Dice el refrán que “el hábito no hace el monje”, en cuestiones de religión no sé muy bien cómo funciona esto de los hábitos y monjes, las mitras, báculos y obispos o el fanón y el papa. Pero lo que sí que tengo más claro es la relación entre uniformes y uniformados en la vida seglar.
Un objetivo, al menos así lo entiendo, que conlleva la implantación de uniformes, es la de cambiar la individualidad por la colectividad, la parte por el todo, hasta cierto punto, se pasa de ser única, con sus propias características personales, a intentar diluir el yo en el nosotros, primando el valor de pertenencia a cualquier otro. Creo que uno de los ejemplos más ilustrativos es los ejércitos, los colegios uniformados, algunas empresas con los uniformes, digamos, no necesarios bajo el prisma de salud laboral y un largo etc.
A mí me recuerda a aquellas prisiones, o campos de concentración, que al ingresar en ellos cambian el nombre y apellidos de la persona por un número de identificación al que debe responder a partir de ese momento. Incluso, como fue practica en los campos de concentración nazi, se llegó a tatuar en el brazo. ¿Para facilitar su control? Yo creo que no, creo que para deshumanizar a las personas, al fin y al cabo para los nazis no eran personas, y a los animales se les marca porque son eso, animales.
Y sí, es indudable que los uniformes se utilizan también como un elemento más de marketing. Eso de los uniformes escolares también va de eso, si tú ves por la calle a un niño o una niña, con mochila, chaqueta azul eléctrico camisa blanca, pantalón o falda gris marengo, y calcetines rojos, aparte de una horterada, sabes que es un alumno, como dice un amigo: de las Madres Depredadoras del Buen Corazón del Señor.
El uniforme en otros casos es símbolo de algo, normalmente de delegación de poder. Hace tiempo se entendía que si alguien tenía poder, era alguien que para su trabajo se le uniformaba. Un ejemplo era los bedeles, celadores, controladores de… y muchas otras posiciones que ellos mismos asumían que al llevar uniforme, algunos incluso con entorchados, eran los auténticos responsables de mantener el orden establecido.
A mí me recuerda a aquellas prisiones, o campos de concentración, que al ingresar en ellos cambian el nombre y apellidos de la persona por un número de identificación al que debe responder a partir de ese momento
El que tenía un amigo celador en un hospital, ¿se acuerdan de ellos?, tenía una amistad importante quien conocía a uno, porque en esa época la visitas a los enfermos estaban limitadas y controladas con tarjetas en un número reducido por enfermo, y era el celador uniformado de accesos en la puerta, quien comprobaba, permitía o denegaba el acceso.
Se acuerdan de aquel chiste o cuento, de pareja de guardia civiles, que preguntan a una persona muerta de frío, a la que habían auxiliado, dejándole la capa y el tricornio, ¿qué tal va?, bien bien, contesta aquel hombre, pero me está entrando una mala leche.
O esos alcaldes, concejales y demás autoridades locales, que están convencidos que la policía municipal es una especie de ejército a su servicio y la utiliza en sus idas y venidas de pequeños dictadores, pero en pequeñito. Les utilizan de escoltas, conductores, incluso de comandos lanza humos cuando están en la oposición; ver para creer. DIARIO Bahía de Cádiz