A la gente le ha dado por correr. Y por bailar y por ir al gimnasio y por hacer yoga. Y la epidemia no pasa, el virus se extiende. La gente crea foros cibernéticos por todas partes, estoy leyendo la tesis de Mónica Cuervo sobre las representaciones sociales del ciborg a través de la historia –dirigida por los doctores Miguel Nieto y Fernando R. Contreras- y compruebo que el personal nunca ha dejado de correr detrás de un imposible, como el caballo tras la zanahoria. Corre detrás de una máquina que ayer fue un mito y hoy es una realidad y en ambos casos le sirve para ir más allá de sí misma porque no se acepta ni acepta su medio ambiente.
Son los viejos nuevos tiempos. El humano lleva toda su vida buscando aparearse, anhelando el aprobado de los otros -al tiempo que odia a los otros- y mirándose en el arroyo cual Narciso eterno para observar su cuerpo. El humano anhela cultivarse como un narciso y conservarse a ser posible como un martillo en manteca. Todo el mundo está loco menos yo, todos llevan el paso cambiado menos yo y algunos como yo. Por ejemplo, ese único dentista que, entre diez, no recomienda la pasta dentífrica del anuncio. ¿Quién será ese sujeto? ¿Será una sujeta? Me gustaría conocerl@, me gustaría saber de gente parecida a mí, llena de optimismo pesimista, que no le teme a la soledad, al revés, que va donde deba ir pero en pequeñas dosis, que escribe artículos mientras los demás corren en esas ceremonias rituales a las que llaman deporte, vida sana, alterne…
Woody Allen veía a la gente correr por Nueva York en una de sus películas y se compadecía de ellas. Y la verdad es que debe ser sano pero no cuando se hace para huir de uno mismo y para imitar lo que hacen actrices y actores o para sentirse protagonistas por unas horas por falta de autoestima y vida interior. Muchos corredores deben estar de acuerdo con los versos de Rafael Montesinos: “Que nadie se llame a engaño,/ todo el que vive por dentro,/ por dentro se va matando”. Como Teresa de Jesús, viven sin vivir en ellos, y se largan a correr, o sea, a vivir por fuera y a darle la razón al franquismo cuando nos proyectaba por televisión aquel anuncio que decía: “Quien mueve las piernas, mueve el corazón”.
Del ejercicio como cultura se ha pasado a la carrera programada de pasarela y lucimiento, algo que también es cultura. Los corredores y demás hasta tienen boutiques, una de ellas, Decathlón, donde podemos hallar más tonterías que utilidades de verdad. Felicito a esta empresa por haber logrado hacer negocio con la pamplinez ajena porque se trata de hacer negocio al tiempo que se lleva a término un servicio público, ¿verdad? Pues misión cumplida, si se quiere anunciar en este diario o ya lo hace no tiene por qué enfadarse con el director ni conmigo: la felicito, como felicito a tantas otras que estudian científicamente la psicología humana y le colocan el producto. Las boutiques deportivas son la antítesis de la calle o la plazuela de tierra, el balón de trapo, los calzones cortos, los indestructibles meybas y las camisetas empolvadas con las que se hacía el mismo deporte pero casi gratis. ¡Qué progresos!
En los gimnasios, los corredores utilizan esas plataformas donde corren y corren para no ir a ninguna parte. Es una metáfora perfecta del mundo, por ejemplo, de Wall Street, los grandes hombres y mujeres que corren y corren para no concluir en ningún lugar salvo en la depresión, la angustia, la tensión permanente, la ansiedad…, eso sí, rodeados de lujos que son como un decorado de cartón piedra y que acaso ni puedan disfrutar.
Correr y correr, la carrera eterna de la vida que no lleva a la vida eterna porque eso será cosa de la ciencia que corre aún más que los corredores de piernas. El científico, el filósofo, el escritor, corren contra sí mismos y contra el tiempo que se les escapa cuando la meta del final de su trabajo aún ni se divisa. Para ellos correr está a su disposición, no son ellos los que están a merced de las carreras. Cada cual a su carrera, a fin de cuentas, lo que buscamos es algo de felicidad y aire fresco en este mundo redondo aunque achatado por los polos que corre en una galaxia. Hasta ella misma corre para nada pero mientras muere a ver quién nos quita lo corrido. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig