No se trata de tener un nivel de tolerancia, de pudor, más o menos alto, se trata de la capacidad de asimilar los valores que, como las olas, van y vienen acariciando las playas y las rocas. El pudor, entendido en relación a la honestidad, a la modestia, a la vergüenza.
Esos valores que en la sociedad en la que vivimos da la impresión muchas veces que creemos haber superado colectivamente, pero que sin saber muy bien por qué, retornan, vuelven, quizás sea más correcto utilizar la primera persona del singular y dejar a un lado el plural, puede ser que sea yo el que lo crea, y no nosotros.
Yo creía que formaba parte de los valores de la izquierda en este país, la separación entre las creencias religiosas de cada cual y el poder político en general. Que una cosa era que determinada persona, que ocupe o no un cargo político, acuda en nombre propio a cualquier acto de carácter religioso, no en razón del cargo ocupado. Y sí, me parece obsceno que, por ejemplo, un delegado o delegada del Gobierno en Cádiz, acuda a rendir pleitesía a una cofradía por el hecho de ser delegada de Gobierno, rector de Universidad o cualquier otro cargo público.
Ya no entiendo la existencia y mantenimiento de escuadras y centurias dentro de nuestras Fuerzas Armadas que proclamen a los cuatro vientos eso de que “son novios de la muerte”, pero que además sean utilizadas como una especie de majorettes desfilando a toda hostia, como el conejo blanco del País de las Maravillas, diciendo tengo prisa, tengo prisa. O cuando al paso de la oca levantan una imagen. En verdad me parece una obscenidad, sobre todo cuando pienso que lo pagamos entre los que tributamos en este país, por mucha conexión en directo durante horas y horas de televisiones nacionales y autonómicas en horario infantil, y un público llegando al clímax con estas imágenes.
En un mismo fotograma puedo encontrar una procesión con su público muy devoto con lágrimas en los ojos al ver como sufre una imagen que representa a una madre con un hijo muerto, las mismas personas que cambian de canal de televisión si salen escenas de una madre enterrando a su hijo asesinado en un bombardeo, o muerto de hambre. Las misma que, en ese mismo fotograma, dan la espalda a una persona ‘sin techo’ que intenta dormir entre cartones en la misma calle, a mí esa imagen me parece una obscenidad.
yo creía que formaba parte de los valores de la izquierda en este país, la separación entre las creencias religiosas de cada cual y el poder político en general
Estar sentado en un restaurante de postín, donde en un grado de civilización y modernidad dejan a su perro pasarse mesa por mesa solicitando un trozo de carne, claro que si lo que hay en el plato es pescado o ensalada el perro pasa de la mesa ante la sonrisa de los comensales y camarero, ¡qué perro más listo! Los mismos comensales que ponen cara de susto si quien se acerca a la mesa es un niño descalzo que intenta vender alguna baratija mientras los ojos se les van hacia los platos, de carne, pescado o ensalada; los mismos camareros que acuden rápidamente espantando a tan molestas visitas.
A mí camareros y clientes me parecen unos obscenos, atentan contra mi pudor, contra mi decencia, y que conste, me gustaría escribir que atentan contra nuestro pudor, nuestra decencia, pero esta es una de las muchas dudas que tengo. DIARIO Bahía de Cádiz Fermín Aparicio