Cuarenta y una, posiblemente y siguiendo las estadísticas cuando vea la luz este artículo serán cuarenta y dos, mujeres asesinadas por hombres que por hache o por be entendían que eran de su propiedad, y que con ellos o con nadie. Algunas habían denunciado ya a sus futuros asesinos, y la sociedad, entre los que nos encontramos tú y yo, no supimos, no quisimos defenderlas. Otras no, quizás incluso puede que creyeran que los maltratos previos, físicos o psíquicos, entran dentro de la normalidad y que forman parte de las cosas del querer; aún resuenan en mis oídos aquella frase que escuche no hace tanto tiempo, “ya no la quería, no la pegaba ni nada”.
Me faltan las palabras para condenar, me sobra la indignación cuando el locutor de turno, subtitulado por el teléfono de ayuda a las víctimas, anuncia… “otra mujer muerta en manos de su pareja o expareja, esta vez en…”, y casi todo me suena a hueco, el grupo de cargos públicos y poco más guardando un minuto de silencio…, la portavoz de la oposición reclamando más fondos, la portavoz del equipo de gobierno justificando que nunca se ha luchado tanto como ahora… palabras, palabras, siempre las mismas palabras. Mientras algún alcalde habla como sabe, como machista recalcitrante, y sus rubias de mechas le hacen la ola.
Mientras tanto, nos alarman las actitudes machistas de los más jóvenes, nos extraña el machismo ejercido desde las nuevas tecnologías, chavales que controlan, guían, acosan a ellas a golpe de wassap – no te pongas esa ropa, con quien hablabas esta mañana, deja de salir con esas locas…-.
Es necesario proporcionar a las mujeres amenazadas o en riesgo, por parte de la sociedad, la suficiente seguridad que garantice su vida, pero es obvio que esto no es suficiente para cortar la sangría.
Los programas de coeducación, educación en la diversidad, incluso los cambios legislativos están bien, pero no son suficiente. ¿Nos imaginamos a una persona que se dedica a la docencia que aborrece leer –que haberlos haylos-, y como profesor de literatura cumpliendo el programa, sólo porque hay que cumplirlo? Casi seguro que el alumnado no amará la poesía. O en el ámbito político, ¿alguien duda cómo cumplirá la legislación sobre igualdad el alcalde de Valladolid?
Sí, todas las medidas normativas, de educación formal, leyes… son importantes, pero lo que de verdad va a acabar con el machismo que al final es el que mata, no nos equivoquemos, sólo desde la transformación y actitudes individuales se conseguirá. Las manifestaciones de repulsa minoritarias, testimoniales son importantes, claro que sí. Alguien tiene que mantener la antorcha encendida, recordar, recordarnos que no se puede seguir así; pero sólo cuando la relaciones sean entre iguales, libres y libremente ejercidas, sólo entonces será posible.
En ese camino la lucha de muchas mujeres es la que, desde hace tiempo, esta advirtiendo -esto no puede seguir así-, pero va a ser con la suma del hombre a la misma como va a cambiar la situación, ya que el machismo es un problema de todos, y entre todos se acabara con él; pero es que además, empezando desde lo más cotidiano, por lo más próximo, empezando por mí mismo. DIARIO Bahía de Cádiz