“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes”. Cicerón.
El nacionalismo es una droga que tanto afecta a civiles como a funcionarios, militares e, incluso, a religiosos. El caso del País Vasco y, en mayor medida, en estos últimos tiempos, el de Cataluña; son claros paradigmas de hasta donde este virus infeccioso puede calar en un pueblo, de modo que consigue obnubilar la razón, fanatizar los sentimientos y alterar el sentido común de las personas, cuando los políticos consiguen inyectar dosis masivas de esta droga entre un grupo de ciudadanos que carece de las defensas necesarias para hacerle frente.
En Cataluña todos hemos tenido ocasión de conocer de primera mano lo que ha sido uno de los escándalos más vergonzosos que se puedan haber producido dentro de una familia que ha estado dominando, durante décadas, la política de esta comunidad, una familia que han tenido un poder omnímodo para hacer y deshacer lo que les ha venido en gana; que han sido durante años el ejemplo del catalanismo; que han gozado del respeto y la sumisión de millones de catalanes y que, como después se ha podido saber, han hecho de su capa un sayo, mangoneando en la administración pública catalana, practicando el nepotismo más descarado, haciendo negocios a costa el erario público y convirtiéndose en una verdadera potencia económica, con importantes inversiones no sólo en Cataluña sino en el resto del Mundo, como por ejemplo en México. La familia Pujol, que todo lo pudo, ha conseguido, por propia confesión del patriarca de la familia, que el pueblo catalán, al principio perplejo, más tarde incrédulo pero, finalmente, convencido de haber sido estafado en sus ideas y en el dinero de sus impuestos, por quienes ellos mismos habían colocado, insensatamente, en el candelero de la veneración y el respeto.
Todos los que tienen algunas nociones de la reciente historia de España, quienes han seguido los acontecimientos de la pasada Guerra Civil y saben el comportamiento que en algunas de estas regiones en las que el separatismo está arraigado, recordarán perfectamente a aquellos curas vascos que, conociendo lo que les había sucedido a sus hermanos de religión en el resto de España, la carnicería que cometieron los anarquistas, socialistas y comunistas con los miles de sacerdotes y católicos que fueron masacrados por el solo hecho de serlo; se mantuvieron apoyando a aquellos que habían sido cómplices en semejantes episodios de vesania colectiva. Cuando ETA se convirtió en el azote de España y de los españoles y los etarras cometieron la salvajada de ir asesinando a ciudadanos, autoridades, militares y representantes de la Justicia, en la propia Euskadi hubo sacerdotes que los ocultaban y les prestaban cobijo y, no sólo esto, sino que incluso se dio el caso de que un obispo, el obispo Setién, escandalizó a propios y extraños con sus extrañas teorías sobre la “lucha por la patria vasca” que se les atribuía a los asesinos en un intento de darle un carácter político a aquello que no eran más que burdos crímenes perpetrados por el odio a España y los españoles.
En Cataluña, afortunadamente, desde que desapareció Terra Lliure para convertirse en partidos políticos, como ERC y otras facciones minoritarias, se dejaron de producir crímenes, si bien se han seguido produciendo algaradas, quemas de símbolos españoles y ostentación de divisas y banderolas que tienen un significado claramente revolucionario y de apoyo al secesionismo catalán. Sin embargo, sigue existiendo dentro del clero catalán un gran número de capellanes que son partidarios acérrimos de la independencia de Cataluña. Y entre ellos el propio Cardenal, Arzobispo, en funciones, monseñor Sistach que, con el objetivo de evitar que el Papa nombrara un obispo de fuera de la autonomía catalana, ha estado pidiendo sucesivas prórrogas a su jubilación obligatoria. Se le han acabado las posibilidades de seguir al frente de la Iglesia catalana, pero no quiere dejar de influir en el sentimiento catalanista aunque, como ha ocurrido en una de sus últimas declaraciones; haya tenido el desliz, para no calificarlo de otra forma, de, refiriéndose a Jordi Pujol, el expresidente de la Generalitat, calificarlo como “un referente para Cataluña y un referente, también, de honestidad”.
El señor Sistach sostiene que el señor Pujol, padre, es inocente de lo que atribuye a sus hijos, como si fuera creíble que fuera posible que, un señor de su formación, de su evidente capacidad y de su reconocida inteligencia, pudiera ignorar los contratos que obtuvo su mujer, la señora Ferrusola, para ajardinar determinadas zonas de Barcelona y cambiar el césped del Camp Nou y las actividades de sus hijos que los han llevado ante los tribunales de justicia. Tiene razón, el obispo, que deberá ser la Justicia la que ponga en claro de dónde sale la inmensa fortuna de los Pujol, pero deberemos recordarle que tanto delito comete quien lo perpetra como quien, sabiéndolo, permite que se lleve a cabo. Da la sensación de que, el señor Sistach, pretende actuar de valedor del “honorable” a pesar de que, para la mayoría de catalanes, exista la impresión de que ha estado engañando al pueblo valiéndose de su influencia para que su familia se lucrara, a costa del pueblo, de su posición relevante en la política. En ocasiones, la prudencia de algunos debiera aconsejarles dejar de hacer declaraciones que sólo pueden causar inquietud, especialmente cuando se trata de uno de los pastores de la Iglesia, que debiera ocuparse más del aspecto espiritual de sus feligreses que de cuestiones tan espinosas como es defender la independencia catalana.
Y hablando de este despropósito, defendido por el actual presidente en funciones de la Generalitat, el señor Mas, no nos queda más remedio que recordar que, hace apenas unos días, CDC declaró que habían cerrado la espita de las concesiones a la CUP y que había llegado la hora de que este partido se retratara ya que, por parte de Mas, no habría más concesiones. Apenas transcurridas unas fechas y, ante el hecho de que en la asamblea celebrada por la CUP, con varios millares de asistentes; quedó evidenciado que hay una mayoría que sigue contraria a investir a Artur Mas como presidente; para sorpresa de los más cándidos, el ilustre presidente de la Generalitat ha vuelto a bajarse los pantalones, impulsado por su miedo a quedar descabalgado del proceso y que sea otro el que recoja la antorcha de la iniciativa rupturista, y se ha sacado de la manga una nueva oferta, para la CUP, consistente en 20 puntos, en los que se recogen nuevas propuestas sociales, entre las que se incluyen las daciones en pago, crear un banco público catalán, un salario mínimo interprofesional de 1000 euros, restaurar un impuesto a la banca, realojar a las familias desahuciadas, crear una policía fiscal o reducir a la mitad la retirada del concierto educativo en centros que no son mixtos, etc.
Es obvio que, el todavía presidente de la Generalitat, está dispuesto a apurar todas las posibilidades de ser investido antes de las elecciones generales del día 20D. Es el último cartucho que le queda y, por lo que se está escuchando, parece que, por fin, los de la CUP, ante la posibilidad de unas nuevas elecciones en las que pudieran perder la ocasión de extorsionar a CDC, decidan darle su apoyo. Claro que estamos hablando de utopías, de meros cohetes lanzados al azar ya que, como ha dejado perfectamente establecido el TC, no existe la más mínima posibilidad de que Cataluña consiga obtener la tan cacareada independencia; lo que, por otra parte, no haría más que adelantar su ruina total.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos dejar de sentir la rara sensación de que, los partidos políticos de la izquierda, han entrado en una dinámica destructora, en la que, aprovechando el periodo preelectoral, intentan crear una situación de caos, de enfrentamiento, de vuelta a la vieja política de lucha de clases, en un nuevo ensayo de crear un frente político de izquierdas, en este caso de izquierdas extremas, con el que enfrentarse al centro derecha. Lo malo es que parece que, en esta ocasión, aunque Ciudadanos pretendan ser un partido de centro izquierda, las posibilidades de que el partido más votado, si este fuera el PP, sea quien gobierne, van a quedar reducidas a la nada, debido a que se va perfilando un conjunto de alianzas que pronostican un gobierno tripartito, o sea, lo peor que le podría ocurrir a una nación, como España, que necesita seguir recuperándose y mantener buenas relaciones con nuestros socios europeos. En fin, lo de siempre, cuando la derecha endereza el camino de la salvación, viene la izquierda y lo lanza todo por la borda. No aprendemos. DIARIO Bahía de Cádiz