Sustraerse en nuestros días de las corrientes de opiniones que se vienen publicando en los medios de comunicación -sobre todo- en las redes sociales, resulta harto difícil.
Especialmente cuando no pocas personas supuestamente dotadas de una visión general de la crítica en todos los campos y en todas las direcciones, utilizan estos medios para manifestarse. Es decir, saben y salen al paso de todo.
Parece como si se tratara de una carrerilla incontrolada cuya meta no es otra cosa que la de aparecer en la foto, en el reportaje, o, de alguna manera hacerse destacar aunque para ello se recurra en determinadas ocasiones y según los casos a la práctica de procedimientos descalificadores y otros tipos de improperios.
Todo se debate, todo se censura, todo se discute, todo se polemiza y “todo vale”. Sin embargo, es bueno y saludable que esto suceda siempre que no se fomente la duda ni se atente contra la objetividad de los temas tratados y menos aún, si no se corresponden exactamente con el rigor de la verdad.
El riesgo de esta realidad, radica fundamentalmente en el daño que pueda ocasionar una mala o tendenciosa opinión dirigida sobre particulares, colectivos e instituciones bajo no se sabe qué fines, propósitos o simplemente por el solo empeño de resaltar en esa opinión su verdad que no la razón de la misma.
Que quede bien claro que no se cuestiona en ningún caso las opiniones vengan de quienes sean o procedan de quienes quieran. Estas son libres por principios y legitimas por naturaleza. Pero sí pierden esas facultades en función del uso que de dicha legitimidad se realice, independientemente de que encuentren eco o no ante la posibilidad de difusión que les proporcionan hoy algunos medios de comunicación tales como la prensa, radio, televisión y sobre todo las redes sociales.
Ciertamente hay cosas que no funcionan. Y que tal vez conviene denunciar y es bueno hacerlo aunque desde la ponderación, el respeto y el fundamento que debe asistir a toda actitud que provenga del denunciante. Actitud que intento hacerla mía sin pretender convertirme en sabedor de todo lo que se mueva, ni ex cátedra de lo que escriba.
Leyendo a Confucio viene a cuento recordar lo que durante el curso de su fecunda vida repetía con relativa frecuencia: ‘‘para seguir la senda de la verdad debemos cuidar no engañarnos’’.
El camino de la verdad -decía él- es ancho y fácil de hallar. El único inconveniente estriba en que los hombres no lo buscan.
He aquí el problema: ¡la mayoría de los hombres no buscan la verdad! Prefieren si es posible desvirtuarla o conducirla por otros derroteros y así confundir, establecer la discordia, la duda, el desprestigio y cuantas artimañas tenga a su alcance para evitar que tal o cual cuestión prospere o llegue a buen término, sin advertir que esas actitudes, evidencian sus propias desestimas y descalificaciones no exenta a veces de algunas dosis de orgullo, odio, rencor, envidia o resentimiento.
Hace pocas fechas se cuidaba el lenguaje y las opiniones eran de peso, contrastadas, objetivas, esmeradas y especialmente respondían a una estrecha relación entre el efecto y la causa. Hoy parece que es el efecto lo que realmente preocupa y cuánto más sangrante sea éste ¡mejor!
Las causas buenas tal vez no interesan demasiado y sus probabilidades de mejoras o correcciones han pasado a segundo plano. Y eso lamentablemente se percibe y constituye un mal endémico que ha calado hondo en un sector muy importante de la sociedad como consecuencia quizás, de las crispaciones a las que está sometida.
La solución no es difícil aunque sí quimérica supongo. El consumismo, la globalización y la ausencia de valores marcan las pautas. Pero si solamente fuésemos capaces, consecuentes y responsables con nosotros mismos, benévolos y tolerantes con los demás y optásemos por la vía del diálogo distendido, pausado y razonado, defendiendo exclusivamente la verdad tal vez mejoraría: causas, efectos y resultados.
Porque seguramente cultivando esa verdad podríamos cambiar al menos la cultura del ‘todo vale’ por la cultura considerada como tal en su más -amplia expresión- que es la que realmente enriquece, enaltece y consolida a los pueblos. DIARIO Bahía de Cádiz