Se aproximan sin hacer ruido las fechas en la que los cristianos, y por extensión todos los que estamos en esta parte del mundo, celebran que un chiquillo pobre, sin casa, que poco después tuvo que salir a un campo de refugiados en Egipto, nacía en lo que más tarde sería Palestina.
Y al aproximarse estas fechas empieza una especie de concurso, una competición absurda basada en estudios de psicología aplicada a las gallinas, que ha demostrado que la luz influye en el ánimo de estas aves para poner más huevos. De esta forma mantienen encendidas veinticuatro horas las naves donde miles de estos pobres animales, encerrados en jaulas, pasan la vida pone que te pone huevos.
En estas fechas se desata una competición, como todas tiene clases y niveles. Hay nivel nacional, autonómico y hasta comarcal. Todos compiten, gastan altos presupuestos. No se alarmen, que no se trata de ver quién tienes mejores bibliotecas, no. No se trata de conseguir los mejores servicios sociales, ni mucho menos; ni quién tienes las mejores y más numerosas instalaciones deportivas.
La competición es entre los ayuntamientos para ver quién ilumina más sus ciudades, bueno sus ciudades no, sus calles comerciales. Se han creído que somos gallinas que vamos a comprar mucho más si las calles tienen muchas lucecitas de colores. Es algo así, tan intrascendente, como esas apuestas juveniles de “a ver quién la tiene más larga”.
Algunos comerciantes quieren emular a ese gran comercio que monta un pequeño parque de atracciones en sus aledaños y se creen que por eso venden más, que no criaturas mías, que no es por eso. Aunque no estaría mal una cosa, ¿sabéis quién paga estos montajes? Pues este gran comercio. Sería bueno, señores de Lloreca y demás patronales del comercio, que se plantearan pagar las florituras navideñas.
la competición es entre los ayuntamientos para ver quién ilumina más sus ciudades, bueno sus ciudades no, sus calles comerciales. Se han creído que somos gallinas que vamos a comprar mucho más si las calles tienen muchas lucecitas de colores
Todo indica que en Cádiz-Cádiz, nuestro alcalde, Don Humo García, repite la iluminación que puso el año pasado la anterior corporación; si esto es verdad, pese al apoyo incondicional de su diario en este y otros temas, ¡Don Humo, no nos venda más humo! haga usted el favor. Sin ir más lejos lo de utilizar a las bandas procesionales de pasacalles, no sé yo: me crea una duda, ¿entre la marcha de Piedad y Ecce Homo van a tocar Paquito el Chocolatero o Tengo un tractor amarillo? Lo que decía, el humo de Don Humo.
A pesar de todo, y sin querer sentar cátedra, os rogaría una cosa, que no os lancéis a los centros de las ciudades como posesos para comprar lo que sea, no olvidar que aquel chavalín pobre que nació en un establo los únicos regalos que recibió fue de unos reyes, y que después viene las cuestas. Aprovechad para ver a la gente, incluso a vuestros cuñados. Lo digo por experiencia, de una cena se sobrevive, incluso de la familia.
Y a los creyentes, un mensaje: no tengáis mala leche con el chiquillo y no le hagáis spoiler, de su vida, me parece de mal gusto que le cantéis el villancico “envidia tiene la fuente”
Y yo estoy viendo
en la frente de mi Dios
una corona de espinas
qué dolor, qué dolor
una corona de espinas
¡cómo para querer que se duerma la criatura!