Hace cierto tiempo me propusieron que escribiese algo sobre la crisis de valores y lo hice con sumo gusto, pero fijándome en el tiempo transcurrido desde entonces -bastante por cierto- he comprobado que no sólo no ha cambiado algo, sino que cada vez lamentablemente existen mayores lagunas y despropósitos.
Ni siquiera hace bueno el pensamiento de Don Miguel de Unamuno cuando dijo: el escritor solo puede interesar a la humanidad cuando en sus obras se interese por la humanidad.
Es cierto y no se descubre nada nuevo, que el mundo padece una auténtica crisis no sólo económica, sino otra más profunda todavía e importante según creo, cuya causa no se encuentra exclusivamente en la falta de dinero precisamente, aunque también.
En este sentido tampoco creo que no sería apropiado constatar la existencia de un país rico y otro pobre. Ni tampoco diferenciar de que existe un mundo blanco y otro negro -como dato de un simple ejemplo- sino solamente afirmar que hay ‘un mundo’ y mientras este concepto generalizado exista, sin que exista la ‘conciencia’ particularizada de los hombres ‘aceptando’ que no hay un hombre rico ni otro pobre, sino ¡un hombre! Poco o nada se podrá resolver.
Y no son suficientes las declaraciones de buenas intenciones en las que concluyen ‘las reuniones de los jefes de estados’ para erradicar el hambre y la pobreza, que se cierne sobre este tumultuoso y denostado mundo en el que vivimos, mientras no se realice una decidida, equilibrada y justa distribución de la riqueza.
La crisis de valores que efectivamente también adolece el mundo actual en el que vivimos, quizás sea más grave que la anterior, porque no se basa en el dinero exclusivamente, sino en la ausencia de los valores, de las virtudes, de la ética y de la moral. Y qué además curiosamente -si lo pensamos bien- no cuesta nada adquirirlas, dado que se aprenden generalmente por el testimonio de la repetición y de sus ejemplos.
Pero los ejemplos que la sociedad nos muestra hoy son preferentemente el ocio, el divertimiento desenfrenado a veces y en ocasiones -las más frecuentes- la ‘del todo vale’ que aún siendo movimientos que podríamos decir legítimos, deberían estar sujetos no obstante a las formas y al respeto sobre los demás.
Tal vez se evidencia un puente en la transmisión y en la enseñanza entre Abuelos y Padres dice la voz del Papa Francisco. Y se basa en la pregunta que le hizo a un niño en la entrevista habitual que en general concede todos los Miércoles, sobre quien le había enseñado a rezar. Y éste le respondió ¡Mi Abuela!
Otro ejemplo que resume los otros anteriores, se trata de la sencilla práctica formativa y testimonial desaparecida de la mayoría de los hogares, referida a la buena educación, a las buenas costumbres y a las normas de comportamientos, dado que estas prácticas significan, un preciado y eficaz trampolín para despertar en el niño desde su más tierna infancia, su inclinación por la educación, desarrollándola.
Los jóvenes de hoy son los continuadores de las generaciones, que nos antecedieron y como consecuencia, también -establecen el puente- de unión entre aquellas y las venideras, que estén por llegar. Y aunque entre ellos los hay muy buenos y formados, tenemos en cambio a otros algo desorientados, a los que les diría simple y cariñosamente ‘piensa que tú vale mucho’ para la humanidad y sobre todo para mejorar al conjunto de la sociedad. Y entonces el pensamiento de Don Miguel, sí tendrá el sentido, el verdadero valor y la aplicación que el ilustre escritor preconizaba. DIARIO Bahía de Cádiz