Se les dio la mano y ellos cogieron el brazo. Nunca como en esta ocasión los separatistas se habían esmerado tanto en organizar una diada, nunca la organización había sido tan perfecta y nunca cada grupo de personas, empezando por los grupos de gays y lesbianas y los cientos de miles de personas que vinieron del resto de Catalunya habían tenido previsto un acomodo tan bien indicado como en esta ocasión. Cursores que son empujados por la calle, cientos de miles de papelitos en forma de punta de flecha y banderitas son la muestra de que toda espontaneidad ha sido desterrada de la famosa Diada y que, los líderes de esta manifestación popular, no ahorraron medios ni euros en preparar esta teatral y concurrida muestra del independentismo catalán. Hasta se podría decir que estaban todos o casi todos los que forman esta “lista unida por el sí”.
Lo que les ha costado a los catalanes y a los españoles el que en la Meridiana de Barcelona se reunieran entre 600.000 y 700.000 personas (matemáticamente, según los expertos es imposible que quepan más) gritando a favor de una Catalunya independiente, no lo vamos a saber nunca porque, seguramente, forma parte de una hucha a la que van a parar las donaciones, una parte del dinero que reciben de Madrid y otra importante que seguramente debiera destinarse a pagar proveedores del Ayuntamiento y la Generalitat, que ha sido detraída para ayudar a formar esta entelequia en la que se han emperrado los nacionalistas, consistente en crear estructuras de estado para el momento en que tenga lugar esta ilusoria e imposible amenaza de la independencia de la autonomía catalana.
Una Diada celebrada dentro del periodo electoral claramente favorable a uno de los partidos que concurren a las elecciones del 27S y que, no obstante una Junta Electoral claramente inclinada a la causa del señor Mas, ha permitido que tuviera lugar. Tampoco parece que se hayan contenido un ápice todas las cadenas de TV catalanas o los informativos y radios, lanzados a tumba abierta en defensa de este escandaloso proyecto de separar a un trozo de España del lugar que viene ocupando en el estado español desde los Reyes Católicos con la particularidad de que, históricamente, nunca fue un país independiente pues vino perteneciendo a lo que fue la Corona de Aragón.
Todo sería una simple expansión, como lo han venido siendo las anteriores Diadas en las que, al día siguiente, todo continuaba igual en Catalunya, sin que tuvieran el más mínimo efecto en la vida cotidiana de las ciudadanos, de modo que se podía considerar como una simple anécdota nostálgica mediante la cual, los más catalanistas, pasaban unas horas pensando que se encontraban en una idílica Catalunya, aislada del mundo, en la que, las “butifarras”, pendieran de los árboles; un sueño ilusorio, pero sin que tuvieran la más mínima esperanza de que eso pudiera ocurrir nunca. En esta ocasión, con menos concurrencia que en anteriores diadas, se le ha querido dar por los separatistas un mayor boato, un significado mayor y una especial proyección hacia el exterior intentando lo que ya llevan años probando, conseguir el apoyo de algún país europeo. Un exaltado y descontrolado señor Mas, que ya ha perdido las buenas formas con las que anteriormente argumentaba, para empezar a caer en un paroxismo en el que ya tutea a sus adversarios políticos y habla “ambiciones imperiales” de aquellos que lo único que intentan es que se cumpla la Constitución (mayoritariamente aceptada por los catalanes) y que se respeten las instituciones, junto al mantenimiento de la legalidad; algo que, al parecer, han decidido no hacer aquellos a los que se les llena la boca la expresión “democracia” y que, en la práctica, no hacen otra cosa que pretender imponer a los españoles la voluntad de unos pocos enfrentada a la mayoritaria del resto de los españoles.
Lo verdaderamente inaceptable y lo que constituye uno de los mayores ataques al futuro de los catalanes es el gran engaño que se oculta tras los discursos optimistas de todos los que participan y dirigen esta obsesión separatista. No tienen el menor empacho en mentir cuando le explican al pueblo catalán lo que, según ellos, acontecería en esta región si la secesión de España se consumase. Da pena escuchar al señor Mas intentando convencer de que Europa “no puede vivir sin Catalunya” y que continuarían perteneciendo a la CE, recibiendo ayudas del BCE, del FMI y del BEI, como las han venido gozando hasta ahora, insistiendo en que el comercio que, actualmente, mantienen con el resto del continente lo mantendrían igual aunque estuvieran fuera de la nación española. Para Mas y Junqueras ( éste en el colmo de la estupidez política, sigue afirmando que no existe la norma europea que excluye a los países independizados de uno de los pertenecientes a la UE de su posible pertenencia a la CE), según intentan hacer creer a los que están dispuestos a tragarse el sapo, la posibilidad de que Catalunya pueda sobrevivir fuera de España colaborando, como ha sucedido hasta ahora, con el resto de países europeos es algo innegable, una realidad a la que se debe acoger, sin más averiguaciones, un crédulo y manipulado pueblo catalán.
Lo malo para los que así piensen, lo verdaderamente calamitoso para quienes se crean que tanto Merkel, como Hollande o el señor Cámeron, amén del propio Parlamento europeo, hayan mentido en las numerosas ocasiones en las que, a través de sus portavoces, han reiterado la imposibilidad de aceptar, en la Unión, a un país independizado mientras no exista unanimidad en ser aceptado y, todo ello, tan sólo cuando le tocara el turno en la larga cola de países aspirante a entrar en ella; es que sí, en verdad, existe la legislación comunitaria que avala tales afirmaciones. Lo cierto es que, los sucesivos gobiernos que ha tenido España desde que se instauró la democracia, han sido incapaces de tratar el tema catalán con la energía, la solvencia, la eficacia y la inteligencia que hubieran sido precisas para evitar que estas corrientes separatistas, que apenas hace unos años eran minoritarias, hayan conseguido, gracias a la pasividad del Estado, ir adquiriendo un desarrollo y una virulencia tal, que hayan llegado a constituir una verdadera amenaza para la unidad de España y para los españoles que vienen residiendo en esta comunidad catalana.
Lo peor es que, para enfrentarse a tamaño desafío, no tenemos a la persona adecuada ni tampoco a un ejecutivo verdaderamente dispuesto a asumir las riendas de la situación, obligando, con todos los mecanismos de que dispone el Estado de Derecho, a que se cumplan las leyes, se respete en todos sus aspectos la Constitución y se ponga en su sitio a todos aquellos que intentan destruir la unidad de nuestra nación. Se siguen lanzando cabos, se intenta reconciliarse con aquellos que siguen impertérritos el camino revolucionario; se dan muestras de debilidad y dentro del propio Gobierno de la nación se advierte la presencia de timoratos dispuestos, una vez más, a claudicar ante Mas y sus secuaces.
El resto de instituciones permanece en silencio, menos el poder Judicial que, por una vez y con timidez, ha advertido de que las leyes no pueden ser ignoradas. ¿A qué esperan quienes están obligados a garantizar la unidad de España para intervenir?, ¿acaso piensan que, tranquilamente, cobrando sus sueldos cada mes, ya han proporcionado a esta nación la ayuda que se espera de ellos? Cada día son más los partidarios de reconocer a Catalunya como una “nación”; cada vez aumentan los que se están cansando de oír hablar del “problema catalán” y estarían de acuerdo con que se les diera un régimen especial, con tal de que se callaran y, cada día, las izquierdas (vean a los de Podemos), que saben que tienen una mina que explotar con el tema catalán, ayudando a que se independice primero y, luego, a que quede sometida a un régimen de extrema izquierda que es lo que ocurriría si esta deriva nacionalista tuviera éxito.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vamos viendo como, a medida que se acerca la fecha del 27S, en lugar de que el frente común, en contra de las pretensiones separatistas en Catalunya, se refuerza y adquiera solidez; se va produciendo el efecto contrario, cuando el resto de partidos parecen estar dispuestos a sacrificar Catalunya a sus aspiraciones de convertir a España en un satélite comunista de la América latina. Malas perspectivas para los que queremos seguir siendo españoles y verdaderos demócratas, en España. DIARIO Bahía de Cádiz