En estos días de campaña electoral, donde la falsedad campea libremente por nuestras calles, se nos ha ido alguien que dijo verdades en las tablas del Falla, el GADITANO de Ayamonte, el que llegó a la fiesta en 1961 y se marchó con una ‘Serenata’ comparsa para la que las nuevas generaciones no estaban preparadas, cegados por los gorgoritos y gritos con postureo, la caballerosidad y el buen gusto sobre un escenario se les hizo raro.
Se nos fue como tantos otros, como Pedro, Paco, El Chimenea, Fletilla… al menos en vida pudo dar el pregón, vio como le nombraron hijo adoptivo de Cádiz… pero la calle le llegó tarde.
Una calle no es cuando aún se está vivo, una calle dedicada es para ir de la mano de sus nietos y decir “esto me lo ha regalado Cádiz, porque mis paisanos han querido”. CÁDIZ, no cuatro políticos verbeneros, porque lo ha decidido su Tacita.
Pero llegó, quizás porque tanto en el Ayuntamiento como en las múltiples asociaciones de carnavaleros tienen el corazón de piedra, y no supieron entender “que si las piedras son duras es según el modo en que se las mire”, quizás porque los egos sean dominantes y todos quieran ser capataces en este ‘Rancho Grande’.
Nadie alzó la voz a tiempo, exigiendo una recompensa justa al padre de los Pescadores Fenicios, Braceros de Pueblo, Escarabajos Trillizos, Dandis Negros, Hombres del Campo, Oro de Andalucía… los cumpleaños se celebran en plenitud de facultades no en los ocasos. ¿Acaso no entiende la Asociación de Autores que ellos son los que pueden mandar sobre la concejalía de Fiestas? ¿Acaso los cojones se quedan en coplas y no en un porrazo sobre la mesa?
Muchas preguntas, pero lo único que sé es que ‘El Día de las Madres’, ‘Se piensa de Andalucía’, ‘Con este peinado’… seguirán en la memoria del aficionado. Los regalos que nos hizo Don Enrique, y no contento con darnos joyas, nos ofreció a sus hijos que nos legaron unas Momias de Huete, Soldaditos, La Señora…
Se nos fue Don Enrique, a ese cielo lleno de gaditanos, volverá a competir contra Paco Alba y Pedro Romero. Podrá charlar con Don Fernando Quiñones sobre la playa de La Caleta, podrá comentar los partidos del Cádiz con Don Manuel de Irigoyen y El Macarty. Pero lo que no podrá contarles es “yo pasee por una calle con mi nombre, me la regalaron los gaditanos”.
¿Cuántas veces cometeremos el mismo error? Tendremos que esperar a que Quiñones, Antonio Martín, Pedro el de los Majaras no estén para darles una alegría a quienes nos han regalado tanto.
Lo siento, pero paseo por mi ciudad y nombres como Belén, Cooperativa, Parlamento o Gas no me dicen nada, el peloteo hacia el Borbón me da asco, ver como se le dedica una plaza a Sevilla en claro arrodillamiento provinciano me enciende la sangre, otra cosa es que cada capital andaluza tuviera representación, y Cuba, Buenos Aires, México… y otros supuestos hermanamientos de ultramar hoy en día no tienen razón de ser.
Los gaditanos siguen en el olvido, pero las coplas serán eternas. DIARIO Bahía de Cádiz