Lo siento, señores, pero no me queda más remedio que sentirme avergonzado, de lamentar el grado de ignorancia, mala fe y falta de oportunismo político de toda esta ristra de inconscientes, irresponsables, torpes e ingenuos que, en nombre de un republicanismo que nunca han profesado ni entendido, confundiéndolo con el comunismo más acérrimo, totalitario y absolutista; intentan enfrentarse a la Constitución española argumentando que, porque ellos lo dicen, la monarquía hay que derribarla utilizando los mismos trucos, zafiedades y movimientos de masas encaminados a sustituir la legitimidad que conceden las urnas, a los elegidos por la ciudadanía, con la absurda, desnortada y antidemocrática utilización de argumentaciones basadas en los supuestos “derechos” de las minorías a atribuirse la facultad de poder exigir unos procedimientos o unas prácticas que, ellos mismos se sacan del talego, para justificar lo que nada más son intentos de perturbar el orden, crear malestar, encender los ánimos y, en fin, olvidarse de que las reglas de cualquier democracia son las que establecen los procedimientos para que las voluntades de las mayorías no puedan nunca quedar desvirtuadas por los intereses, las exigencias o las salidas de tono de las minorías.
Los que no somos monárquicos y, sin embargo, votamos la Constitución como, por cierto, lo hicieron la mayoría de los catalanes en el referéndum que la aprobó; aunque preferiríamos una República al estilo de las de Alemania o Francia, no por ello cuestionamos la legalidad y la legitimidad de la Monarquía parlamentaria, por la que nos venimos rigiendo. Sin que ello signifique que renunciemos a nuestras ideas, nunca votaríamos un sistema republicano solamente promovido, pergeñado, alcanzado e impuesto por un procedimiento ilegal, anticonstitucional y, mucho menos, a propuesta de partidos como IU, ICV, ERC, Podemos, BILDU, Compromís EQUO o cualquier otro que, con el señuelo de sustituir la monarquía por la república, pretendiera introducir sus doctrinas comunistas o separatistas, saltándose la Constitución y haciendo caso omiso de lo que, una mitad del pueblo español, aunque fuere republicano, pensara respecto a lo que debe ser una república democrática, donde las representaciones de la derecha y la izquierda se tuvieran que someter al dictado de las urnas, tal y como ocurre en la mayoría de países donde está vigente la verdadera democracia.
Cuando escuchamos al señor Cayo Lara, de IU, hablar del “ciudadano” Carlos I, no podemos menos que verle cara de Robespierre, cubierto con el gorro frigio y con la escarapela tricolor de la Revolución Francesa, apostado junto a la famosa “madame Guillotine”, dispuesto a segar cabezas dentro del más puro estilo jacobino. ¿Estos son los que piden la República? Pero ¿qué tipo de república nos ofrece este señor que no ha dudado en coaligarse en Europa con los eurodiputados de Izquierda Plural (IU, ICV y Anova, entre otros), con los de Podemos, ERC, Bildu y Comprimís-Equo, para firmar un manifiesto reclamando un referéndum sobre la Jefatura de Estado? Se imaginan ustedes la cara que les debe haber quedado a los diputados del resto de países representados en el Parlamento Europeo, ante tal desafío a la Constitución española, falta de lealtad a su Gobierno e instituciones y la demostración de los cientos de años que separan a estos señores, anclados en la Edad Media, de los partidos republicanos actuales, donde derechas e izquierdas son capaces de entender que no se pueden atacar las instituciones y los sistemas políticos de una nación, pretendiendo conseguirlo criticando la legalidad, proponiendo la separación del mismo y poniendo en tela de juicio la legitimidad de sus leyes fundamentales.
Y es que, en España, los hay que, lo que están pretendiendo, es destruir lo que a través de los años de democracia que nos hemos dado, se había conseguido. Es evidente que, las izquierdas, no entienden el hecho de que las preferencias de los votantes, según las circunstancias de cada país, puedan oscilar de la derecha a la izquierda y viceversa, sin que ello, tenga otros efectos que darles la oportunidad a los respectivos gobiernos de demostrar que saben gobernar mejor que sus contrarios. Los repetidos intentos que se han venido sucediendo desde que, la derecha representada por el PP, ganó las elecciones del 20N del 2011; de desestabilizar la nación, apelando para ello al asalto a las calles, las protestas de diversos colectivos, el despendolamiento de los Sindicatos, las manifestaciones y ocupaciones de los grupos antisistema, como los famosos del 15M o los impenitentes inconformistas de la Farándula y, ahora, recientemente, estos otros ilusos, los de Podemos, que pretenden conseguir sacar a España de sus apuros, apelando a las más obsoletas, trasnochadas y demodés propuestas económicas, dándoles de nuevo un protagonismo a la estatalización de la economía, el medio más efectivo de llevar a la nación a su ruina total.
Si algún día ha de volver a España el sistema republicano, lo ha de hacer a través del convencimiento del pueblo español de que el sistema monárquico ya no da más de sí, de que quienes se postulen para encauzar el camino hacia ella, sean personas sensatas, ilustradas, preparadas para gobernar, dispuestas a continuar defendiendo los logros que vayan a heredar, con la intención de conseguir la reconciliación entre todos los españoles y contando con la colaboración leal de los partidos, sean del gobierno o de la oposición. Se debe hacer olvidar la creencia (hoy en día, plenamente justificada) de que la República es cosa de izquierdas, de socialistas y comunistas, de antisistemas y ocupas. Si ha de existir una nueva república, en ningún caso debe parecerse a aquellos desastrosos ejemplos del año 1.931 hasta el 18 de julio de 1.936, durante cuyo periodo se puede decir que no existió un tiempo en el que no se cometieran atentados contra la propiedad, ataques y quemas de conventos e iglesias, asesinatos de un lado y del otro y, en general, el empobrecimiento de la población, la falta de alfabetización, debido a la expulsión de las órdenes dedicadas a la educación ( los jesuitas por ejemplo) y la escasez de maestros preparados para sustituirlas.
Ni Europa ni el resto de países del mundo civilizado iban a consentir un modelo de Estado al estilo del de Venezuela del señor Maduro o la Bolivia del señor Evo Morales. Y es que parece que, tanto los separatistas de Mas como los comunistas de Cayo Lara, todavía no se han percatado de que estamos en un sistema económico en el que todos dependemos de todos y, por consiguiente, si una nación, por su cuenta, pretende salirse del guión, lo único a lo que se expone es a que se la obligue a rectificar y, en el caso de que el gobierno decida no rectificar, a que se la eche del club europeo a cajas destempladas, privándola de todos los privilegios y ventajas inherentes de la pertenencia al mismo.
No, no, señores, España no está, ni mucho menos, en condiciones de un cambio de régimen y quienes así no lo entiendan o bien es porque no les conviene entenderlo o es que no tiene ni idea de en qué Mundo están viviendo. Republicanos, sí, pero republicanos inteligentes, de orden, de sentido común y amantes de España, naturalmente, defensores de una España unida y solidaria. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos como unos insensatos van desprestigiando la república, empeñados en darse de cabeza contra el sentido común.