Desde las primeras semanas de octubre, Palestina está sufriendo lo que nadie duda en llamar genocidio, que según el Diccionario de Acción Humanitaria es la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos. Lo que parece una quimera es creer que se debe al ataque de Hamas, ataque por otra parte deleznable, pero que sin duda no es el momento cero de las agresiones, vienen de mucho antes. Empieza con la decisión de establecer un nuevo estado en una tierra que se llamaba Palestina y que ocupaban palestinos árabes, cristianos y judíos.
En la biografía, escrita por Michael Ben-Zohar, de David Ben Gurión, primer ministro israelí entre 1949-1963, se recoge el discurso pronunciado ante oficiales israelíes en 1948: “Debemos utilizar el terror, el asesinato y la intimidación. Debemos robar sus tierras y eliminar todos los servicios sociales para liberar a Israel de su población árabe”.
Algunos líderes occidentales han comenzado a manifestar: “…que son demasiadas las muertes”, pero no han dicho dónde está el límite que podemos asumir como mal necesario, a partir del cual se puede hablar de demasiadas, son mil, quizás cinco mil o veinte mil, o el exterminio físico de los palestinos, puede ser que el límite esté hasta que nos sangren los ojos.
Viendo imágenes de los ataques a Palestina por parte del ejército israelí, y algunos israelitas que no son del ejército, viendo a niños intervenidos sin anestesia o sentados encima de unas ruinas porque han perdido todo, casa, padres hermanos; vuelven otras imágenes que estaban archivadas en mi memoria.
Veo las imágenes de Phuc, la niña vietnamita que huye del napalm lanzado desde un avión de EEUU.
Veo esas montañas de miles de zapatos de todos los tamaños, de adulto, de niño, de mujer cerca de las cámaras de gas y los hornos crematorios de los campos nazis. ¿Hay alguna diferencia entre los más de cuatrocientos guetos en Europa con los campos de refugiados en Palestina?
ocupan sus tierras, sus casas, les envían a un nuevo campo de refugiados, luego les bombardean, les matan. Eso es Palestina hoy, en Gaza y en Cisjordania
Cuando observo los grupos de palestinos huyendo con la casa sobre sus hombros y las criaturas cogidas de la mano, recuerdo a aquellos otros que cruzaban los Pirineos huyendo del golpe militar en España, o a los andaluces bombardeados desde el cielo y desde el mar en la carretera costera en la Desbandá.
Les expulsan de sus casas, de sus tierras, les mandan más al sur, más al norte para bombardearles porque van al sur, o al norte. Ocupan sus tierras, sus casas, les envían a un nuevo campo de refugiados, luego les bombardean, les matan. Eso es Palestina hoy, en Gaza y en Cisjordania.
Alguno de los periodistas que resisten en Palestina hablaba de que después de la tregua, los supervivientes, los rescatistas, cuando después de los bombardeos buscan entre los escombros, la mayoría de las veces no buscan supervivientes, ni siquiera cadáveres, buscan algún trozo de familiares. Hasta que me sangren los ojos.
Armas utilizadas contra Palestina, que se venden en los circuitos armamentísticos con la coletilla en la etiqueta de “eficacia demostrada, testadas en Gaza”, de la misma forma que en las etiquetas de productos de consumo nos indican que están libres de aceite de palma.
Hace poco leía esta terrible reflexión desde Palestina: “se sobrevive para vivir, se vive para esperar la muerte. La muerte es más fácil que esperar la muerte, y todo el pueblo de Palestina está esperando la muerte…”. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta qué nos sangren los ojos?
* (Hasta que nos sangren los ojos. Frase acuñada por la periodista Maruja Torres) DIARIO Bahía de Cádiz Fermín Aparicio