Esta historia universal de la humanidad sería coherente, si respetase y estableciese los tres escalones o peldaños en los que ha de asentarse cualquier ‘sociedad democrática’ que se precie de serlo, a saber: clase alta, clase media y clase baja. Nuestros ojos no pueden comprender… la pobreza y después la muerte por inanición, en los comienzos del siglo XXI.
Comparando la economía mundial de nuestros tiempos con la de comienzos del siglo XX, venimos en conocimiento del gran progreso material experimentado por la humanidad desde aquel entonces. Tal afirmación no coincide plenamente al contemplar las imágenes de pobreza, analfabetismo, desigualdad social…, que por los medios de comunicación-prensa, radio, televisión e internet (redes sociales)-, nos difunden todos los días del Señor -el Dios de todas las religiones-. Sin embargo, la globalización próspero ampliamente entre las economía más ricas: Japón, EE.UU., Japón… No obstante, hemos comprobado actualmente que los países de más bajo nivel económico también se han agregado a la economía global
Hemos de entender que la historia nos enseña cómo fueron los acontecimientos que definieron países, limites, creencias religiosas, idearios políticos, lenguas…, muchas veces mediante guerras injustificadas –aunque pocas guerras o casi ninguna pueden ser llamadas justificadas-: salvo aquellas que invaden los territorios y, claro está, éstos se defienden de una agresión a sus terruños como legítima defensa, quizá y provocadas para alcanzar el poder a cualquier precio. Poder y dinero, dinero y poder… aunque perezcan en las contiendas miles de ciudadanos que no compraron velas para el entierro, para el entierro que supone cualquier guerra de las miles que hemos tenido.
Y es que vivir en este mundo globalizado se nos está poniendo cada vez más difícil: los ricos son cada día más ricos, y los pobres son cada día más pobres. Paradojas de la vida. El mundo de Internet y la propia “caja tonta” –nuestra siempre bien amada televisión, que poco o nada nos enseña–, nos muestran como casi la mitad de los habitantes del Globo Terráqueo… se mueren de hambre: no hay más que ver los ojos de muerte con que nos miran esos pobres niños del Continente africano: sus caras aparecen llenas de mosquitos, y tienen fuerzas ninguna para levantar sus escuálidos cuerpos…
Al principio la mano de obra de los individuos fue globalizada, mas hoy por hoy todo está globalizado menos las migraciones. Por tanto, adivinamos que, como nos temíamos, la globalización no ha sido perfecta. Desde principios del presente año estamos asistiendo a una crisis migratoria en Europa, y, siempre, en sus fronteras del este y el sur, respectivamente. Esto nos conlleva, ineludiblemente, a desarrollar una política europea de inmigración –hasta la fecha no desarrollada–, que reconduzca la movilidad de las personas entre los diferentes países–desde los más pobres a los más ricos–, y, claro está, reconociendo que ésta produce problemas muy complejos en el siglo XXI. Y en esta vida para todo existe un límite, que hay que resolver de una vez por todas: tenemos demasiados inmigrantes. Si ha de establecerse un control sobre la llegada de los últimos, me pregunto quiénes son ilegales. Y a continuación quiero razonar en el sentido de que hay que establecer unos requisitos mínimos de seguridad, para su entrada en los diferentes estados. Todo lo cual nos encamina a comprender que se produzca-en nuestras mentes-un miedo globalizado, que puede llegar a ser… enfermizo y contagioso.
Nuestra cotidiana vida se está convirtiendo día a día en un creciente mundo de temores que nos amenazan: Miedo a morir, miedo al dolor, miedo a perder la cabeza… Son muchos miedos juntos que, según los expertos en la materia, erosionan nuestros cerebros terriblemente, y nos hacen pensar en el deterioro que está sufriendo el ecosistema, la proliferación de las armas nucleares. El terrorismo que corre por todo el Globo Terráqueo, la lucha para conseguir dinero y poder al precio que sea, tráfico y venta de órganos humanos sacados a cuchillos, y esto es así, de los cuerpos muertos de inocentes criaturas raptadas o vendidas por sus propios padres.
Pretendemos, pretende uno observar que el mundo en que vivimos –principios del siglo XXI–, está cambiando tremendamente y a la velocidad del rayo. Existen adelantos sorprendentes en la ciencia, la teórica, las comunicaciones, en el saber (por conocimiento) humano…: todos estos avances forman parte de un nuevo mundo, que hemos convenido en llamarlo globalizado. Esta globalización debería de afectar, en principio, a los 5 Continentes, pero vemos que en la práctica este desarrollo económico y científico no alcanza a todos. Converso con mi pensamiento, y él me dice: “¿Para qué sirve tanta riqueza en nuestras manos?”. Si la riqueza fomenta compasión, uno desea ser pobre; si la pobreza genera odio, uno desea ser rico. Y es que el hombre es insaciable en cuanto a la posesión de riquezas (por bienes terrenales).
Las democracias se hacen fuertes, sin duda, respetando la pluralidad y la diversidad entre culturas y continentes. La globalización triunfará, siempre y cuando, establezca pilares sólidos donde se asienten ideas convergentes para el desarme mundial. EE.UU., Inglaterra, Irán, Corea del Norte, Israel y el fundamentalismo islámico… no están por la labor. La violencia siempre engendra violencia, y esto es bien sabido. Los países que no dialogan, y se dialoga por mediación de la cultura, están abocados a una confrontación bélica constante. Piensa uno que indefinida.
Quizá no exista la globalización perfecta, pero todos hemos de contribuir al desarrollo y levantamiento de ese “tercer mundo” olvidado y masacrado por propios y extraños Y es que ante el “Dios de todas las religiones” todos somos iguales: ingenieros, médicos, cardenales, obreros vestidos con buzos de personas, mendigos… Entonces la clase media ha de jugar un papel importante para relacionar a los de arriba –que ostentan el poder que produce la riqueza–, con los de abajo –olvidados y desatendidos, muchas veces–, que no consiguen alcanzar ese estado de bienestar mínimo para llevar un vida normal sin padecer hambrunas y desamparos. (Siempre hemos entendido por “Clase Media” a aquel grupo de ciudadanos que ocupan un lugar intermedio entre la opulencia de rico y la privación del pobre.) DIARIO Bahía de Cádiz