Desde el púlpito de los universos informáticos y con gran éxito, la semana pasada un imaginativo collage compuesto de una foto de un campo de refugiados, donde malviven hacinados entre el barro miles de personas enfermas y asustadas, acompañaba a otra foto de una multitud rodeando al paso de una virgen en la Semana Santa andaluza.
La idea no era otra que echarnos en cara nuestra desvergüenza. “Hacéroslo mirar” rezaba el título con que inundó las redes sociales.
Al margen de consideraciones de índole de velocidad y tocino o culo y témporas, sentí toda yo un ataque a lo que viene a ser “lo mío” y se me agolparon la rabia y los recuerdos. Rabia porque normalmente los que imparten este tipo de lecciones morales no suelen estar ayudando allí en el fango de Idomeni, y recuerdos muchos. Recuerdos con mi marido y con mi hijo. Además, para más inri, grandes ateos todos.
Y entre todo este fango mío llegó un mensaje que todo puso en su sitio y no puedo dejar de compartir:
“(…) ha hecho varios master en temas de resolución de conflictos a nivel internacional, salió tema Israel y Palestina y yo terminé tomando el té en unas tazas de porcelana alucinantes y charlando buena parte de la tarde con ella (me doy cuenta de que ahora reparo en cosas como tazas de porcelana y que no suena muy rockero).
La cuestión es que nos pusimos a hablar de TODO y salió el tema Semana Santa. Ella, que lleva a sus espaldas un C.V. que no os podéis creer, sigue intrigada con las cuestiones de la espiritualidad y cómo determinados ritos, costumbres, operan a nivel colectivo. Y yo pensaba en las noticias y artículos que cada uno de nosotros cuelga en Facebook y que demuestran las muy distintas maneras en las que vemos el mundo. Maneras que en ciertos asuntos me parecen absolutamente irreconciliables, al punto que más de uno ya ha optado por no comentar lo del otro e incluso yo, que me encanta “pinchar”, me ato las manos últimamente porque me doy cuenta que me cuesta responder sin disparar y no debería ser así.
Pero algo pasa cuando no es el face lo que nos conecta. Es distinto cuando nos conectamos en torno a una mesa, especialmente si esta es la de Asturias o la de Cádiz. Cuando hay una comida archiconocida de las que prepara mamá y luego hay sobremesa.
No me gusta la Navidad, la Semana Santa juro por Dios que jamás me ha dicho nada, pero desde el ateo que habita en mí, la Navidad es eso (la Navidad o la fecha que sea, siempre que sea cíclica): volver a la mesa y a la sobremesa con los de siempre, con la comida de siempre, con las riñas de siempre, las risas de siempre. Sin eso yo perdería el norte.
Algo hay en los ritos, algo hay en lo cíclico, en celebrar. Lo importante es con quién celebras y luego cada uno que le dé el significado que quiera. Yo me sigo quedando con los regalos de Reyes”.
Y yo contigo. DIARIO Bahía de Cádiz