Miren ustedes, estaba terminando mi columna de hoy y he decidido enviarla a esa papelera virtual tan mona a la que enviaría a tanta gente. Así sin pensar, o pensando en lo que mi amiga Pepa me decía hace un par de días cuando cumplíamos con ese ritual imprescindible de la cervecita mañanera: no cuentes historias tristes.
Es el otoño, el mundo en general y mi país en particular. Somos cada uno de nosotros cansados de ver repetirse lo mismo. Cada día, cada noticiario, cada vena hinchada en cada cuello. Vamos camino del ridículo y yo me planto. Por lo expuesto, y en vista del éxito obtenido por los que nos gobiernan en lo general y lo particular, tiro la toalla. Para jugar a las casitas ya me basto yo solita.
Cambiemos los nombres de las calles, de los estadios, acabemos con las ninfas y con los toreros. Pongamos puentes, horroricémonos por lo grandes y caros que son los puentes. Celebremos los atascos y suframos por su inexistencia. Peguemos a los profesores y a lo médicos mientras defendemos lo público. Carnavales de cuatro, tres o seis según el clamor popular, eso es lo importante. Vámonos que nos vamos. Semana Santa y cofradías, cuestión de estado.
Repitamos una y otra vez la historia, caigamos en todos y cada uno de los errores del pasado. Es más, quememos los libros de historia. Total, para lo que sirven. Ahora saltémonos las leyes que consideremos injustas, vamos a cargarnos lo poco que supimos hacer bien.
Es importante tuitearlo todo, sin pausa y sin piedad. Tenemos el arma, Internet. Tenemos el poder para decir lo que nos viene en gana sin método ni reflexión. Simplemente porque lo valemos. Caiga quien caiga. Ciento cuarenta caracteres para lucir nuestro ingenio. Redes sociales en las que vomitar inseguridades, ataques preventivos. Caiga quien caiga otra vez.
Eso sí, echemos la culpa al otro siempre. Cuando hayamos vuelto a las cavernas la culpa será de los demás. Eso siempre. Inculquémoslo a nuestros hijos. La culpa siempre es de los otros. Siempre. Hay que ser menores de edad toda la vida, no hacernos cargo porque da miedo. El mundo es de los cobardes amigos. Ahora más que nunca.
Lo siento Pepa no me sale, pero voy a ponerle intención. Voy a seguir buscando cerca de mi, voy a seguir rodeándome de seres como tú. Ahí estarán todas las historias alegres. Las únicas que merecen la pena. DIARIO Bahía de Cádiz