En esta querida Isla a veces suceden cosas y casos, que son realmente curiosas y muy difíciles de entender.
Recuerdo que en cierta ocasión, hice un viaje a Ibiza y quedé hartamente sorprendido tras una visita guiada para mostrarnos unas pequeñas lagartijas; autóctonas del lugar. Pero lo que más me llamó la atención, fue la forma de venderlas en el sentido más estricto del fin comercial y turístico.
Inmediatamente, mi imaginación voló de aquella isla a la nuestra y pensé. ¿Cuántas cosas tenemos aquí susceptibles de vender similares a aquellas, que por típicas que fueran, eran simples «lagartijas»?. Y es que el ejemplo nos ilustra hasta qué punto llega la intuición de los mortales, si se puede obtener de lo más inverosímil, resultados tan satisfactorios, considerándolos como una fuente de promoción y de ingresos.
Porque creo que aparte de las lagartijas que también las poseemos aquí y que en este caso serían -lagartijas cañaíllas- no habría que agudizar mucho el ingenio para vender turísticamente, todo lo que disponemos de consumo, sitios históricos, monumentos, edificios públicos, privados y los de carácter militar y religiosos, que lamentablemente no valoramos, a pesar de su importancia, dado que pasan desapercibidos para muchos isleños.
Sin embargo algunos de -éstos isleños- tal vez sí conocen con mayor precisión, no sólo los que se encuentran -más alejados de los nuestros- sino que además prefieren consumir afuera, aquello que pueden hacer adentro.
Otra de nuestras características más peculiares, comentada por los autóctonos isleños más antiguos, es la de concederles mayor atención a lo que nos llegan de otros lugares, sin valorar todo lo bueno y estupendo que tenemos adentro. Es decir con -la marca- de nuestra propia y querida Isla.
También dicen que es muy frecuente seleccionar gratuitamente a las personas, en base -a que ésta sí o ésta no- o también la de etiquetarlas -bien o mal- sin razón cierta, aparente ni siquiera suficiente.
Pero lo más llamativo, es la escasa aceptación que se le presta, cuando alguien de los nuestros, destaca en algo por insignificante que sea, sin pensar que reconocerlo, constituye -una hermosa acción- que dignifica y enaltece tanto al que la manifiesta como estimula y distingue al que la recibe.
Y mientras tanto, en este trocito tan querido de nuestra tierra, hay otra buena cantidad de -isleños anónimos- sencillos y humildes que acumulan muchas ciencias y son verdaderos posos de sabidurías en todos los campos del saber humano; contribuyendo con ello al bien común de nuestra sociedad y sin embargo, pasan olímpicamente ignorados, aunque tengan nombres y apellidos.
Pues bien, como decía al principio, con este creo que insignificante artículo, sólo se pretende glosar brevemente (porque hay para más) algunas de las semblanzas más significativas que se producen con relativa frecuencia en esta Isla de nuestras culpas y de nuestros amores.
Sepan que está basada exclusivamente en la realidad objetiva de la observación sin ahondar en otra cosa más allá. Y que fiel al anonimato del título, solamente se señalan pistas y se omiten autores. Sugiero que ustedes coloquen en cada caso, los nombres de los que tienen en sus mentes y seguramente: ¡Acertarán!
Debo aclarar que esta descripción no sólo se debe tomar como una idea general, principal y/o exclusiva, que en cierto modo, desde luego lo es. Sino más bien como una idea o recomendación para pensar y obrar en positivo y con más visión de futuro. Porque en realidad, tenemos una gran ciudad y una ciudadanía capaz si nos lo proponemos -entre todos- de cambiar algunas cosas. Y así podremos engrandecerla, amarla y disfrutarla más y mejor. DIARIO Bahía de Cádiz