Al final acabó por matricularse en Políticas, pese a la opinión de su padre, propietario de una granja de gallinas ponedoras en la periferia de Zaragoza, que era más partidario que estudiara económicas o veterinaria, al fin y al cabo tendría que heredar las gallinas.
Desde estudiante de bachillerato, lo que de verdad le gustaba era dar discursos en la nave donde estaban las jaulas de las gallinas. Abría la puerta de la nave, el estruendo del cacareo era ensordecedor, se subía encima de una caja y exclamaba: “¡¡españoles!!”, y se hacía un absoluto silencio en la nave. Y proseguía: “la pertinaz sequía y a pesar del contubernio judío masónico…”, mientras que las gallinas guardaban un absoluto silencio. Al terminar el discurso-mitin, las gallinas continuaban su cacareo, con más fuerza si cabe; él me decía que gritaban: ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!
Un día me contó que encendían y apagaban las luces de la nave de las gallinas con el objetivo de engañarlas y se creyeran que amanecía y así comían y ponían más huevos, vamos puro conductismo, todo producto de la iluminación…
Llegada esta temporada de Navidad, las calles comerciales de nuestras ciudades se llenan de lucecitas que te guiñan el ojo o la mayoría de las veces te deslumbran directamente. ¿Para crear más espíritu de bondad, alegría y paz, o lo que es lo mismo, de fraternidad navideña? Me da que no.
Tengo la impresión que las autoridades nos han tomado por gallinas. Me refiero en esta competición sin sentido en la que se meten en estas fechas, como si intentaran saber quién es quien la tiene más larga, qué ciudad pone más lucecitas a sus vecinos, quién se gasta más, si Vigo, Cádiz o Alpedrete, o quien las enciende antes; todos con un solo objetivo: animar al consumo, animar a comprar, animar a que los negocios se llenen de gente con ansias de consumo, y por lo tanto, a hacer caja.
nos han tomado por gallinas. Me refiero en esta competición sin sentido en la que se meten en estas fechas, como si intentaran saber quién es quien la tiene más larga, qué ciudad pone más lucecitas a sus vecinos
¿Alguien se imagina qué bien nos iría, sin en vez de competir en que alcalde pone más iluminación de Navidad, el mismo orgullo que le invade a nuestros alcaldes por ver quién se gasta más y pone más bombillas, fuera por tener el mayor presupuesto en asuntos sociales, educación o defensa de la igualdad?
Don Humo García, alcalde la la trimilenaria y su equipo sacan pecho al afirmar que gastan más por habitante que Vigo, ¿en combatir la pobreza? No, ¿en comedores sociales? Frío frío, y de la educación o la enseñanza, mejor ni hablamos. Se trata de, efectivamente, luces para incitar al consumo en Navidad. Somos la ciudad que más cruceristas recibe por habitante, y la que más gasta en iluminación conductista para gallinas. ¡Chupito pa dentro!
Mientras, aquí se muere gente sin techo por no tener techo ni cuidados por parte de la autoridad. Se cierran comedores sociales para los más desfavorecidos o se sube el precio del transporte porque no hay presupuesto para mantener las bonificaciones al mismo, eso sí, la culpa la tiene el Gobierno central.
Ains… don Humo, don Hum (Don Bruno Tribuno le llama un buen amigo), dígale a su maestra que deje de contaminar la ciudad con el turismo no sostenible desde el puerto y que piense en jubilarse, aunque lo mismo lo que quiere es acabar al lado de la dama fenicia en el museo de la Plaza Mina o en el de títeres en Puerta Tierra, o quizás sea en los dos, que la gente con tal de pasar a la posteridad es capaz de cualquier cosa, incluso de cargarse a una ciudad.
Nota: Y te lo advierto, no me subas la ceja, no pienso hablar de ti en pasado, aunque te hayas ido.