Las últimas semanas están especialmente revueltas con las celebraciones, perdón creo que les gusta más hablar de conmemoraciones. En principio era por los cincuenta años de la muerte del dictador Francisco Franco, luego parece ser que no, que lo que se celebra o conmemora son los años de democracia en este país, intentando con muy poca fortuna y con mucha miopía relacionar las dos cosas.
Creo que la llegada de la democracia no es debida a la muerte física del dictador, está mucho más relacionada, y por tanto es debida, por una parte, a la evolución propia de la sociedad española y, a un nivel superior en importancia, a las propias luchas de la misma sociedad para conseguir esta democracia, y como motor principal de las mencionadas luchas, a las de los trabajadores y trabajadoras, que no fueron las únicas, pero si las dinamizadoras del resto.
Algunos se han sorprendido por la negativa, ya no de los herederos ideológicos directos del franquismo, sino de la Casa Real o del Partido Popular, a participar en las ceremonias de conmemoración/celebración de la muerte del dictador asimilada a la llegada de la democracia. No llego a entender esa sorpresa, porque convendría no autoengañarse, ambos deben agradecimiento, incluso su propia existencia, a la figura más importante de lo que fue el viejo régimen.
Mientras en Alemania, Italia y otros países de nuestro entorno, los líderes más conservadores participan activamente en aniversarios profundamente antifascistas como las entradas de la resistencia y partisanos en ciudades, la Novena en Paris por ejemplo, incluso la victoria sobre el nazismo y fascismo son declaradas día de la fiesta nacional, aquí nasky de nasky.
Que bien suenan y resuenan las canciones convertidas en auténticos himnos que definen a un pueblo convertido en país. Los vellos se me ponen de punta cada vez que escucho el Bella Ciao coreado por miles de voces, siempre como afirmación antifascista, incluso fue la canción que tejió una auténtica red de complicidades durante el confinamiento durante la última pandemia, entonado en calles de postín y en barrios obreros de Turín. Algo parecido me pasa con el Grándola Vila Morena en Portugal.
No me imagino en este país al parlamento cantando en pie ‘Libertad sin ira’, mucho menos ‘Ay Carmela’ que puede ser la canción equivalente al Bella Ciao, claro que aquí no se colgó a ningún dictador fascista, no es por comparar nada. Aquí hablar con cierta rigurosidad de dictadura, desbandás, o responsabilidades por los asesinatos y entierros en cunetas… al menos hacen temblar las piernas de alguno, tanto de aquí como de enfrente.
no me imagino en este país al parlamento cantando en pie ‘Libertad sin ira’, mucho menos ‘Ay Carmela’ que puede ser la canción equivalente al Bella Ciao, claro que aquí no se colgó a ningún dictador fascista
Aparecen cíclicamente, aunque cada vez con mayor frecuencia, estudios o estados de opinión -soy escéptico sobre la fiabilidad e intenciones de los mismos-, en los que se pone de manifiesto por ejemplo, la consideración por parte de los más jóvenes de que la ultraderecha es lo más cool, lo que mejor representa el espíritu antisistema, o de rebeldía juvenil. Se puede estar tentado de hablar de “niñatos que no han pasado una dictadura” o “cayetanos de barrio alto”; pero convendría no dejarse llevar por el cabreo, porque lo uno y lo otro no es la verdad, al menos toda la verdad.
Ni son todos “cayetanos”, los hay también de la Viña de Cádiz o de Vallecas, en caso de la segunda justificación; respecto a la primera, la de no haber sufrido la dictadura, ahí tendríamos que hacérnoslo mirar, ya que en realidad lo que pone de manifiesto es que, después de cincuenta años, no hemos sido capaces de transmitir esa parte de la historia, a la gente más joven. ¿No hemos sabido o no hemos querido?
Después de ese tiempo, de amplias mayorías parlamentarias para impulsar medidas que condujeran a dar a conocer, también en los planes de estudios, nuestro pasado reciente, nos preocupaba más dar un trozo del “negocio” de la educación a la iglesia.
Es verdad que tenemos esa derecha genuina que juega a parecer, o ser, me da lo mismo, a la extrema, pero algo habremos hecho mal, ¿no?
O se es capaz de reaccionar, capaz de cristalizar, más que proyectos a largo plazo de futuros arco iris, realidades, seguridades que fortalezcan presentes esperanzadores en lo cotidiano, o de lo contrario lo que nos espera se conoce ya porque es pasado; pelín oscuro, casi negro es.