Del señor Iker Casillas se puede decir sin temor a equivocarse, incluso por un verdadero ignorante en materia futbolística, que es un verdadero ejemplo de deportista de élite, un orgullo para los españoles que hemos contemplado sus gestas, tanto dentro como fuera de España, como cancerbero de la selección española con la que ha conseguido los máximos galardones que un deportista puede llegar a alcanzar. Siempre ha sido una persona honesta, sencilla, sacrificada y un ejemplo de comportamiento dentro y fuera del campo de juego. Iker Casillas puede que haya sido uno de los mejores porteros del mundo sin que ello signifique desmerecer a los otros que han destacado a través de los tiempos en la defensa de las porterías de fútbol. Pero, señores, hay dos factores en la vida contra los cuales ningún humano puede luchar; se puede intentarlo, eso sí, e incluso prolongar por algunos años sus efectos, si la condición física se lo permite; pero es evidente que, contra el transcurso de los años y el progresivo deterioro físico, sino el mental o ambos a la vez, pocos pueden hacer otra cosa que conformarse, admitirlo, aceptarlo y permitir que sean otros, los miembros de las nuevas generaciones, quienes tomen el relevo y se hagan cargo de sustituir a los que la vida ya les dio la oportunidad de la fama.
Casi todos los deportes que requieran un esfuerzo físico por encima del normal, requieren entrenamiento, vocación, condiciones físicas, disciplina y vida sana. Y cuando se habla de vida sana nos referimos no sólo a prescindir de los pequeños y grandes vicios, sino también a mantener alejado de las ataduras ( perfectamente legítimas para el resto de ciudadanos e, incluso, recomendables) que puedan condicionar de alguna manera la vida del deportista, como es el caso de crear una familia, tener hijos, hacerse cargo de los problemas inherentes a esta forma de vida que inevitablemente condicionan y afectan a la vida del deportista que, para que rinda al cien por cien, debe estar concentrado en el deporte que practica y dedicarle todo su esfuerzo ,tanto físico como mental. Sin que ello pueda decirse que haya sido causa y efecto del lento, pero evidente, declive del señor Casillas, lo cierto es que, desde que comenzó sus relaciones con su compañera sentimental y ha sido padre; se ha ido notando que su concentración en el campo ha ido perdiéndose, puede que imperceptiblemente en los primeros estadios de su relación, pero que, de una forma perceptible, se ha ido notando a través del trascurso de los últimos años, en lo que ha sido su forma física y concentración en su puesto en la portería, tanto en el Madrid como en la Selección nacional y, de forma evidente, en su rendimiento.
Ya no se le ve al señor Casillas aquella lozanía, reflejos, agilidad e intuición de las jugadas, de las que ha hecho gala durante toda su trayectoria como deportista de élite. Ni su cara delata la confianza que demostraba ante sus contrarios ni su espíritu parece seguir estando a la altura de las prestaciones que se requieren, cuando se forma parte de un equipo que se ha fijado como meta alcanzar los mejores resultados y conseguir las metas que se ha propuesto que, siempre, consisten en lograr para sus vitrinas el mayor número de trofeos posibles.
Es lamentable pero es ley de vida y no será el primero ni, por supuesto, el último que deba plantearse el dejar la práctica del deporte activo para dedicarse a otras ocupaciones, para las que, sin duda, Iker estará plenamente capacitado. Los clubes importantes, si su directivas son concientes de lo que se les debe a estos jugadores de raza, deberán ser los primeros que le ofrezcan un puesto dentro de la organización, para que el deportista se pueda sentir, desde otro lugar pero dentro del mismo ambiente, útil para la sociedad y para el deporte al que dedicó toda su juventud. Casos los hay, como el señor Emilo Butragueño, hoy convertido en una figura importante dentro de la organización del Madrid.
No creo que el señor Iker Casillas tenga problemas económicos para poder vivir de una manera desahogada de lo que ha estado ganando durante su larga carrera deportista. Tampoco, como hemos indicado, podemos pensar que les pueda falta, si lo desea, una ocupación dentro de otras actividades relacionadas con el deporte. Lo que no contemplo y me parecería una gran equivocación, es el recurso al que apelan otros futbolistas de ir pasando de equipo en equipo, cada vez de inferiores categorías, para ir apurando los años en los que, cada vez con menos facultades, pretenden prolongar una carrera de éxitos, acabando por llegar a ser pobres desgraciados, apeados de su fama y viviendo de los recuerdos de pasados tiempos de gloria cuando los años y su progresiva decadencia los ha ido convirtiendo en sombras desangeladas correteando por los céspedes de equipos de escasa categoría. Los ejemplos, por desgracia, son muchos y los resultados, a veces por la mala cabeza de aquellos que no fueron capaces de ahorrar cuando estaban en la cumbre, despilfarrando sus dineros sin pensar en el futuro; son tan numerosos que es mejor correr el tupido velo de olvido sobre ellos, para no ofenderlos o humillarlos.
El señor Casillas puede que, para las exigencias que requiere el puesto que actualmente ostenta en un equipo de primera categoría, ya debiera pensar en tomar una decisión que, tanto para él como para los millones de admiradores que han ido siguiendo su carrera futbolística, le permita irse con todos los honores y en la cumbre de la gloria; como uno de los más grandes deportistas de las últimas generaciones. No sólo sería una decisión que lo honraría como persona y lo dignificaría como deportista, sino que demostraría de una manera juiciosa, su amor por su club y por el fútbol español. Nadie interprete este simple comentario como una invitación, una presión o una deslealtad hacia la persona del señor Casillas, todo lo contrario, es una muestra más de respeto hacia una figura entrañable que ha sido todo en el fútbol nacional y de la cual nada más se pueden hacer elogios.
Los que ya atesoramos la experiencia de muchos años de existencia, como al resto de personas que han envejecido, tenemos conciencia de que, en algún momento de nuestras vidas, en nuestras ocupaciones, en nuestro entorno de compañeros de profesión o en nuestras mismas facultades físicas, forzosamente hemos tenido que admitir que ya había llegado el momento de cederles “los trastos de matar” a otras personas en la flor de sus vidas que, por su juventud, sus aspiraciones de encumbrarse o por sus indudables facultades para ocupar el puesto al que debemos renunciar, por ley natural, deben reemplazarnos, como les va a ocurrir a ellos mismos cuando, el devenir de los años, los sitúe en el ocaso de sus vidas; porque, señores, esto viene ocurriendo desde que el mundo es mundo.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como el sino viene reclamando a cada cual que ceda su lugar a las nuevas generaciones que lo empujan. No es una desgracia ni un castigo, simplemente es una etapa, una hermosa etapa, en la que toca descansar plácidamente. Al menos este ha sido mi caso. DIARIO Bahía de Cádiz