Érase una vez un país europeo, en el que tras unas elecciones generales, ningún partido político obtiene una mayoría suficiente. Condenados a entenderse entre sí, los líderes comienzan una intensa ronda de negociaciones. Tras muchos dimes y diretes, y ya casi abocados a una repetición de la consulta electoral, consiguen in extremis formar un gobierno de coalición.
La sorpresa es que lo dirige una mujer que representa a un partido minoritario y nombra a sus ministros entre los componentes de un total de cuatro formaciones políticas. Su día a día es un continuo pacto y una gran lección de alta política y democracia. Ni que decir tiene, que las dificultades a las que se enfrentan son numerosísimas pero también apasionantes.
El ejercicio de conciliación de los distintos puntos de vista e intereses en la política nacional e internacional, resulta muy fructífero y dota al resultado de una gran riqueza imposible de obtener con un gobierno monocolor de amplia mayoría parlamentaria. Política con mayúsculas señores. Un disfrute.
Dentro del país hay un territorio que muestra una importante desafección con el resto de la nación a la que achaca todos sus males. La presidenta lo visita, lo recorre y habla con sus gentes y su gobernante para intentar comprender. Al final unos y otros entienden, al final unos y otros se hacen cargo de la parte que les toca con responsabilidad. Dejan a un lado las excusas y se ponen a trabajar.
Como no podía ser de otra manera, la presidenta se las ve y se las desea para conciliar su vida laboral con la familiar. Su marido –que está estupendo por cierto– no lleva bien los horarios de su esposa que vive al borde del colapso con tanta negociación. Esto viene a ser lo normal cuando es una mujer la que ocupa el puesto de mayor responsabilidad de un país.
(Avanzamos y avanzamos pero amigos si no llegas a tiempo a recoger a los niños de las actividades extraescolares, no les tomas la lección o llegas a casa –después de una dura jornada con los líderes internacionales tomando decisiones sobre las nuevas amenazas terroristas– y ya están dormidos, la cosa empieza a ponerse chunga. Seguro que alguno se empieza a hacer pipí en la cama o la lían parda para llamar la atención y te provocan un conflicto internacional. Menos mal que Hillary Clinton ya tiene a la niña criadita).
Otra cosa muy interesante que pasa en este país es que cada vez que hay un problemilla o pequeño conflicto, los diversos responsables políticos, e incluso la presidenta, van a la tele y lo explican todo divinamente para tranquilidad de sus conciudadanos.
No es todo tan fácil como aquí lo cuento, por supuesto, pero con todas las dificultades que en el mundo han sido, lo van consiguiendo. Lo de gobernar digo. Juntos, en coalición. Buscándose apoyos puntuales y negociando incansablemente por aquello del bien común.
Apasionante ya les digo. No se lo pierdan. El país es Dinamarca, la región en conflicto permanente, Groenlandia. La serie se llama ‘Borgen’, que es como comúnmente se conoce al Palacio de Christianborg, sede de los tres poderes del estado y oficina del Primer Ministro danés.
Ciento sesenta y siete años de democracia y la última mayoría absoluta en su parlamento data de 1901.
Déjate de ‘Juego de Tronos’ querido Pablo Iglesias. Esto es Europa, año 2017. Si Birgitte Nyborg pudo, que vosotros también. Además seguro ninguno de los cuatro tendréis problema para conciliar la vida laboral con la familiar. Faltaría, machotes. DIARIO Bahía de Cádiz