Desde su inicio estoy apoyando esta iniciativa ciudadana. Creo que tenemos una oportunidad histórica de ganar el Ayuntamiento y las calles de El Puerto para la gente normal, para construir una democracia que merezca tal nombre, para ilusionarnos de nuevo enfrentando juntos los problemas que padecemos y buscando, en la cooperación y no en la competencia, las soluciones a los mismos.
Para conseguir este objetivo hay una condición insoslayable: que la mayoría de las personas que estamos cargando con las consecuencias de una crisis creada por las élites económicas y políticas, estemos dispuestas a arriar, por un tiempo, las banderas que nos dividen y a ofrecer generosamente nuestro tiempo, nuestras cualidades y nuestra ilusión a este proyecto ciudadano.
Toda mi vida ha estado envuelta en distintas banderas o acompañada por algunas siglas. Apenas nacido, como a la casi totalidad de los españoles y españolas, me bautizaron ingresando así en la Iglesia Católica. Después de mi formación, cuando comencé a volar por mi cuenta, milité en Perú en un partido llamado Vanguardia Revolucionaria; a mi regreso a España me enrolé en la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), que posteriormente se unió con el Partido del Trabajo (PT). A nivel sindical trabajé en el Sindicato Unitario y posteriormente me afilié a CC.OO. hasta hace unos años. En la actualidad pertenezco a la Asociación ANDAD, a la Comunidad Cristiana de San José Obrero y al Foro Social Portuense.
Durante muchos años he vivido rodeado de tanta generosidad y entrega de compañeros y compañeras que, cuando alguna de estas siglas o banderas aparecen en público, siento que algo dentro de mí se conmueve, indicando que siguen alojadas en algún rincón de mi corazón y forman ya para siempre parte de mi vida. Sin embargo, en mi militancia también he visto muchas horas y muchas energías derrochadas en inútiles discusiones teóricas sobre matices, y en dolorosas divisiones que han perjudicado sobre todo a los empobrecidos a quienes decíamos defender. A veces da la impresión de ser más importantes nuestros grupos que los problemas de las personas. ¡Qué fácil es montar chiringuitos en torno a líderes y qué difícil es unirlos después!
Me he vuelto quizás demasiado crítico conmigo y con los grupos a los que pertenezco. Por eso no entiendo que personas “hechas y derechas” traguen “carros y carretas” porque los desmanes son cometidos por los suyos y a estos hay que perdonarlos. El caso tan actual de las tarjetas opacas, en manos de desalmados de todos los colores, deberían servirnos de lección. Hay momentos históricos, y pienso que este es uno de ellos, en que las únicas banderas a enarbolar son la honradez personal y la dignidad como pueblo, para detener con ellas el sufrimiento injusto de tantas personas sin horizonte para sus vidas. Tenemos la obligación moral de arriar por un tiempo nuestras banderas particulares y, codo con codo, inventarnos otra manera de hacer política al servicio del bien común.
En las últimas elecciones europeas, más de 45.000 personas portuenses no fueron a votar. Muchas de ellas, sin darse cuenta, están izando también una peligrosa bandera: la del pesimismo y la resignación, pensando que no se puede hacer nada por cambiar la situación. En sus manos puede estar el triunfo o el fracaso de esta iniciativa ciudadana “Ganemos El Puerto”. Si aún os indignan la corrupción y las injusticias, si aun tenéis un poco de fe en que la unión hace la fuerza, si aun podéis volver a ilusionaros, entonces, doblad cuidadosamente la bandera del pesimismo y la resignación, arrinconadla en lo más profundo de un armario y salid a la calle para uniros a todas las personas que pensamos que SI SE PUEDE ganar el Puerto. DIARIO Bahía de Cádiz