En el pueblo donde vivo llevan días tirando cohetes a las horas más molestas. El domingo 1 de mayo comenzaron antes de las ocho de la mañana. Son detonaciones que ni siquiera tienen una continuidad lógica, es decir, jodemos de golpe, le damos el susto con el primer chupinazo y luego le dejamos a usted que siga con sus asuntos. No, nada de eso, suena uno y al minuto o a los cinco minutos suena otro.
El pueblo está a doce kilómetros de Sevilla, forma parte de su área metropolitana, es decir, es Sevilla parte alta, como yo digo, porque Sevilla está en una hondonada y entre el precio del ladrillo y el calor ha nacido alrededor otra ciudad de manera que entre la ciudad y sus “satélites” se contabilizan 1,3 millones de personas que vamos de un lado a otro. Este tipo de urbanismo está condenado a unirse administrativamente si desea ser algo en el futuro pero por ahora tengo comprobado que mientras más cerca de Sevilla se halla una población más se encierra en sus tradiciones. Es el miedo a la libertad que empieza en Sevilla misma, sigue por su área metropolitana y termina en Andalucía toda.
¿Por qué tiran cohetes en “mi” pueblo? ¿Para festejar el día del trabajo? No, vade retro, Satanás, el trabajo es un castigo divino: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” y, como cantaba el roquero Silvio, en Sevilla, como hace mucho calor, no hay ni que trabajar porque se suda sin necesidad de tal tortura. He ahí uno de los problemas centrales de Andalucía y buena parte de España, ¿dónde están los empresarios sólidos? En el centenario de Cervantes deberíamos hablar más de Rinconete y Cortadillo que de El Quijote porque existe demasiada tendencia “empresarial” del trincón, hace falta mucha más del emprendedor constante y honrado si es que se puede hablar de honradez en el seno del mercado y más de este mercado.
Los cohetes suenan porque va a salir el párroco bajo palio para darles la comunión a los enfermos que no se pueden mover de sus casas. Hemos mejorado, ya no sale Franco bajo palio, salen quienes tienen que salir, los sacerdotes y la sagrada forma pero la escena me recuerda a mi niñez en mi barrio y han pasado muchos años de aquello, más de medio siglo.
No me gusta esta Andalucía de sacristía y cohetes que no tiene en cuenta ni lo que afirmó el fundador de la religión católica: que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, o al revés, no me acuerdo. Y que condenaba al fanfarrón que rezaba para que todo el mundo lo viera y ensalzaba al humilde que oraba en un rincón del templo, tratando de pasar desapercibido para estar a solas con su Dios. Estos beatos joden a sus hermanos en Cristo y siguen tan campantes, les importa un pimiento si los niños duermen porque es domingo o si algunos que han trabajado toda la noche tratan de descansar unas horas. Ellos a Dios rogando y con el mazo dando. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig