Seguro que es por la estación, el invierno es como es en esta parte del mundo. Seguro que es también por la saturación de festejos impuestos entre la tradición, los centros comerciales y muchas veces nosotros mismos que nos sentimos en la obligación de ser felices por cojones. El caso que cuando llega la cuesta de enero llega el bajón, llegan las nieblas.
Nos damos cuenta que hemos gastado mucho, que hemos comido mucho, que necesitamos una talla más de ropa y una cuenta con más “fondo de reserva” en el banco. Nos damos cuenta al retomar nuestras costumbres y rutinas que los sionistas siguen asesinado y exterminando palestinos, que el resto del mundo, si no les venden directamente armas, siguen silbando mirando a los pájaros que cantan en los árboles para no oír los llantos y explosiones. Caemos en la cuenta que hemos echado de menos a los que faltan, y si no faltan parece que faltan, porque ya no son como eran.
Miramos al futuro, y lo único que nos interesa realmente es cuanto queda para el día veinticinco, fecha de cobro. Mientras hacemos este balance, caemos en cuenta que hay mucha niebla, que no vemos ese horizonte que nos hace tener cierto optimismo por llegar allí. Es justo el momento en el que te entra el muermo y el bajón.
Sin entrar en cuestiones más domésticas, las elecciones gallegas, por ejemplo; y no quiero entrar porque lo confieso, cada vez soy menos equidistante, y empiezo a estar hasta el corvejón de telepredicadores…, lo dejo aquí.
Pero ves el año así, en cuesta, y te planteas que pese a todo hay que seguir adelante, eso sí, sabiendo que aunque esas neblinas están ahí, también sabemos que el horizonte está detrás de la niebla, no por nada, sino porque lo hemos visto y añorado tantas veces que a ciencia cierta lo sabemos; pero cuesta tanto levantarse, seguir….
ves el año así, en cuesta, y te planteas que pese a todo hay que seguir adelante, eso sí, sabiendo que aunque esas neblinas están ahí, también sabemos que el horizonte está detrás de la niebla
Puede ser que tengamos que retomar nuestros valores, los importantes, esos imprescindibles que a veces olvidamos o simplemente nos creemos lo que nos dicen, que ya están denostados. Quizás reconociendo nuestros errores, meteduras de pata, despropósitos, que haberlos, haylos, debemos ser fieles a nosotros mismos en primer lugar, que no es ni mucho menos lo más fácil.
Sentir como propias las injusticias, ocurran donde ocurran, porque nada de lo que le pase a una persona me es indiferente. Estoy convencido que la libertad no existe, si no hay igualdad, pero que esta última sin la primera es una quimera, porque cada vez, no hay que olvidar lo de “queremos el pan, pero también las rosas”.
Y aunque pueda estar mal visto, tarde o temprano la tierra será el paraíso, la patria de la humanidad, el corazón está en la izquierda, y una buena parte de las veces lo más importante lo tenemos justo al lado, basta con mirar, sonreír y abrazar, para sentir y hacer sentir bien; que como principio no está mal, y es una forma de empezar a disipar la niebla.