¿Cuál es el deseo principal de un preso? Escaparse de la cárcel. ¿Y cuál es el deseo principal de quien gana cientos o miles de millones de euros? Evadir al fisco. ¿Y cuál será su deseo cuando logre evadir al fisco? Quitarse de en medio a los gobiernos que le estorben o, mejor, estimular el gobierno mundial que esté a su servicio, es decir, la teoría del materialismo histórico pero ya elevada a su máximo paradigma exponencial. Y hay más. ¿Cuál es la tentación de las grandes corporaciones para producir lo más pronto posible y lo más barato posible para servir a sus clientes lo más rápida y lo más económicamente posible? Echar mano a tope de la Inteligencia Artificial (IA) y prescindir en todo lo posible del ser humano como mano de obra.
La siguiente pregunta es: y entonces, ¿de dónde van a sacar a los clientes?, ¿quién va a trabajar para ganar dinero y consumir? Una minoría cada vez más exigua. El resultado será una sociedad de pobres y mendigos, llena de cámaras y de fuerzas de seguridad donde el humano se defenderá del humano. Estoy escribiendo en voz alta y me gustaría exagerar y equivocarme pero se ven claros síntomas de esto desde hace decenios, todo ello acompañado de la destrucción paulatina de la biosfera. ¿Evitaremos esos dos grados de más en el calentamiento del planeta? No, por supuesto que no, porque somos los reyes de la creación y podemos hacer con ella lo que nos plazca.
Y, ¿por qué tanta codicia, tanta ambición? Porque el humano es así y porque eso que crea -la cultura- para sobrevivir, se le está volviendo en contra. Porque hay que servir a un dios vengativo y porque mientras más trabajes y produzcas más agradas a Dios, en el fondo de todo hay un trastorno grave y colectivo de personalidad que comenzó hace siglos en la pirámide social y se ha extendido al resto.
Volviendo a lo más simple, todo este nuevo mundo lo están construyendo jóvenes, colocados como arquetipos a seguir por todos los demás, como emprendedores máximos. Y hay otros jóvenes a los que llaman populistas que dicen querer poner en su sitio a sus congéneres triunfadores. “Ya lo sé, hijo, cuando sea mayor terminarás metiéndome en un asilo”, afirman no pocas abuelas, abuelos, madres y padres. Lo de ahora es peor porque no sabemos ni si tendremos dinero para asilarnos o que nos asilen.
Esta es la historia de terror real, ante ella cualquier película del género es como una aventura de Bob Esponja quien, por cierto, vende hamburguesas. Parece un suicidio del sistema que nadie impide, ¿verdad? DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig