Son demasiadas despedidas en primeros días del año. Los poetas que nos dejan, como Nacho Montoto (todavía me cuesta encajarlo), las librerías que cierran, y las publicaciones, magníficas, como Voladas, que van a dejar de existir.
Y duele. Duele todo. Porque una se acostumbra a lo bueno, y para mí ya era un hábito gozoso, recibir, puntualmente, cada uno de los números de esta revista de Rota, trabajada con mimo, rebosante de entusiasmo. Me invade una gran tristeza, lo confieso. No levanto cabeza.
Y fue Facebook (últimamente, o siempre, portador de malas noticias), el medio elegido por Javier Gallego, profesor y amigo, compañero de batallas literarias y culturales, capitán de Voladas, para decir adiós a una aventura, bellísima y difícil. Pues es complicado poner en marcha un proyecto cultural, sea el que sea, aunque se cuente con toda la ilusión, con toda la confianza. Siempre se implica demasiada energía, demasiado corazón. Por tanto, el riesgo de que éste se pare antes de tiempo, es alto, y lo necesitamos fuerte, para sobrevivir.
Por eso entiendo a Javier, y al resto de compañeros que han estado, desde hace más de dos años, al pie del cañón, para defender en las páginas de una publicación sencilla, pero exquisita, la literatura de la buena, apostando por la variedad y la calidad, donde han respetado el lugar de los consagrados, y motivado también, a las nuevas voces que se abren paso en la jungla de este mundillo, a veces (las más), muy ingrato.
Respeto y admiro pues, la valentía de mi amigo Javier, por saber dar un paso atrás, cuando es necesario. Replegarse. Alejarse del ruido para mantener la esperanza intacta, y que no se quemen los sueños. La décima entrega se presentó en Rota el pasado sábado. Un número redondo.
Recuerdo bien cuando supe de ellos. Mi alegría por saberme acompañada. Tantos momentos compartidos. Y esa energía que se siente cuando las cosas van bien, para todos. Qué más da que quizás, mucho de lo vivido, fuera un espejismo.
En estas horas bajas, me quedo con la luz que desprenden (no se va a extinguir), y que han regalado. En esa unión sincera entre todos los que formamos parte de un mismo propósito: disfrutar de la literatura, velar por la cultura, dar sentido a nuestros pasos.
Las ganas se gastan, como se gasta el amor, como se gasta la vida. Es inevitable. Por eso hay que exprimir al máximo el romance, mientras dure. Y quiero que esta decisión de Javier, de Mercedes, de los amigos de Rota, que nos abrieron los brazos, sea reversible. Ojalá. Porque sería muy triste que iniciativas así, se perdieran, y que otras, menos puras, politizadas, interesadas y mediocres, siguieran creciendo, y reproduciéndose.
Así que, desde este medio, también valiente y libre (les invito a leer el magnífico editorial de nuestro director, Dany Rodway), deseo toda la suerte en aquello que emprendan a las personas que sí la merecen. Siempre tendrán un ático propio en el que descansar. Lo que queda de mis ganas les ofrezco. Y todo el agradecimiento.
Hasta luego, Voladas. DIARIO Bahía de Cádiz Rosario Troncoso