—Escúchame Sofía —me dijo algo turbado—, voy a contarte algo muy delicado, pero debes jurarme que jamás vas a revelárselo a nadie.
—Oh, señor, ¿me creéis capaz de traicionar vuestra confianza?
—No sabes cuánto te arriesgarías si yo llegase a contar que cometí un error al dártela.
Marqués de Sade.
Cuando reina la confusión, y podemos asegurar en este instante que reina, el debate político se re-significa, buscando nuevos espacios y cooptando criterios y temáticas en una apuesta más o menos clara de identificar unas causas características, con una nomenclatura característica y una respuesta igual y aparentemente distinta. En una era como la nuestra, donde la res publica ha perdido las estructuras ideológicas que analizan y definen una situación, la táctica discursiva deja de centrarse en el por qué, margina o relativiza cambios sustanciales en la imagen política de cada partido y provoca un efecto desolador: sustituye la preocupación y la movilización por el fervor y la espera.
Las encuestas comandan la opinión pública y dejamos de preguntarnos por los propósitos y no por las voluntades. Y en una época como la nuestra, de incertidumbre, quietud, anomia y debilidades, parece que vuelve a repetirse el viejo estigma del librepensamiento y la lucha, que es el sentido común y la necesidad de un liderazgo coherente. Un liderazgo que no cuestione la moralidad, sino que la arregle, que no cuestione el sistema, sino que quite a los corruptos e ineptos; que sea demócrata, sí, pero que se rodee de los mejores expertos. Esa fe, moderación y saber estar que configuran en este momento histórico lo que ellos/as vienen a llamar desde los inicios del parlamentarismo el centro ideológico. No es un programa determinado ni una ideología con fines a posterior, sino las formas y el talante. El centro político es, a la postre, un tragicomedia con precios populares.
Son fundamentalmente tres los partidos que este momentos optan al sentido común, y son ya muchos meses los que llevamos observando los virajes: de repente el PSOE se vuelve del rojo de antaño y reniega indirectamente en la teoría —que no en la práctica— de muchas de sus decisiones anteriores; por su parte, Podemos ha pegado un cambio de rumbo brutal desde sus comienzos hasta el día de hoy, no sólo cediendo en las exigencias programáticas sino directamente sentándose y halagando a quienes meses atrás señaló, indicando, claro, una clara voluntad de aunar fuerzas e ideologías no necesariamente contrapuestas; y, como reducto galo de aquel sector de votantes cercanos a la derecha pero claramente decepcionados con el Partido Postfranquista Popular, surge Ciudadanos[1], que ha sido un montaje mediático más que descarado que, dijo en LaSexta, es del sentido común, de centro, de la normalidad del Libre Mercado.
Lo cierto es que al reformismo del PSOE estamos acostumbrados: nunca han sido radicales —en el sentido de que nunca han ido a la raíz—, nunca se han atrevido a cambiar el equilibrio del sistema porque ellos mismos creen en este bastardo y maldito sistema de capitalismo caritativo, y lo repiten como petrificados por la mirada de Medusa. Siguen apostando por el buenismo empresarial, y en tratar de convencer a la gente de lo lógico y natural que resulta vivir en la inestabilidad, en algo que se revela lejano y absurdo como es la Constitución del ’78. El PSOE, me temo, va camino de convertirse en el PASOC griego: débil, incongruente, con un voto de masas sin solvencia.
Por otro lado, y aunque no tenga especiales motivos para escribir sobre Podemos, lo cierto es que el fenómeno fan gana terreno a la racionalidad política: construyen un programa político sobre lo que son presupuestos básicos, demostrando su inocencia para afrontar unas municipales a nivel estatal y con un punto de partida, perdóneseme, pueril: echar a la casta. Entiendo que es un mensaje fácil de entender y demás, pero ¿qué hay de todo aquello que rodea, genera y protege la casta? ¿No es hora ya de hablar de eso? Primero que voten, luego ya veremos. Que no hallen remordimiento en un brindis al Sol.
Y el caso de Ciudadanos es singularmente llamativo, dado que si Podemos fue una explosión mediática, éste ha sido totalmente una construcción. Con una buena imagen de candidatura, sin un pasado, y con el atractivo para el chovinismo español de ser un catalán anti-separatista —por eso de ganarles en su propia tierra y demás—, lo cierto es que Ciudadanos se posiciona más cómodamente en el centro que los demás. Eso, claro, si obviásemos sus comentarios xenófobos —con PxC— y machistas, si observáramos el pasado fascista de algunos de sus miembros -el propio Albert Rivera tiene fotos por la unidad de España con militantes de Democracia Nacional o Falange Española— y de su asistencia actual a eventos junto el PP y Vox como el de defensa del coronel que amenazó al pueblo catalán[2]. Mala suerte.
Tres vértices políticos muy alejados entre sí —el neoliberalismo de los “socialistas”, la socialdemocracia de Podemos y el liberalismo proteccionista postnacionalista[3] de Ciutadans— que aspiran a convertirse en la opción más votada, no por la convicción y el trabajo teórico-práctico, sino mediante la amabilidad, la puesta en escena de cantes, desnudos y otros trampantojos[4] que no cesan de agasajar el buen hacer de la ciudadanía española y, fundamental, representando la moderación y lo que es lógico.
Y perdonen que lo diga, pero si no se dice claramente quién es uno, ¿qué se pretende esperar cuando lo descubran? Recuerden a Sade: “No sabes cuánto te arriesgarías si yo llegase a contar que cometí un error al dártela.” DIARIO Bahía de Cádiz
[1] A quien el Gobierno gusta de llamar Ciutadans para recordar su procedencia catalana o Ciudatans en la intimidad y en las ruedas de prensa —no se lo pierdan—: https://www.youtube.com/watch?v=vcmnuVZJs8c
[2] http://2014.kaosenlared.net/component/k2/29371-diputados-del-pp-y-ciudadanos-salen-en-defensa-del-coronel-fascista-que-amenaza-al-pueblo-catal%C3%A1n-y-glorifica-a-la-dictadura-franquista.html
[3] No sé exactamente si los votantes saben qué clase de patraña significa esto.
[4] Albert Rivera pretendió aunar votos apareciendo desnudo en las antepasadas elecciones catalanas; Pablo Iglesias y sus famosas primarias abiertas, silenciadas, han terminado desterrando a fuerzas como IzAn y con un Consejo Ciudadano copado por su facción; y un PSOE que navega entre las contradicciones y los sumarios judiciales de corrupción.