Eres papá para tus hijos, abuelo para tus nietos, abuelito Pepe para tus bisnietos y José, con una jota inmensa cuando firmas. Eres bisílabo para hijos, trisílabo para nietos y tetrasílabo para los bisnietos. (Lo sé, suena de lo más nabokovista, pero uno también tiene sus comienzos míticos de libros preferidos).
Te escribo estas notas justo en el día que se cumplen cuarenta y nueve años de la muerte del dictador. Mucho antes llegaste a la ciudad, a la ciudad donde habías “servido” en las caballerizas del Conde Duque, a tu ciudad, porque ese Madrid, si es de alguien es tuyo, es de la gente que llegó con el regusto amargo de tantas cosas y guerras perdidas, de hambres heredadas pisándoos los talones. Con dos maletas junto a tu mujer llegabais a Vallecas, a tierras y ciudades a las que en ese momento sentíais como “no vuestras”; pero que muy pronto las fuisteis haciendo, entre todos, un entorno amable, de acogida, donde sentirse como en casa, muy pronto fue vuestra casa.
No hablo en sentido figurado si digo que la nueva actividad económica de este país la levantasteis con vuestras manos, levantaste, levantasteis las naves y edificios de lo que sería el buque insignia del desarrollismo económico de la dictadura, “la Pegaso”. Allí, junto a cientos, juntos a miles de trabajadores aprendisteis a mirar de frente, a no agachar la mirada ante nadie, a reivindicar lo que creíais que era justo. Sin casi saberlo, estabas, estabais construyendo algo tan importante como el sindicalismo de clase, estabas, estabais dando a luz a Comisiones Obreras.
En esos momentos, sin quererlo, sin saberlo, ya eras, erais los promotores de esa democracia que todavía tardaría en asomarse tímidamente, pero ya la estabas, estabais haciendo posible. En esa época, sonaba una noche sí, otra también, en la oscuridad de una esquina en el salón, a oscuras porque parecía que así se detectaba menos desde fuera el ruido de las interferencias con las que querían evitar que escucharais la Pirenaica. Pero entre esas interferencias y a la luz de la propia radio, que servía para dibujar una sonrisa porque siempre íbamos “ganando”, escuchabas con atención, asintiendo con la cabeza, la voz clara de Pasionaria.
sin quererlo, sin saberlo, ya eras, erais los promotores de esa democracia que todavía tardaría en asomarse tímidamente, pero ya la estabas, estabais haciendo posible
Nunca fuiste de letras, de ciencias tampoco, eras más de callos en las manos de trabajar en la sección de tornos de la Pegaso y en ratos libres de alicatar, poner suelos y demás “chapuzas” a domicilio. Eras de las cuatro reglas, pero cortitas, y de lectura dificultosa. Pero últimamente, a tus noventa y cuatro años te has convertido en un “devoralibros”, además con un profundo sentido crítico.
Del libro de Eduardo Sánchez Gatell ‘El nido de la serpiente’ comentaste cuando lo devolviste, “este libro es una joya, no lo perdáis”; cuando terminaste mi último libro ‘La infancia palestina y la supervivencia’ dijiste “pobres chiquejos, lo que están pasando, pero también te digo una cosa, mientras quede uno solo, se pondrá de pie y Palestina no desaparecerá.., lo único que no me acuerdo de todos los nombres de los personajes, se llaman muy raro”. Es cuando a mí se me ponen los ojos vidriosos y un nudo en la garganta.
Con noventa y cuatro años sigues disfrutando cuando tus bisnietos te piden que hagas migas, o tus nietas unas gachas.
Gracias papa, por ser, por estar ahí, todo lo tieso que te permiten los años, gracias a ti, y a tus compañeros de generación, hoy tenemos el país que tenemos, con imperfecciones, pero mucho mejor de aquel que empezaste, empezasteis a forjar allí en Vallecas. Te lo tenía que decir, te lo tenía que escribir.