En dos informes realizados por un diario español, y entregados a la autoridad eclesiástica, se han recopilado un total de 496 denuncias recogidas por abusos realizados por clérigos y seglares, normalmente a menores. Estos abusos son realizados tanto en parroquias como en instituciones diversas dependientes, de una u otra forma, de la Iglesia Católica como Seminarios, colegios regidos por congregaciones religiosas (Maristas, Salesianos, Jesuitas… y un largo etc.). Es tal el número de instituciones en las que se ha realizado, según estas denuncias, el abuso a menores, que es difícil no creer que no forma parte de la propia esencia de esta institución.
Recientemente en algunas entrevistas realizadas en los medios de comunicación a víctimas (menores cuando lo fueron), pueden observarse que en casi todos los casos el mismo procedimiento. Un adulto, casi en la totalidad de los casos hombre, clérigo o seglar, pero siempre desde la “autoridad moral” que ostenta, el sacerdocio o su rol de profesor, algunas veces los dos, agreden, abusan sexualmente de niños, que quedan marcados de por vida. Normalmente estos abusos se producen de forma continuada en el tiempo hasta que el agresor decide reemplazar a la víctima.
Las denuncias raramente se realizan en el momento de producirse el abuso, el terror al que se somete a un chaval de siete, nueve o doce años lo imposibilita; solo en las menos de las situaciones son promovidas por los progenitores, que si las hacen ante las autoridades eclesiales, en el mejor de los casos se soluciona con un traslado del agresor a otra parroquia, a otro centro educativo, a otro seminario… y vuelta a empezar.
La pasividad, cuando no la complicidad, la falta de protocolos claros de actuación ante estas graves actuaciones hacen pensar que, o bien no las consideran graves, puede que como una parte de la sociedad, o valoraran más el dinero que conllevaría un escándalo.
Puede ser que haya llegado el momento de plantear un #SE ACABÓ con estas actuaciones delictivas descritas, y para empezar de alguna manera, quizás sea hora de cuestionar la subvención del Estado a la Iglesia y el Concordato que lo avala
Días atrás, han saltado el caso de dos curas, diferentes pero con dos cosas en común, los dos son de Málaga, los dos comparten Obispo y los dos han abusado, y agredido a mujeres.
En el caso del ‘cura Fran’, acusado de drogar y abusar de sus víctimas, el Obispo , después de nueve meses, después de efectuar el traslado en varias ocasiones, minimizando o escondiendo los delitos imputados, habla sobre este asunto. Dixit Episcopus responsabilizando a “la virulencia de algunos medios de comunicación, cuya reacción ha sido muy dura contra la Iglesia”. Muy curioso.
Por otra parte el propio cura Fran decía a su novia: “La iglesia me ha perdonado por lo que he hecho. Son cosas de mi vida anterior. Si sigues así, me voy a suicidar”. Es lo bueno de ser católico, que si te confiesas, y te perdona, más si quien te perdona es el Obispo, ya te sientes libre de culpa.
Puede ser que haya llegado el momento de plantear un #SE ACABÓ con estas actuaciones delictivas descritas, y para empezar de alguna manera, quizás sea hora de cuestionar la subvención del Estado a la Iglesia y el Concordato que lo avala, o el pago de la nómina de profesores de los colegios concertados a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. DIARIO Bahía de Cádiz