“Muchas veces las cosas no son como nos parecen, o como nos las cuentan, hace falta bucear un poco, para que algo que se parezca a la realidad nos ayude a entenderlas”. (Profesor Sopranis)
Hace unos días, el catedrático Pérez Royo opinaba sobre la supuesta declaración unilateral de independencia en Cataluña; venía a decir que una declaración sin reconocimiento era como un canto celestial, que no servía para nada, ni siquiera para independizarse. Manuela Carmena, jueza entre otras cosas, venía a decir lo mismo, eso sí, con una amplia sonrisa. El último que he escuchado reconocer esta situación ha sido al secretario general del PSC, y así lo decía por las redes sociales. Y si esto fuera tal cual, ¿a qué se debe meternos en esta espiral de sinrazón? Me da la impresión de que lo que en realidad está sobre la mesa, es el nuevo reparto de “poder” que quedo pactado después de aquel 23 de febrero, y que por la derecha el PP y por la izquierda el PSOE se repartieron. Y que hoy, cuando menos, no está tan clara esa hegemonía.
El famoso referéndum que no hubo, pero que como las meigas “haberlo haylo” y que sinceramente, después de la precampaña, los piolines y patos, los “a por ellos”, las hostias y demás, que hubieran miles de votantes haciendo colas interminables para votar, mesas y urnas, me parece al menos una lección de madurez. Y si sabían que se iba a votar, y que era imposible impedirlo ¿por qué ese despliegue de testosterona selectivamente repartida en colegios electorales no elegidos al azar? Por cierto, un diez a la idea puesta en práctica del censo universal, una eficaz forma de facilitar el voto ciudadano, en determinadas elecciones. Pero no, me da la impresión que no es un problema de legalidad, puede que sea una especie de escarmiento vejatorio hacia aquellas personas, no hablo de partidos, que siguen creyendo que el voto es una forma de cambiar la sociedad.
Me preocupaba cuando aparecieron las primeras empresas que anunciaban a bombo y platillo que abandonaban Cataluña –joder, qué putada, a ese paso se iba a quedar Cataluña a los niveles de paro de Andalucia-; luego lo anuncia que se va la empresa que distribuye el agua a Barcelona -ya me veía yo a los barceloneses llenando cacharros en las fuentes públicas-; CaixaBank, nada menos que el banco catalán por excelencia, ahora por esos mundos de dios -me imaginaba a la infanta duquesa de Suiza, teniendo que venir a Valencia, y a toda España entera gritando “aquí, aquí, instalaros aquí-.
Pero no, aparte que estas y otras tienen sedes ya en paraísos fiscales para aquello de los impuestos y demás, el irse de Cataluña significa exactamente alquilar cuatro metros cuadrados, un teléfono y poco mas, allá donde quieran.
Entonces ¿a qué viene esto? ¿No será que de esta forma se “fabrican” titulares incendiarios de periódicos “muy serios” para animar esta cosa, como “La Caixa abandona Cataluña” y tan panchos? Pero, eso sí, se les da cobertura legal desde PP y PSOE para que parezca algo con transcendencia.
Me lo explicaba un amigo, como la empresa más italiana que ninguna, FIAT, su “sede” no la tenía en Turín, si no en Holanda. Y, ahora en serio, me parece más traumático, social y económicamente hablando, que las empresas de textil se lleven a Marruecos o a Asia sus producciones, dejando paro; ah no, que esos luego nos dan limosnas del beneficio de estas operaciones que dejan pobres aquí y allí, pero hay alguna que le encanta eso de las fotos con mangantes, aprovechan y dan un cierto barniz de mujer de estado.
Así, como decía esta mañana mismo, a mi edad, son tantas las banderas que tengo, la bandera de la libertad, de la solidaridad, de la igualdad, de la fraternidad… que, lo siento, no me caben en mi balcón. DIARIO Bahía de Cádiz