Aproximadamente hace más de dos años o tal vez tres y después de un largo y penoso contencioso entre Ayuntamiento y Ministerio de Defensa -en litigio- por la desafectación de los terrenos de los Polvorines de Fadricas, se resolvió de manera que dicho asentamiento militar, se liberara, pasando esos terrenos -medio millón de metros cuadrados- a depender del municipio.
A esos terrenos hay que añadir los de la Fábrica de San Carlos (FSC) o de La Constructora, como así se conocía popularmente a esa gran Fábrica por sus magníficos y cualificados operarios, reconocidos tanto adentro como afuera de nuestra ciudad. Fábrica tristemente desaparecida, cuyos terrenos han sido liberados tras otro largo proceso, en esta ocasión debido a los filtros de las administraciones. Y en consecuencia, ya tienen vía libre también para ejecutarlos.
Pues bien, ahora una vez salvados los obstáculos, sólo hace falta un plan eficaz que sea capaz de generar los recursos suficientes que proporcionen -trabajo- y fomente el empleo para la prosperidad de la ciudad y la de sus ciudadanos.
Porque no cabe la menor duda que nos encontramos ante una nueva oportunidad, que tiene el equipo de gobierno, para planificar en esos terrenos, un proyecto en coherencia con el entorno de la zona. Proyecto -tanto tiempo esperado- que ahora sería aconsejable pensar y medir, pero medir bien, cuál será su futuro y sus consecuencias.
Independientemente de las ordenanzas, los pgous y todas las recalificaciones del suelo, habidas y por haber; las posibilidades de este espacio abierto con salida a la bahía y al mar, bien merece al menos, un estudio minucioso, concienzudo y detallado en el cual se debería valorar, qué tipo de ocupación se necesita en cuanto a su uso, a los posibles efectos y a los beneficios económicos repercutibles que puedan generarse en dicha zona.
Creo que -medio millón de metros cuadrados- más los añadidos de la FSC, dan para bastante si se planifica bien y adecuadamente. Pero, si mayoritariamente se piensa en construir un buen número de viviendas del orden de unas 800 entre las de -Vpo- y las de renta -Libres- seguramente sería lo menos acertado, aunque tal vez, sí lo más fácil de proponer, gestionar y desarrollar. Y en tal caso, creo que se haría un flaco favor al espacio, al medio, a otros equipamientos y a los objetivos más acordes y racionalizados con dicho entorno y con el futuro de la Ciudad, sin descuidar, eso sí, las construcciones de las viviendas, pero de manera más racionalizadas y emergente con la necesidad, el apremio y con la exigencia de la zona. Y es que los bloques y las colmenas de edificios, no siempre son aconsejables, salvo en situaciones de urgencias, que no es el caso, porque además, no adecuan ni benefician a los espacios donde según qué necesidades, se instalan y por tanto, sugiere una seria reflexión antes de consolidar su construcción.
Siempre he pensado qué hubiera significado para -nuestra ciudad- en ese lugar o en cualquier otro parecido y «en su momento» por citar -uno sólo- entre tantos ejemplos que se esfumaron en tiempos de bonanzas, la creación de un -gran campus Universitario-. O qué decir de su aprovechamiento de cara al mar, a sus caños y a sus marismas, cuyo envite -sí están ociosos y latentes todavía- en la explotación de sus productos como en los de sus contornos aledaños, que nos proporcionarían: instalaciones diversas, industrias, cultivos marinos, recuperaciones de esteros y salinas (que se han dejado inactivas), viveros de peces y mariscos autóctonos (lisas, zapatillas, robalos, bailas, anguilas, lenguados, almejas, cañaíllas y bocas de la Isla, sin resistirme a mencionar el sabor de las mojarritas, los sargos y los ricos chocos que se pescan en el lugar conocido como ‘El Plan’ de la playa de La Casería ¡Qué delicia!), piscifactorías, investigación, náuticas, opciones recreativas, escuelas de aprendizajes, talleres, ocios, residencias, turismo, restauración y un larguísimo etcétera, no sólo en este lugar, sino en otros, para cuyos proyectos no sirven como condición inoperante, el consabido escudo ni el recurso del llamado parque natural, obstáculo en su caso, que ha sido resueltos convenientemente en otros lugares, con situaciones similares, cuando se trata de un bien común, social, necesario y solidario.
San Fernando a pesar de estar rodeada de caños, muros y salinas, es una isla aunque atípica, pero -lo es- y como tal; su principal fuente de riqueza está relacionada con el mar, si es que sabemos obtener de él y de cuanto le rodea, que no son pocos, todos los recursos y los beneficios que nos facilita y nos proporciona, como lo fue en su día -la sal- de sus ricas salinas y la fábrica de conservas de sus exquisitas caballas, por citar industrias ya desaparecidas, pero de felices y nostálgicos recuerdos.
Y en esa dinámica de posibilidades y en esta otra de su expansión, voces muy autorizadas, vienen vaticinando que la -zona ideal- para el despegue y la rentabilidad de nuestra ciudad -estructurando sus accesos- se orienta hacia la bahía. Y su ejecución comienza precisamente en la Casería a pesar de la contrariedad que por naturaleza pueda suponer el fango que genera su playa. Así como en los terrenos de lo que fue «La Constructora» para continuar con Fadricas y Punta Cantora, aunque su intento de arranque inicial no empezó acertadamente con la construcción de las tres torres construidas, cuyo impacto ambiental resulta tan visible como evidente y como consecuencia, ha impedido razonablemente la construcción del resto de las previstas.
Por eso, en esta excepcional ocasión, esperamos y deseamos que el -eje de La Casería, sin olvidarse de completar y perfeccionar Gallineras y Puente de Hierro- es un gran reto para plantearse con interés este gran proyecto -que si se ejecuta bien- (véase como ejemplo negativo la situación pese a su elevada inversión del Parque de la Historia del Mar) sea definitivamente motivo de orgullo y de riqueza para nuestra ciudad y la de todos sus ciudadanos, de manera que nos hagan olvidar aquellos que se realizaron sin aciertos, imprevistos y quizás, un tanto desafortunados. DIARIO Bahía de Cádiz