El sábado fuimos a la Feria. Fuimos unos y otros con ánimos bien distintos. Ellos, su primera feria. Quince años, los niños bonitos. Camisas blancas, perfectas y planchadas. Envueltos en una nube de colonia. Relucientes. Organizados contratan entre todos un autobús que los deja en el Real a las seis de la tarde y los recoge a las tres de la mañana para devolvérnoslos a Cádiz.
Es muy tarde, se van a cansar, hay mucho borracho ya a esa hora, y si pasa algo, y si, y si, y…
Comando materno aterrorizado. Reunión de urgencia. Nosotros también a la feria. Sin gana, a aguantar el tirón por si ellos nos necesitan, cerca pero lejos. Fundamental que no nos vean, no interferir pero estar cerca. Llegamos a las nueve con flores en el pelo y el ánimo en el suelo cargados de chaquetas por si, por si…
Sin agobios, ya llamarán. Benditos móviles. Habrá que tomar algo. Resignados bebemos el rebujito que prohibimos probar a nuestros niños. Algo habrá que hacer para aguantar. Una caseta, otra. Tú deja de beber que alguien tendrá que llevar el coche ¿Qué coche? ¿Te acuerdas de esta? ¡Ay! ¡Lo que yo lloré con esta canción! Habrá que bailar… ya que estamos.
Las once, las doce, seguimos mirando el móvil. No hay llamadas. Sí, a las dos nos vemos en la entrada. Por fin. Vamos a entrar en otra mientras tanto. Sólo quedan un par de horas. Están bien. Dale al rebujito, baila que hay que aguantar el tirón ¿Los niños? ¿Qué niños? No puedo parar de reírme ¿Vamos a entrar ahí si ya es muy tarde? La penúltima, que esperen un ratito. Si están bien, seguro. Estarán felices, déjalos.
Cuando volvimos a recordar que teníamos teléfonos estaban repletos de llamadas perdidas. Alguien debería acercarse y traerse a los niños que son más de las dos.
Aparecen y el cansancio se les trueca en una mirada baja adolescente y avergonzada al ver a sus padres bailando y saltando.
¿Nos dejáis una horita más? Les suplicamos nosotros a ellos que cansados y resignados se sientan primero y nos esperan fuera después incapaces de soportar lo que ven sus ojos. Se agrupan y consuelan unos a otros ¡Qué les den a los niños! pensamos entre pasadobles, reguetón y lo que nos echen.
Una más y nos vamos tesoro, te lo prometo. Vamos a irnos tú que ya hasta ha salido el autobús y habíamos venido para que no volvieran tan tarde. Una más, solo una ¡Qué dolor de pies!
¿Dónde está la flor? ¿Y la chaqueta del niño? Vamos tirando que están cansados los pobres míos ¡Mira qué caritas!
Nos siguen callados y rogando al cielo que el coche no esté muy lejos. Entre risas, un último grito: ¿Tiramos para Jerez que hoy ha sido el alumbrado? Reaccionan, y con los ojos bien abiertos y la mandíbula desencajada nos miran:
-Mamá, por Dios ¡Vámonos a casa! DIARIO Bahía de Cádiz