“Los celos personales, el resentimiento del gazmoño contra el primo despreocupado, del tonto contra el muchacho despabilado, se disimulaban con argumentaciones políticas”. Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
No hubiera hecho alusión a este periodista si no hubiese aparecido, en su habitual columna de La Vanguardia, un artículo referido al malogrado escritor e historiador, Ricardo de la Cierva, titulado, con poca fortuna y aviesa intención: “El matarife de la historia”. Aunque supongo que a él le importan un bledo mis opiniones debo decir que, el señor Gregorio Morán, escritor y periodista, antiguo militante del PC, exiliado en París, antifranquista declarado y colaborador en su tiempo de la revista Mundo Obrero, amigo de los Bardem ( la familia de ricachones comunistas, asistentes abonados a todas las manifestaciones de protesta) y actual columnista del periódico del grupo Godó, La Vanguardia; no forma parte de lo que yo podría considerar como uno de mis escritores favoritos, no he compartido ni comparto ninguna de sus opiniones y, en lo referente a Francisco Franco y la guerra civil española; mucho nos tememos que, fuere porque estuviera mal informado o fuere por estar interesado en desvirtuar la verdad o, acaso, por la inquina heredada de aquellos que fueron derrotados; debo decir que no es precisamente un buen referente o una autoridad en la materia para que pueda permitirse, como hace, juzgar con la prepotencia del que va de sobrado, el trabajo de otros muchos historiadores que han escrito sobre ella, perfectamente documentados y con rigor histórico, sólo que desde otro punto de vista, completamente contrario al suyo.
Cuando alguien de renombre fallece es habitual que se le recuerde, se escriban sobre él glosas y necrológicas en las que se recuerdan sus méritos, sus cualidades o su misma obra, como último homenaje a la memoria de quien nos abandona. Por supuesto que, aquellos que no han simpatizado con él, los que han estado enfrentados por cualquier motivo con el fallecido o los que han sentido una especial animadversión hacia su persona, su pensamiento o su obra se mantengan en silencio, declinen hacer comentarios o se abstengan en cualquier acto en el que se le homenaje, entra dentro de lo normal; no obstante ya resulta más raro, menos habitual y, por supuesto, menos caritativo; sea que la muerte de una persona de la cultura, como es el caso del señor Ricardo de la Cierva, sirva para echarle la caballería encima, criticarlo y descalificar sus trabajos y, por si fuera poco, tacharle de “matarife de la historia”, solamente porque fuera defensor de la insurrección del 18 de julio de 1936, su afección a la figura de Franco o sus ideas monárquicas y de derechas, situaran al fallecido en la órbita opuesta a la del señor Gregorio Morán.
Hemos creído descubrir, en el aludido escrito del señor Morán sobre la figura de Ricardo de la Cierva, un cierto sentimiento de inferioridad, una envidia poco disimulada por el éxito económico del historiador; cuando se permite insistir reiteramente en hacer referencia a las facilidades que se le dieron desde el régimen anterior y de la forma en la que, según el articulista, supo aprovechar las ocasiones que se le presentaron para hacerse famoso y, puede, que rico. Puede que la intención del señor Morán, incluso sin apercibirse de ello, como algo salido se su subconsciente, fuera aprovecharse de la muerte de su adversario político para pergeñar una crítica global, de toda la vida y obra del señor de la Cierva para, descalificar todas y cada una de las etapas de la trayectoria literaria y política del historiador, con el fin de intentar, solo esto, restarle méritos en lo que ha sido la brillante exposición de una parte importante de la historia de España, hoy víctima de la ley de la Memoria Histórica, obra de Rodríguez Zapatero, en el más ruin de los empeños de la izquierda, en tergiversar lo ocurrido en España entre los años 31 y 39 del pasado siglo.
Es evidente que, en esta ocasión, la animadversión hacia el rival literario y político por parte del comentarista, le han hecho olvidar la deontología profesional, la ética y la caballerosidad que, dentro y fuera de la profesión periodística y, lo que debiera ser un mínimo de respeto por los muertos, por mucho que nos sean antipáticos o nuestros adversarios políticos. El mal gusto, con el que el señor Morán finaliza su artículo, cuando deja escrito (sic): “Lo importante en Ricardo de la Cierva es que por el acojonamiento de una población y la arrogancia del poder y desvergüenza del negocio editorial, crearon la costra que tardaremos años en quitarnos de encima”.
Y es que, para este rojo comunista, “la historia de la Guerra Civil y del franquismo estuvo hasta fechas muy recientes en manos de auténticos matarifes de la realidad de las que quedan algunos y bastante influyentes”. Es muy probable que no tardemos, por desgracia para esta España en proceso de disgregación, en comprobar fehacientemente lo que hubiera ocurrido si, como ellos parece que hubieran deseado, la guerra la hubieran ganado los comunistas del señor Negrín y, las represalias contra el bando contrario, hubieran corrido a cargo de la KGB moscovita. Una simple simulación, siguiendo la senda de la historia de aquellos tiempos, nos permite imaginarnos lo que hubiera sucedido si España en lugar de gobernada por Franco hubiera estado en manos de los comunistas, un nuevo Frente Popular a las órdenes del Kremlin. Los alemanes, en su rápida invasión de Europa no se hubieran detenido en la frontera de Francia, sino que hubieran invadido una España débil, por las consecuencias de la contienda, e incapaz de presentar oposición a un ejército potente y bien organizado como era entonces el alemán con su WaffenSS, encargada de eliminar toda clase de resistencia y de acabar con los comunistas que cayeran en sus manos. No sabemos lo que ello hubiera podido influir en el resultado de la contienda, pero es evidente que, para los españoles, hubiera sido un desastre completo.
En cualquier caso, los progres, que actualmente parece que intentan volver a los tiempos de la II República, que buscan crear la mayor inestabilidad posible en nuestra nación, en compañía de los separatistas del señor Mas y de los comunistas bolivarianos de Podemos, parece que pretenden escribir una nueva historia, implantando un nuevo sistema de gobierno que, por supuesto, nada tiene que ver con el democrático del que nos proveímos cuando aprobamos la Constitución de 1978; puede que contente al señor Morán, estableciendo otro sistema de gobierno como el que parece que él quisiera que estuviese vigente en España. Claro que, una cosa es hacer elucubraciones de cara a la galería y otra es verse ante una realidad que todos sabemos que sería nefasta, tanto para los españoles como para la propia nación.
En todo caso, señor Morán, ha demostrado la clase de de la que se trata; la ausencia completa de respeto por la persona del señor de la Cierva y su evidente animadversión hacia su persona, que no ha sabido disimular ni siquiera a la hora de su fallecimiento. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, hemos podido constatar como, algunos escritores de esta izquierda desnortada que, por desgracia, tanto abunda en España; cuando llega el momento de demostrar su verdadera valía, su honorabilidad y su sentido de la ética, son incapaces de dominar sus instintos y caen en las zarpas de sus demonios personales. Una ocasión perdida de dejar la pluma en el tintero, señor Morán. DIARIO Bahía de Cádiz