Sopla el poniente, aunque no se puede hablar de viento, más bien de aliento, que refresca ligeramente los cuerpos ávidos de los primeros soles del mes de mayo, dos gotas de sudor empiezan su carrera desde la misma nuca; surgen desde los poros ocupados por los últimos pelos del cabello y los primeros vellos de la espalda.
Van descendiendo hacia los hombros en una especie de carrera, dejando tras de si, dos caminos tortuosos, fríos, dibujados en la fina capa grasienta de la crema solar extendida por los hombros, mientras que van incorporado a su incoloro aspecto matices blanquecinos y anaranjados, producto del bronceador que, junto a la arena polvorienta, tiñen protegiendo, o , protegen tiñendo la piel.
El sol, a esta hora de la tarde avanzada, deja sobre el mar miles de destellos cegadores, estrellas deslumbrantes que obligan a cerrar los ojos, a pensar y a soñar. El murmullo suave de la espuma producida por las olas cuando acarician la arena, antes de volver atrás; sólo la música que sale de tus cascos a todo volumen, o el perro que corre tras una pelota lanzada por su amo, evitan que me termine de dormir, me mantiene en este estado somnoliento que me permite soñar despierto, o pensar dormido que es más o menos igual.
Me rozas al moverte sobre la toalla, tu dedo meñique del pie hace contacto con mi tobillo, me estremezco, una especie de latigazo eléctrico recorre mi cuerpo. Sube como un rayo recorriendo mis piernas, espalda, y va erizando cada pelo a su paso, y va provocando nuevas gotas de sudor.
Presiento que te incorporas, observas a tu alrededor por encima de tus gafas de sol, miras mi espalda, mis piernas, mi vellos erizados, mientras yo mantengo los ojos cerrados, haciéndome el dormido, sintiendo como me acaricias con tus ojos.
Suena la señal de mensaje recibido en tu móvil, escucho el sonido del teclado mientras contestas, después silencio…; mientras vuelves a tumbarte a mi lado, empiezo a sentir la piel tirante, creo que producto de toda una tarde de sol. Empiezo a tararear mentalmente aquella canción de Serrat, y que versionaron Lole y Manuel:
El sol nos olvidó ayer sobre la arena.
Nos envolvió el rumor suave del mar.
Tu cuerpo me dio calor.
Tenía frío
y allí, en la arena, entre los dos
nació este poema,
este pobre poema de amor para ti.
A esta hora la playa queda casi vacía, los últimos jartibles de sol recogen sus toallas y se enfundan las pieles rojizas en camisetas de imitación, hechas en China, como las de cualquier marca que las hace oficialmente en China también.
Tu brazo abraza mi cintura, yo sigo haciendo que duermo mientras el ritmo cardíaco se me dispara. Te sientas y enciendes un cigarro, noto que te quitas las gafas; “oye”, me dices casi susurrando al oído, “¿y tú a quien vas a votar mañana?”.
“A los ganadores”, te contesto, mientras me incorporo, seco el sudor de la espalda y me pongo la camiseta.