¿Qué ha pasado para que el viajero a la Alhambra que describe Washington Irving se convierta en el depredador que inunda las calles de cualquier ciudad mínimamente bonita? ¿Qué ha cambiado para intentar emular el recorrido iniciático de un joven médico argentino en moto, de norte a sur por toda Sudamérica, con un viaje de pulsera “todo incluido” a un bonito hotel en, por ejemplo, Punta Cana? ¿A quién se le ha ocurrido recorrer, cual Ulises, el Mediterráneo pero en tres días, en un mamotreto contaminante al que denominan crucero? Eso sí, no vuelven llenos de aventuras, llenos de experiencias como cantaba Kavafis, vuelven llenos de imanes para neveras.
Me pregunto cuando el viajero murió para convertirnos en “turistas asesinos”. Algunos hablan de democratización de los viajes, gran eufemismo sin duda. Da la impresión, como en muchas otras cosas, que no se debe ser sinceros y llamar a las cosas por su nombre. Si Rato decía eso de “es el mercado…”, me parece más apropiado hablar de “es el CA-PI-TA-LIS-MO, amigo”, “es la A-VA-RI-CIA” de unos pocos.
Avaricia desmedida y sin control de los que quieren hacer caja rápido, matando ciudades, incluidas las personas que allí viven, a sus vecinos, a su gente. Porque el turismo sin control, el turismo salvaje, el turismo basado en la sobreexplotación del medio, mata. Con él, las ciudades son como decorados de cartón-piedra de lo que fueron antes, pero también expulsa de estas a sus habitantes, cuando encarece, más allá de los límites, sus viviendas, sus mercados, sus vidas.
De eso Cádiz sabe mucho, sabemos qué son los asustaviejas, los olores de buena mañana de calles malolientes a orín de borrachos, de camareros explotados y deseando encontrar algún trabajo de su profesión, de un mercado de abastos que vende ocio a turistas, mientras a los gaditanos los manda a comprar a una gran superficie. Sí, sabemos mucho de cómo la ciudad turística va matando a sus vecinos. Sabemos que tú no eres de Cádiz, si en tu bloque no hay al menos un apartamento turístico, si en tu calle no hay un edificio entero de estos pisos. No sé si la ciudad está ya muerta o en los estertores de la muerte.
Hace tiempo empezó a hablarse de las tasas turísticas como método de resarcir a los vecinos de los gastos que provocan las oleadas de “visitantes”, creo que vamos tarde ya en su implantación.
En Cádiz el turismo se ha convertido en algo urgente que abordar, hace falta un acuerdo de todos y todas para conseguir un turismo sostenible en el tiempo y respetuoso con la ciudad y sus habitantes
Lo mismo que en los grandes temas, violencia machista, ecología o medio ambiente… hace falta grandes acuerdos, grandes consensos en torno al turismo. En Cádiz el turismo se ha convertido en algo urgente que abordar, hace falta un acuerdo de todos y todas para conseguir un turismo sostenible en el tiempo y respetuoso con la ciudad y sus habitantes. Pero, en verdad, lo creo bastante improbable, sobre todo tal y cómo está el patio local.
Con un Ayuntamiento en el que manda Lloreca, ni les ha dejado implantar tasas al turismo, ni les dejarán avanzar hacia ningún acuerdo que signifique caminar hacia un turismo que no agreda a Cádiz. Con un PP que ha demostrado que su principal preocupación es el pago de favores prestados a los de las pancartas en sede de la Policía Municipal, o a los que gasearon las instalaciones municipales. Les parece más urgente, o quizás son órdenes de los Lloreca, llenar Cadiz de terrazas sin importarles lo más mínimo los vecinos. En otro orden de cosas, se abren apuestas que en 3, 2, 1… contratan con nuestro dinero propaganda a los diarios oficiales de Cádiz.
Mientras, otros promocionan el cambio de nombre de alguna instalación municipal por el de una marca comercial para “hacer caja”. Claro que pienso que ¿solo una instalación deportiva? Pues molaría que en vez el Palillero, se llamara “la plaza Profidén” o en vez la Alameda Apodaca, no sé, Paseo las Compresas Evax. Señor, señor, no nos dejes solteras…
Es difícil ser mínimamente optimistas con este panorama, ahora bien, no nos rasguemos las vestiduras si cada vez más escuchamos “los invasores mesetarios” o “los invasores miarmas“. No nos asombremos si hay gente que entienda que la autodefensa es la única manera de sobrevivir en Cádiz.
Recuerdo que Joan Manuel Serrat escribía hace mucho tiempo, cuando nadie hablaba de conservar el planeta, de ecologismo, la canción de Pare, que terminaba: “Padre deje de llorar, que nos han declarado la guerra”. DIARIO Bahía de Cádiz