, ni todo se soluciona con sonrisas enlatadas, amistades de Gran Hermano con traiciones televisadas. Hay que ser más humano, con más callos en el cerebro y menos heno en las manos. DIARIO Bahía de Cádiz